sábado, 24 de marzo de 2007

Bueno: esta vez me pilla el post comiendo queso, y es cosa conocida que no resulta fácil ponerse serio cuando se come queso. Si vuelvo a eso de ponerme serio no es porque la opinión de mis amigos me obligue, sino porque los muy cucos pusieron el dedo en la llaga y llovió sobre mojado, y aquí paz y después gloria: que si debería aprovechar esta tribuna que se me brinda para transformarme en literato, y eso. Lo de literato lo pongo aquí porque es una palabra que al queso se parece en que me gusta mucho. No desde siempre, claro, porque el queso se lo dan a uno de pequeño, mientras que la palabra literato se la tiene uno que encontrar por la calle. Yo recuerdo perfectamente el día en que me la encontré: estábamos en Palma de Mallorca –la palabra y yo, pero cada uno por su lado-, trabajaba (yo) en el Arxiu del Regne de Mallorca y me paseaba por los depósitos de la documentación. Andaba (yo) entre los librotes del siglo diecinueve buscando los del barco de vapor llamado El mallorquín. En ese barco llegó a la isla, en 1838, George Sand con hija, hijo, criada y amante, y se volvió a casa al año siguiente y en el mismo barco. Todo eso lo acababa de leer en Un invierno en Mallorca. El libro lo escribió ella, y a lo mejor alguien se ofende si considero necesario aclarar que ella es George Sand, aunque seguramente fue en la pareja ambas cosas a la vez, un ella y un él, porque me parece a mí que era tan romántico este Chopin, el pobre, que no servía para nada y por algo se paseaba -ella- por París luciendo amante y pantalones. Ya veis, queridos amigos, que hago broma y me burlo del romanticismo, pero es una broma muy seria con la que intenta uno decir que en el fondo es un romántico incurable y además insatisfecho. Pero decirlo directamente me da vergüenza y, además, ¿a quién le interesa? Por eso hago el chiste, que a la gente le gusta y así, por lo menos, todos sacamos algo: yo lo digo sin decirlo y los lectores lo disfrutan. Y luego añado una nota cultural, que siempre viste mucho. Hoy, una recomendación cinematográfica: que si queréis saber, sin demasiado esfuerzo, lo que era un romántico, os recomiendo que veáis Onegin, una peli con Ralph Fiennes y con Liv Tyler en la que eso está muy bien cogido y ella sale la mar de guapa.
Bueno, ya voy volviendo. Que me hacía ilusión encontrar algún registro del viaje y entonces ocurrió que encontré la palabreja. En la segunda balda, según se mira, a la izquierda, estaban los libros de registro de pasajeros del paquete de vapor El Mallorquín. Saqué el volumen correspondiente y no encontré nada en 1838. No me acuerdo bien, pero creo que faltaban hojas. Busqué más adelante y encontré la página correspondiente al Viage de Palma á Barcelona, salida el 13 de febrero de 1839, á las 3 de la tarde, y en ella estas palabras, escritas a pluma con tinta azul oscura y clara caligrafía en un papel amarillo, crujiente y oloroso:
“Cámara de popa // Nº de pasageros / 1 / Nº de camarotes / 1 / Nombre y clase de los pasageros / D. Federico Chopin artista / importe en reales / 160 / ms / 00”
y, en la línea de abajo
“Nº de pasageros / 4 / Nº de camarotes / 1, 2, 3 y 4 / Mad. Dudevant literata con 2 hijos de menor edad y una criada / importe en reales / 640 / ms / 00”.
Me quedé mucho rato mirando, de pie, primero el trazo y luego las palabras: cuando tienes un libro de estos en las manos parece que se abre un pasillo en el tiempo y puedes ir y venir por él. También me ocurrió una vez que tuve en mis manos un papelote firmado por Felipe II y me quedé atontado mirando la firma de su propia mano. Yo el Rey. Observé los trazos de la pluma y luego los repasé con el dedo, como si así algo pudiera compartir con el escribiente que quizá tuvo delante a Don Federico, artista romántico a su pesar, y a Madame Dudevant, literata de armas tomar. Me costó darme cuenta, pero al final volví los ojos a la palabrita: literata. Me quedé dándole vueltas y desde entonces ya no he parado. Literata. Es una palabra antigua, cómica y potente. Nada le sobra ni le falta y está cortada en su justa medida. Es una palabra que parece hecha por un sastre. No puedes llevarla en el trabajo, y sería indigno hacerlo en una fiesta de disfraces. Es para tenerla en una caja de madera y sacarla en ocasiones, cuando vienen a casa los amigos. Hay en Valencia una calle que se llama del literato Azorín, pero en masculino no es lo mismo, aunque la uso por imposición natural.
Digo que la uso, pero nunca referida a mí. Tengo algún amigo que podría usarla con pleno derecho, pero ya me imagino que no querrá por lo que la palabrita tiene de oficio y de antiguo régimen. Esta es, en fin, otra de esas cosas serias de las que prefiero no hablar: que al literato Azorín -que murió, por cierto, en 1967- le daba el alba escribiendo y yo, lamentablemente, siempre he preferido el sofá a cualquier esfuerzo continuado y por eso lo normal es que me dé el alba durmiendo y así no hay manera de hacer nada serio. En la vida todo es cuestión de hábitos, ya se sabe. Por cierto, que una de las últimas veces que salí de juerga me encontré con un conocido de los tiempos de la universidad y resultó que estaba trabajando de asesor de un político señalado. Me dijo dos cosas: que estaba ganando más dinero que nunca y que si yo no lograba cosas más importantes era porque no confiaba en mis posibilidades. “¿Qué cómo lo he hecho? Los he seducido (sic), y tú no lo haces porque no te atreves”. Y añadió: “No sé qué es lo que te pasa, pero la verdad es que nunca he conocido a nadie que confiara menos en sí mismo”. Vale que nuestras facultades mentales estaban considerablemente mermadas por la hora y el abuso del alcohol, pero también que in vino veritas y con eso me dejó un par de semanas profundamente touché, tanto que no hallé otra solución que dejar de pensar en ello y dormir un poco más. Dormir siempre ha sido una buena solución para todo tipo de problemas.
Besos a todos, pero el más grande que sea para dpm, que también ha vuelto.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Me dijeron unos amigos que mi colección de discos era asistemática, y con eso me dejaron frito. No contentos con ello, fueron y la misma noche añadieron que el mejor post de este blog era aquél en el que hablaba de la muerte de mi padre. Dijeron, nada menos, que estaba un nivel por encima del resto. No me informaron de a cuánto está el nivel, en valoración literaria, pero me dejaron con eso pensativo. Al día siguiente, cabizbundo y meditabajo y hojeando el manual de Ética del instisusto, me encontré con una cita de Aristóteles en la que dice que la parte mejor del hombre es la parte seria, y no la que se dedica a la broma y a la risa. Así que, juntando todas estas piezas, llegué a ver clarito, antes que nada, que mis amigos estaban hechos unos peripatéticos de tomo y lomo. Eso mola: más vale tener amigos cultos que tenerlos ignorantes. Lo segundo que vi es que, si ellos eran así como acababa de descubrir que eran, iba a tener que dejarme de tonterías y ponerme serio para mostrar la mejor parte de mí y que no me tuvieran por menos. Con razón me preocupaba, y también os preocuparíais vosotros si, como me pasó a mí, los que os dijeran todas esas cosas fueran gentes de pro que hasta tienen publicaciones y todo. Eso quizá no os impresione y digáis que vosotros, publicaciones, también tenéis. Vale, pero yo no me refiero a que tengáis el periódico de hoy encima de la mesita del salón, no: yo me refiero a libros con su nombre en el lomo. Vamos, que los han escrito ellos, por decirlo a las claras y speaking in silver, que se dice en inglés con tres palabras.

Pero Aristóteles también dijo que estaba bien y era justo que hubiera esclavos, y que la mujer era un ser inferior, de donde se deduce que entonces, en Atenas, no se celebraba el 8 de Marzo. Conocí una chica italiana que ese día recibía flores, como en la canción de Cecilia. Hago la comparación porque ambas cosas me parecen la mar de cursis. Total, que el filósofo es como la cigüeña, que se equivocaba, y a pesar de todo yo tengo la canción de Cecilia en mp3. Así somos, qué le vamos a hacer, y no será la primera vez que en este blog confiese que soy un ser tremendamente contradictorio.

Pues el caso es que si tengo que hacer posts un poco más serios, como aquel que les gustaba tanto, voy a tener que enseñar las vergüenzas, porque no encuentro nada más serio que contar que todo lo que nunca me he atrevido a decirle a nadie. Y, sin embargo, si no lo digo por alguna razón será. Por alguna razón será que me ando siempre por el lado cómico y me río de esto y de aquello, y sostengo que el humor, como dijo aquél, es una cosa muy seria y es un prejuicio eso de que lo serio es mejor que lo cómico. Por alguna razón será que nos pasábamos los fines de semana de cuando éramos jóvenes sentados en las mesas de los cafés hablando de política, de libros y de religión, y mirábamos por encima del hombro a los que se iban a bailar, pero yo miraba a la vez por encima del hombro y con envidia, porque no me divertía y no me divierto y sentía que la vida se me pasaba y se me pasa sin disfrutarla mucho. Por esa misma será que me pongo a recordar y me arrepiento de no haberme divertido más y de haber hecho más caso a Aristóteles que a Aristipo (¡toma cultura de sobrecillo de azúcar!), y también de haberme mirado tanto en el espejo sin quererme y de haberle dado tantas vueltas a las cosas, total, para al final no llegar a nada y concluir que no debo ser tan listo como dicen, porque parece ser que la mejor inteligencia no es la más seria, sino la que más te acerca a la felicidad. Debería juzgar los niveles de una por los de la otra, pero no me atrevo a hacerlo. Pero sí me llega -puñetera ella- para saber que no sería justo echarle la culpa a ningún griego, ni tampoco a ningún judío ni cristiano, sino a uno mismo que, para colmo, ya no es judío, griego ni cristiano.

Por esa misma será, pues, que hay cosas de las que no quiero acordarme y prefiero escribirme unas risas a ponerme trascendental, hablar del tiempo a hablar de mí y contar un chiste a contar la verdad.

Pero, claro, la cara es el espejo del alma y la verdad es como el suro, así que buscad, buscad, que cosas muy serias seguro que se encuentran en este inagotable tesoro de ingenio y gracia que es el archivo de Informe Semanal.

Por cierto: bienvenidos todos.