Un post (fracasado) de amor.
Siendo el mío uno entre un millón, ¿cómo iba yo a pensar que llamaría la atención -mi blog, tan humilde y poca cosa-, que alguien querría salir en él, que un día me hicieran un encargo? Pero ha ocurrido. Sí: me han hecho un encargo y yo tampoco lo entiendo. Pero -diréis conmigo-, ¿por qué? ¿Querrá, quien haya sido, hacerse famoso? Pero, alma cándida -responderemos juntos-: ¡con la poca gente que nos visita y menos aún nos deja comentarios! O ¿será que quiere, como el misterioso cliente de Mozart, hacerse (como mecenas, ya que no como artista) su hueco discreto en la Historia? ¡Pero, hombre de Dios! -le diremos-, ¿tú nos has leído bien? ¿Quién es el aprendiz de broker literario que te aconseja? Mira que a nosotros la literatura no nos sale, y que nos hace lo mismo que el amor en la canción aquella, cuando le yamas y echa a corré. Mira -terminaremos diciéndole- que hay sitios mejores en que pedir que te hagan un escrito. En fin, que no sé si será porque el mundo anda en crisis, pero el caso es que -ya digo- me hicieron un encargo el otro día y, como dijo aquel, en mi vida me he visto en tal aprieto.
Total, que me reclaman -nada menos- un post de amor. Estoy un poco nervioso porque eso del amor es un tema muy difícil de tratar y espantosamente imposible de definir, y me imagino estar yendo derechito a la catástrofe, pues ya han fracasado en el empeño muchos que eran mejores que yo. Pero, visto que no había manera de rechazar el trabajo, y buscando la manera de sobrevivir -o, cuando menos, de morir con dignidad-, fue mi primera intención recurrir al corta y pega que tan buenos resultados da a mis alumnos de la ESO. Pero hube de dejarlo porque no me parecía que mi cliente -la Jose, mi novia- fuera a creerse que sea mío aquello de quien lo probó lo sabe ni aquello otro de polvo serán, mas polvo enamorado; tampoco estaba seguro de que fuera a sentirse satisfecha si la llamaba llir entre cards o plena de seny; y mucho menos si me arrancaba con lo de me gustas cuando callas. Esta última -por cierto- es peligrosísima y muy buen poeta hay que ser para que la chica no se enfade. Aún así, estoy seguro de que al poeta original le valió una bofetada o cuanto menos una cara larga: ¡mira que hacer un poema para pedirle a su novia que se calle! ¡Estos artistas!
Como parecía que la cosa lo que pide es un poema -es lo suyo, ¿no?, tratándose de amor- y por seguir buscando ayuda, quise pedirle consejo a mi amigo Quique -estoy en sus listas de correo, vosotros no-, que es poeta laureado y sale en el Cervantes virtual, pero recordé que esta del soneto amoroso no es, precisamente, su especialidad, y que no sé yo, de todos modos, si iba ella a sentirse satisfecha si le hablaba de sus aortas azules y de los ciento cincuenta millones. ¿De qué? No lo sé, pero si fueran de euros podría, por lo menos, encargar el trabajo a un poeta pobre -que haberlos, haylos-, amoroso, inteligible y a la venta.
Como es un mundo extraño la poesía para mí, y si no es copiando no soy nadie, al final deseché la idea del soneto y busqué algo más prosaico. Eso, en realidad, tampoco ayuda a quien no tiene talento y aquí sigo, solo ante el peligro. No hago más que darle vueltas al pliego de condiciones -debo incluir en el escrito: guapa (que lo es), lista (más que yo), simpàtica (sus amistades lo prueban), atractiva (sí señor, en invierno y en verano), treballadora (infatigable: me canso sólo de ver su horario)- a ver si jugando con las palabras -decidida (a veces impulsiva), valenta (a veces temeraria), graciosa (con las palabras y los gestos), cuina molt bé (¿estaba esto en la lista?: tendré que repasarla)-, poniéndolas en este orden y luego en aquel otro -amable (siempre), pràctica (a veces implacable), enèrgica (explosiva, más bien; ¿de dónde saca la energía?)- resulta que ellas mismas me dan la solución. Pero no hay manera ni talento y las musas, como en la otra canción y siempre, han pasao de mí. No me asusta, lo confieso, reconocerme incapaz de escribir algo que esté a la altura -pues la suya es mucha y uno tiene sus limitaciones-, sino que crea que no tengo nada que decirle y nos llevemos por eso un disgusto ella y otro yo, pues es cierto que la vull molt, pero también que es tufa perque no sóc molt romàntic. Pero, cuando más nervioso estoy por eso, voy, repaso la lista y encuentro que ella no s’enfada mai y entonces doy las gracias porque no tengo que inventar y esto, como todo lo demás que hay en la lista, es rigurosamente cierto.
Doy fe.