jueves, 29 de junio de 2006

Informe Semanal Reloaded / 3

1/ FInal de curso. Seguimos en racha y aquí llega la tercera entrega de la semana. ¡A este paso, nos veremos en el quiosco! Bueno, pues que hoy nos hemos ido todos los profes de comida. Para nosotros es como si fuera Navidad, pero al revés: en lugar de celebrar que ha llegado el Niño, nosotros celebramos que se va. De vacaciones, sí, y volverá -también- pero por el momento se va y que nos quiten lo bailao. Imagino cómo sería el belén de esta especie de antinavidad: en el portal, veintisiete pesebres vacíos, con sus pajas -¡ejem!- todas despeinadas, las paredes llenas de pintadas del estilo "TKM" y "Seila x Kevin" y la vaca y el burro mirando entristecidos cómo los niños prefieren estar con los camellos. Pero no voy a ponerme en plan anticristo, y menos ahora que mi barrio está de un vaticanista que se sale.

2/ Quién te ha visto y quién te ve. A lo que voy es a que cuando estoy de risas con mis compañeros profesores me parece que algo muy profundo se revuelve en mi interior. No es algo gástrico, me parece, sino de cabeza. Los desórdenes de estas cosas de la cabeza dicen que hay que buscarlos en la infancia y esto, en mi caso, es ardua tarea por la doble dificultad que representan los tamaños de una y de otra: infancia y cabeza. Sobre la parte superior de mi calavera se han hecho chistes más o menos afortunados y, para demostrar que no soy un resentido, aquí va uno del cabrón de mi amigo Javi: pues va y un día me dice: "Macho, si fueras gamba serías todo pá tirar". Bueno, pues pensando y pensando sobre el origen de las aludidas molestias, me vino a la cabeza un recuerdo del colegio que yo creo que quizá contenga la clave del problema: una vez, un profe dijo en clase que a mí -¡a mí!- a lo mejor de mayor me gustaría ser maestro y toda la clase estalló en una carcajada, y yo el primero, como si aquello hubiera sido un chiste buenísimo: ¿cómo iba un alumno a ser un profesor, si alumnos y profesores están por naturaleza en bandos opuestos? Nuestros mundos eran tan diferentes que hasta los hijos de los profesores no me parecían niños como nosotros: estaban marcados con el estigma de la mezcla, de la impureza, y nunca podrían ser uno más entre nosotros.

Es que no hay nada más difícil de sobrellevar que lo de cambiar de bando. Bueno, digo las personas normales, no los políticos ni los futbolistas, que han hecho de ello un arte. Cuando uno se da cuenta de que ha cambiado de bando, ya se pasa la vida intentado disimularlo. No sé si lo habéis notado. Yo, por ejemplo, que cuando en mis tiempos quería ser cultureta sólo escuchaba música clásica -a ser posible, de la Segunda Escuela de Viena-, ahora llevo en el coche Kiss FM, y no dejaría por nada del mundo que nadie lo supiera. En vosotros confío, sobre todo porque aún no tengo elaborado el discurso exculpatorio. Conocidos míos de las barricadas hay que sentados en el borde de su piscina intentan disimular el cambio. Y me gustaría decirles que pierden el tiempo, que yo estoy encantado con los cambios y que un profesor de historia come de eso y que, además, los que no cambian nunca me parecen la mar de sospechosos. Cambiar es natural, oye, y eso salta a la vista si te fijas en las tetas de tus amigas y en la barriga de tus amigos.

Pues en eso ando. Pasar de alumno a profe es un cambio muy particular y a mucha gente le parece interesante. Será por eso que los domingos en la mesa mis primas me piden que les cuente todo lo que se dice en las reuniones de profesores y si disfruto cargándome a la gente. Pero la verdad es que yo no me noto diferente y aunque a veces, de un tiempo a esta parte, me sangran las encías, puedo aseguraros que esa sangre es mía y sólo mía.

3/ Los peligros de la mala vida. Y ahora me voy a dormir sin cenar, a ver si termino de digerir la famosa comida, que un profesor no se puede permitir -en público- expeler ventosidades del vientre por el ano ni andar con la bragueta abierta.

Besos, a los que ponéis mensajes en el blog y a los que no.

lunes, 26 de junio de 2006

Informe Semanal Reloaded / 2

1/ Homenaje a Msnice. Después de la carestía, la abundancia. Tres semanas sin escribiros y ahora, de golpe, dos mensajes. No es que esté perdiendo el oremus, es que, queridos corresponsales, me sentía culpable por teneros tan abandonados. También me daba miedo que me abandonárais para iros con otro blogger más responsable y más moderno. Uno que tuviera un blog con fotos y con enlaces y con rollitos de hipertexto y todas esas golosinas. Yo, es que soy muy tradicional y lo que persigo es un blog exclusivamente de letras. Uno moderno es el que tiene, por ejemplo, el arriba mencionado MsNice. Este es el otro de mis dos más fieles corresponsales y así, con esto, cumplo la promesa que os hice ayer de seguir contándoos cosas de ellos. Este MsNice, como ya digo que es blogger como yo, pues me da grandes alegrías cuando me escribe, porque me parece que conecto con un colega de las ondas. Es como cuando los de la radio dan paso a la emisora de Valladolid, que entonces se nota muy buen rollito entre ellos, como si fueran amigos de toda la vida. Porque mis amigos de verdad de toda la vida lo que tienen es eso: que son de toda la vida, y parece que esto del blog y el e-mail les queda muy lejos y debe ser por eso que no me ponen comentarios ni me responden a los mensajes.

2/ Oremus. Esta palabra latina me recuerda que iba a contaros otra cosa hoy. Es que esta mañana he estado rodando un documental para Punt 2. Ya sabéis que me dedico a la enseñanza sólo provisionalmente, en espera de que me descubra un productor de Hollywood y me contrate para hacer una película de amor con Cameron Díaz. Pero de amor casto y puro. Digo que lo de oremus me trae el rodaje a la memoria porque me han dado una sotana y me han disfrazado de fraile. Esto, claro, después de llegar a un lugar llamado Llutxent que está allá donde Sansón perdió el flequillo. Lo que tenía que hacer era pasearme por el claustro de un convento y en un momento dado perder el ya varias veces citado y dejarme caer en el suelo como abrumado por un arrebato místico. Pero como en esto del audiovisual las tomas nunca son buenas, pues la caída la he tenido que hacer como seis o siete veces y el suelo de un monasterio barroco es la mar de duro, os lo puedo asegurar. O sea, que en lugar de un arrebato místico lo que se me llevaba eran los demonios cada vez que el señor director no estaba satisfecho con la toma. Y eso que todo había empezado de fábula y he tenido un verdadero arrebato místico -y casi físico- nada más llegar a aquellas soledades: no he hecho más que poner los pies fuera del coche cuando se me acercan cuatro chicas -las de producción- y me dicen: "¿Tú eres José Luis? Ven, vamos a vestirte". Yo, claro, me he dejado arrebatar mientras para mis adentros exclamaba "¡Vivan los hermanos Lumiére y las ondas electromagnéticas!". Me cogen de la mano y me llevan al interior de la basílica y yo fantaseando con buscar un mástil y una cuerda y, como el recorrido por estos espacios sacros del diecisiete es asaz laberíntico, también iba desmenuzando un saladito Velarte para el caso de que no pudiera hallar de nuevo la salida. Pero mi gozo en un pozo porque al llegar a la sacristía me alcanzan la sotana y me dejan allí sólo, rodeado de cruces y mártires que me miraban con ojitos de "leemos tu pensamiento, pecador", y todo su vestirme se ha limitado a volver para ajustarme bien el alzacuellos. Lástima, yo que ya andaba aclarándome la voz para decir aquello de "nunca fue caballero de damas tan bien servido".

3/ Moscas. Lo que hay en Llutxent es moscas y por lo visto todas de clausura, porque nunca salen del convento. Hay que decir, antes de seguir adelante, que alguna satisfacción sí he tenido. No como para un arrebato, pero sí para un cierto vicio. Pues resulta que según el guión yo interpretaba un monje
"brut, despentinat, d'aspecte aterridor". Las chicas eran también de maquillaje y a ello se han puesto, frotándome a conciencia los brazos y las piernas con un mejunje a base de arcilla, y así, dejándome sobar, he tenido mi pequeña compensación espiritual.

Pero hasta ahí, porque después de los golpes de glúteo contra el venerable suelo ha llegado el momento de la muerte del monje aterrizador: me preparan en un rinconcito del claustro un buen charquito de agua clara del pozo y allí me he tenido que tumbar y hacerme el muerto. Para mí que el señor director tenía algo de necrófilo, porque la toma del cadáver ha durado cuatro veces más que las tomas de los paseos y las caídas. Y aquí es donde entran las moscas, que se ve que me han visto indefenso y se han pasado el mensaje unas a otras y en un decir Jesús las tenía a todas paseándose por mi cara, y yo con la boca abierta porque se ve que el cadáver por morbo lo querían así, y no es por embellecer el texto que he escrito antes "y aquí es donde entran las moscas". No digo más, porque ya me parece bastante aterridor y hay un refrán para estos casos. Lo único que sé es que mientras estaba allí tirado preguntándome no a qué huelen las nubes sino a qué saben las moscas, oigo a una de las chicas que dice: "¡Qué buen actor! ¡Hay que ver cómo aguanta!". Porque estaba muerto y no me podía levantar, que si no... Eso sí, me he prometido que cuando ruede con Cameron voy a exigir que los besos sean sin lengua, por lo que dice el refrán recién citado.

4/ Epílogo. Ya véis que no es oro todo lo que reluce. Recuperado del shock, me ofrecen quedarme a comer un arroz al horno, pero es que ya no tenía hambre. Me subo al coche y vuelvo a la civilización. Pero no me había acordado de quitarme el maquillaje y con ese aspecto aterridor me presento ante mis vecinos. En fin. Como tampoco voy a las reuniones de escalera...

domingo, 25 de junio de 2006

Informe Semanal Reloaded

1/Homenaje a dpm. Hola. He vuelto a tener un parón. Ya lo sabíais, claro. El sábado pasado me lo echaron en cara unos amigos y eso me avergonzó tanto que he decidido ponerme manos a la obra. La Obra tiene mucha presencia en mi barrio, pero no voy a hablar de eso porque en mi blog no me gusta hablar de política ni dar mis opiniones sobre temas serios. Para dar mi opinión sobre temas serios ya están las tertulias de la radio y las primeras planas de los periódicos, quienes -hay que reconocerlo- no necesitan preguntármelo para saber qué opino yo de las cosas. Hay que agracederles que me eviten las molestias de pensar en todo ello. Al contrario de Miguelito, yo no me siento incómodo formando parte de algún tanto por ciento y tampoco me importa pensar al dictado.

Total, que gracias a los amigos que me lo exigen vuelvo a ponerme al volante de mi
blog, y yo me siento halagado. Me pregunto si es que no tendrán nada más que leer o es que están esperando que algún día, en un desliz o bajando la guardia, se me escape alguna confesión inconfesable, de esas que uno no suelta ni jarto de vino. A mí, lo que me gustaría es que me dijeran que les gusta mi estilo inimitable, o que la intriga de mis relatos les mantiene con el alma en vilo. Pero me temo que no, que lo que pasa es que se creen que este mi blog se volverá tarde o temprano una especie de Gran Hermano para los amigos.

Iba a decir que
naranjas de la China, pero también es cierto que nunca digas de este agua no beberé, así que me callo y me concentro en lo que iba a decir: el homenaje a dpm. Tengo un par de lectores-corresponsales (o lectoras) de la más inquebrantable fidelidad, y a mí eso me hace sentir muy feliz. Uno o una de ellos firma sus mensajes como dpm y hay que reconocer que ha sido el único que en este parón me ha solicitado por escrito la reanudación de los mensajes. Y aunque ha habido otros que me lo han dicho de palabra, yo me siento más obligado hacia este anónimo compañero de las ondas. No es que quiera menos a mis amigos de toda la vida, que va. Si la otra noche me lo pedía uno de ellos a la vez que me acogía en su casa y me daba de cenar. ¿Qué le puedo reprochar? Pero me atrapa el corazoncito -también los pobres lo tenemos- cuando veo las súplicas escritas de dpm.

Así que allá va. Dedicado a dpm, una
rentrée digna de concurso de fuegos artificiales.

2/ Patafos al desnudo. Hace tiempo que descubrí el secreto, pero me lo venía callando por no fastidiarle el juego. Patafos ha animado mucho este cotarro con sus intervenciones y yo, aunque pueda parecer lo contrario, se lo agradezco mucho. Nosotros, la gente especialmente creativa, somos un poquito vanidosos. Nos encanta que se hable de nosotros aunque sea mal, porque tememos más al anonimato que a las malas lenguas. Es lo que tiene ser famoso: que una vez estás en la cresta de la ola, te vicias y ya no quieres bajar. Quieres estar en el candelabro, sea como sea, y la picota no es sino otra forma de estar en lo más alto. Picota y candelabro son lo mismo, aunque no lo reconozca el DRAE. Pondré un ejemplo para que me entiendan las nuevas generaciones, esas que nunca leen pero tienen cultura audiovisual. Es como estar en el lado oscuro de la fuerza: aunque sea oscura, también es la fuerza. Si no puedes ser Luke Skywalker, pues sé Darth Vader, que tampoco está mal y tiene su pedazo de morbo. Que las cosas hay que vivirlas con entusiasmo y a la vida hay que echarle pimientos de Padrón, que unos pican y outros non.

¿Me se copia? Pues por eso yo al muchacho se lo agradezco. Que nos ha dado tema de conversación en momentos delicados. Un momento delicado es cuando estás reunido con los amigos y no se te ocurre nada de qué hablar. Entonces -más de una vez ha pasado- alguien me pregunta por Patafos y se salva la situación. Una vez me dijo un amigo una cosa muy bonita: que no se sentía incómodo si no hablábamos y que eso era un síntoma de ser buenos amigos. O sea, que el silencio es algo así como la quintaesencia de la amistad. Es un bonito pensamiento, ciertamente, pero tiene su lado oscuro: que cuando te enfadas con un amigo también dejas de hablar con él. Total, que si con unos no hablo porque son mis amigos y con los otros tampoco hablo porque no son mis amigos, terminaré hablando con las paredes de mi casa, con las que por ahora -gracias a Dios (perdón: dije que no iba a hablar de política)- mantengo una relación de estricta neutralidad: yo no les cuelgo nada encima y ellas no me impiden oir la conversación de mis vecinos. Que son un matrimonio, por cierto, que no deben ser amigos ni enemigos porque hablar, lo que se dice hablar, es que no paran ni un momento.

Esto de no hablar ya nunca más con un amigo también me ha pasado hace poco, pero no es por eso por lo que ahora os revelo estas cosas sobre Patafos. Patafos no es él, así que por favor no vayáis pensando que esta revelación es una rabieta. Un homenaje es lo que es, ya digo, a dpm.

3/ Últimas noticias. Esto lo digo porque me parece que fue dpm quien se sintió ofendido u ofendida aquella vez que yo dije que me agobiaba con tanto tiempo libre y tantas vacaciones por delante. Pues sabed que en unos días comienzan para mí las tan denostadas -por envidiadas- vacaciones de maestro. Pliego los trastos y, hasta septiembre, aquí paz y después gloria.

4/ Hasta aquí llegó la riada. Y como broche de oro, voy a subir ahora mismo este post sin reservarme el derecho a una segunda lectura más reposada. Normalmente, es esa lectura la que me permite dar a esto mi famoso toque especial. Pero hoy, como último regalo a dpm, ofrezco esta entrega en brut. Con los hilos al descubierto. Sin trampa ni cartón. Los detalles sobre el fin de curso y el destino final de seilas, kévines y yósuas, para la próxima.

Besos.

domingo, 4 de junio de 2006

Hola. No sé cómo ha sido, pero ha ocurrido del mismo modo que uno a veces se encuentra un cortecito en un brazo o en la mano y no sabe cuándo se lo ha hecho. Y ya sabéis que a mí no me gusta presumir. Pero el caso es que me pongo a pensar en vosotros y en lo que he hecho esta semana y no tengo más remedio que confesaros que me he la he pasado leyendo a Platón. Platón, sí, ese de los apuntes de filosofía de COU. Ya digo que nadie sabe cómo ha sido, pero aquí me tenéis, todo hecho un lío y con la sospecha de que el cannabis ya circulaba -generosamente- por la Grecia clásica. Que si el alma por aquí y el alma por allá, y unas cosas tan raras sobre que a las almas les salen plumas cuando uno está enamorado, que se me ha caído la misma (el alma) a los pies.

Por eso he decidido que el tema de esta semana va a ser el cuerpo, y me paso del temario de filosofía al de biología, que las cosas serias son siempre cosas que se pueden tocar, medir y repetir. Si no lo veo, no lo creo, excluyendo los billetes de 500 € y los flujos de capital, que sí creo en ellos aunque nunca los he visto ni los veré. A lo mejor, ahora caigo, quién sabe si no los veo porque son como el alma y quizá hasta les salgan plumas cuando uno está enamorado. Pero ahora que recaigo me doy cuenta de que el amor siempre me ha ocasionado gastos y el dinero se me ha ido volando, o sea que no debe ser así. Y, ¡vaya!, ahora vuelvo a caer y me doy cuenta de que eso podría ser, precisamente, porque al dinero le salen plumas. Ya se va viendo con tanto revolcón que, para mí, pensar es una actividad física y se comprende que lo de Platón me haya dejado para el arrastre. Será por eso que el cuerpo se me ha convertido en el tema de la semana.

El body, que se dice en inglés. Sólo que en inglés deja un regustillo, eso de body, un poco sexual y sin embargo lo que yo quiero contaros tiene menos sex-appeal que un pijama de franela. Esto trata del cuerpo, pero en su vertiente menos noble y más orgánica y populachera. Nada de almas aladas, sino ruidos, olores y fluidos de todos los colores manando de todas las fuentes posibles. Lo de la alergia que no se acaba de ir, lo de la alimentación sana que no acaba de llegar, las gotas para la nariz, los pañuelos de papel, los conciertos de tripas, los pelos enredados y el cuello agarrotado. La voz tomada, la barba dejada y las ojeras que me las piso al caminar. Mi nariz es como una nube en los mapas del tiempo, con una gotita siempre colgando. Mi garganta es como el hueco del ascensor, con un objeto sólido siempre subiendo y bajando. Y la papelera en la que echo los pañuelos de papel, directamente, un asco. O una reserva de la biosfera, según sensibilidades.

Pero en casa del herrero, cuchara de palo, y de todas las pastillitas que mi sanitaria familia me ha pasado, no me he tomado ni la mitad. Y así, claro, no hay salud ni nada que se le parezca. Decía mi libro de 7º de EGB que la salud es mucho más que la ausencia de enfermedad y, si eso es así, habrá que llegar a la conclusión de que la salud es una utopía y que nadie la ha visto ni de lejos. Porque yo, bien, bien, lo que se dice encontrarme bien del todo, que se pueda decir no me duele nada ni nada me molesta, creo que nunca he estado. Un día me pica la nariz y al otro tengo más gases -como dijo aquel- que la fábrica de La Pitusa. Pero perfecto, perfecto, jamás. Y si resulta que la salud no existe más que en el ideal, habría que empezar a decir las cosas claras y empezar por no crear a la gente falsas expectativas. Propongo, para empezar, que la Conselleria de Salud pase a llamarse Conselleria de la Ausencia de Enfermedad, título que da menos esperanzas a los usuarios y a los políticos les gustará porque el rótulo es manifiestamente más largo.

Y todo esto sin tener en cuenta el alma, sólo el cuerpo. Que el alma, a estas alturas, ya debe estar enamorada, emplumada y muy lejos de aquí.

Besos.