domingo, 30 de abril de 2006

Hola. Yo tengo una gran deuda con Descartes, don René. Yo soy el rey de la duda y gracias a Descartes sé que existo y así, por lo menos, tengo esa certeza. Lo cual, la verdad, es un alivio, porque por dudar dudo incluso de que yo sea el rey de la duda, aunque también es cierto que dudo mucho que haya alguien que dude más que yo. Así que de todo este lío solamente puedo sacar una cosa en claro, y esa es que yo -al menos de eso no tengo dudas- existo.

La duda me ayuda a desorganizar mi vida.
Por ejemplo: me levanto y no sé si es mejor desayunar fuerte o solamente beber un vaso de leche y después almorzar algo a media mañana. Me levanto y si no tengo que ir a trabajar dudo si es mejor salir a tomar el sol o aprovechar para limpiar mi casa. Dicen que es bueno hacer deporte, pero yo no hago porque aún no sé si es mejor hacer algo de ejercicio por la mañana o por la tarde. Cuando no me aguanto más de ganas de ir al baño, aún tardo un poquito en entrar porque no sé qué tebeo llevarme. Y si estoy en el súper, siempre tengo dudas a la hora de comprar el yogur. Aunque hay que reconocer que el armario de los yogures en los supermercados es una de las realidades más complejas a las que debe enfrentarse el ciudadano moderno.

La duda me acompaña en todo lo que hago, y esta es una de las pocas certezas que tengo. Me voy de vacaciones y la duda se viene conmigo. Nada más salir ya me estoy preguntando si ni hubiera sido más sensato viajar la semana anterior. Estoy en uno de esos fantásticos cafés vieneses y no sé qué tarta pedir. Es más, dudo si es bueno que en un mismo local haya tantas tartas exquisitas para elegir. Estoy en el fabuloso monasterio de Melk y dudo entre emocionarme e indignarme. Me pregunto si en su momento yo hubiera preferido perderme entre los miles de libros de su biblioteca o participar en un asalto de los campesinos y colaborar a colgar por el cuello a los monjes. Vuelvo al cole, recupero mi rutina y no sé si alegrarme o echarme a llorar. Ahora estoy saliendo en una obra de teatro y no sé si debo avisar a familiares y amigos, porque no sé si vendrán por obligación o por gusto. Por dudar, yo mismo no sé si la función me gusta o no. Algunas partes son bonitas, pero otras son decididamente extrañas, aunque dicen que eso es porque son modernas. Me pregunto si no será un poco tarde para sostener que lo moderno debe ser raro. Me gustaría decir que no sé si actúo bien o mal, pero cierta voz interior me dice que no hay dudas al respecto. Eso es lo malo que tenemos los que dudamos tanto: que las cosas negativas son las únicas de las que estamos seguros.

Hombre, algunas certezas buenas sí tengo. Por ejemplo, que entre el Nesquik y el Cola Cao es que no hay color, o que el chocolate es mejor sin leche que con leche. Quizá no sean certezas sobre las que construir todo un sistema de creencias, pero es que dudo si es bueno hacer algo así. Tengo un vecino muy devoto que siempre me pregunta que si yo no creo en Dios, entonces en qué creo, y yo le digo que esa es una pregunta con trampa, porque me obliga a improvisar allí mismo, en el rellano, todo un sentido de la vida mientras que a él la respuesta ya se la dan hecha San Agustín, San Ambrosio, Santo Tomás de Aquino y dos mil años de teólogos y colegas en la fe, mártires y santos, y a ver qué puedo decir yo que resista la comparación. También se me ocurre decirle que hay muy poca caridad en esa pregunta, y mucha vanidad, pero dudo que le guste oirlo. Y que lo mío, al menos, tiene el valor de la navegación en solitario. Esto es lo que me pasa: que me encuentro rodeado de gente que hace rotundas afirmaciones sobre todos los temas posibles, sobre salud, sobre política y sobre dinero, sobre arte, sobre ellos y sobre mí, y con eso lo que consiguen es hacerme sentir muy mal, porque me parece que yo no sé nada y que no me entero. Aunque como gracias a don René -bendita la hora en que leí su libro- sé que al menos alguna convicción me puedo permitir, cada día estoy más seguro de que nadie sabe tanto como dice y que en realidad los que nunca dudan, una de dos: o les da vergüenza confesar que no lo tienen tan claro o es que cuanto más rotundo es alguien en sus afirmaciones más ignorante es. Quizá en esto ande yo equivocado, aunque, como era de esperar, lo dudo mucho.

Besos (si queréis).

domingo, 23 de abril de 2006

Hola. Vais a perdonarme que este post esté "enlatado", o sea, escrito con días de antelación y con material reciclado, pero es que supuse que esta semana no iba a poder ocuparme del blog y no quería dejaros sin mi sublime aportación a la cultura universal. Todo esto es porque a la hora en que leáis esto yo estaré (aunque a alguno de mis lectores le moleste) de vacaciones en Viena y no sé si va a poder ser meterme en un ciber a escribir. Así que decidí prepararlo de antemano.

Ahora, no creáis que os voy a poner cualquier cosa. Ni refritos ni comida recalentada. Atendiendo a las peticiones de algunos de mis seguidores, aprovecho para colgar en este post los mensajes de correo electrónico que envié este pasado verano durante mi viaje por Suecia. Gente hubo que me dijo que les habían gustado. Pero es que, además, tienen mucho que ver con este blog, que nació, en cierto modo, alentado por el éxito abrumador de estos mensajes. Así que aquí tenéis la protohistoria de este blog. Hala, a disfrutar. Y paciencia, que es un post más largo de lo habitual.

EL VIAJE A SUECIA.
AGOSTO DE 2005.


Carta primera.

Hola a todos. Llevo ya un par de días en Suecia, así que ya puedo contar algo. Estocolmo es muy bonito y tal y tal y está lleno de unas tías que ya quisiera Alfredo Landa para sus películas y estoy en un albergue que es un barco y ahora mismo se mueve así como se mueven los barcos aunque estén amarrados y yo me estoy cogiendo un mareo que no sé si voy a poder acabar de escribir este mensaje, y el teclado del ordenador no tiene esa letra que necesito para escribir el nombre del país en el que vivimos todos nosotros, pero sí esas tan raras con puntitos y circulitos encima de las vocales, que si sois gente con cultura sabréis que tienen cierto protagonismo en el desenlace de La gran travesía, cuando Astérix se encuentra con los vikingos.

Todo esto es porque no quería empezar por contaros el susto que pasé en el vuelo Valencia-Londres, porque el avión, para aproximarse a la pista de aterrizaje dio vueltas y más vueltas, tantas que empezé a mosquearme y a decirme que, una de dos, o el piloto no sabía cómo llegar al aeropuerto o algo estaba pasando. Bueno, al final enfiló la pista y el avión se pone a bajar tranquilamente, porque por lo visto no pasaba nada raro. Pero es en ese momento cuando de repente echa el morro para arriba y vuelve a subir y yo a pensar ahora sí que estamos jodidos. Luego dijo el piloto que es que en la pista en la que teníamos que aterrizar había una furgoneta, no sé si es que alguien se la había dejado allí olvidada.

Bueno, pues por fin aterrizamos. Cojo otro vuelo y llego a Suecia, pero el aeropuerto está a una hora de carretera de Estocolmo, y llego a las 11 de la noche. Menos mal que me esperaban Daniel y Lisa (si no sois Machancoses no sabréis quienes son) y me llevaron al albergue. El albergue, ya os digo, es un barco, y esa primera noche no se movía tanto. Menos mal, porque ya tuve bastante cuando ví el aspecto nocturno del lugar: la sala de las literas está bajo cubierta y os juro que de noche, con las luces apagadas y un par de tipos roncando como locomotoras, era como una cueva de esas que tienen dentro un dragón o cualquier otro tipo de monstruo, o una mazmorra de esas en las que te meten dándote una patada y diciéndote "Y ya te sacaremos cuando nos acordemos".

Pero no os preocupeis, porque a la luz del día el sitio es otra cosa. Está muy bien. Esto y más cosas, incluyendo el programa de festejos que me han preparado Lisa y Dani os lo contaré otro día.

Besos a todos.


Carta segunda.

Hola a todos. Temperatura en Estocolmo, agradable. Estado de la mar, marejadilla.

También hay mascachapas en Estocolmo, y horteras. Es que hay que ir deshaciendo tópicos sobre los suecos. Para empezar: no es verdad que todas sus comidas estén cubiertas de mermelada. Esto lo digo para quien lo entienda. O sea, que es un mensaje esotérico. Es que he desayunado un poco fuerte. Lo que sí hacen es poner en todo muchas especias. Pero eso es porque no saben hacer la paella como Dios manda.

Quién ha dicho que los suecos no saben divertirse? Ayer era sábado y me dije: "Seguro que se lo pasan en grande", y salí a ver qué había. En mi barrio, que es lo mismo que decir "mi isla", porque en Estocolmo los barrios son islas, (para que os hagáis una idea: es como si estuvieras en la Plaza de la Virgen tomando una horchata y luego quisieras ir a Ruzafa. Si Valencia fuera Estocolmo podrías ir a Ruzafa andando, en bus, en metro o en barco. Y esa es la diferencia: que en Estocolmo no hay horchata). Había una especie de maratón popular amenizada en el recorrido con bandas de música y se suponía que era un momento para la juerga y la risa. Al menos uno de cada cinco espectadores daba palmas al ritmo de la música. Solamente eso: palmas, palmitas. Pues bien, ese era el marchoso del grupo. Y la original ocurrencia de disfrazarse para participar en la maratón? Pues entre varios cientos de corredores, nada menos que seis o siete llevaban un gorrito gracioso. Es que esta gente tiene un cachondeo muy grande.

Lo que sí es cierto es lo del disenno. Eso sí se nota. Menos en mi barco, claro. Por eso creo que mi barco es de importación. Por cierto, que esta mannana no se mueve nada, nada, y eso que está nublado y el mar va a empezar a moverse de un momento a otro. Bueno, pues que todo es muy bonito. Ayer estuve en casa de una amiga de Lisa, que era una villa (la casa, no la amiga de Lisa. La amiga de Lisa era una sueca como Alfredo Landa se las imaginaba) en un barrio precioso, o sea, una isla preciosa, rodeada de bosques y prados (la casa, no la isla. Las islas, como todos sabéis, de lo que están rodeadas es de agua), y todo el interior de la casa parecía el catálogo de Ikea. Fantástico. Y van y nos piden a Daniel y a mí que hagamos sangría, y resulta que ninguno de los dos había hecho nunca. Pero nos callamos y salió perfecta. Y al día siguiente van y me llevan a tomar tarta y café a una especie de bar de carretera de lujo, porque no había carretera sino camino de tierra y más prados y bosques, y era una casita de madera pintada de rojo, con mesas y bancos de madera pintados de blanco en un prado verde, verde, y juguetes y columpios para los ninnos, y ninnos que hablaban sueco sin esfuerzo aparente, y mil detallitos decorativos perfectamente elegidos, y encima las tartas estaban de puta madre y yo me decía: "Una de dos, o me he caído en las páginas de una revista de decoración o esto es una película de terror y dentro de unos momentos aparacen los marcianos o los zombis o los falleros y montan aquí una carnicería y cubren de sangre esta imagen perfecta".

Pero cuando Lisa y Dani me dejaron de nuevo en el barco y me quedé solo en Estocolmo empezó a caer un diluvio de dos pares de cojones y pensé que ahora ya me tocaba arreglármelas solito y que si me viera mi madre me diría: "Ya te dije que te abrigaras más". Y es cierto que me lo dijo, pero eso es otra historia.

Un abrazo.

P.S.: sigo teniendo problemas con el teclado. Resulta que los acentos no están donde deberían estar, y me equivoco cada dos por tres. También me equivoco en otras cosas, pero eso no es culpa del teclado. Cuando veais dos enes seguidas debeis leer esa letra que sólo está en los teclados en espannol.

Carta tercera.

Hola a todos. Estocolmo se parece a Nueva York en que oyes hablar espannol por todas partes. El otro día estaba en un museo viendo un audiovisual. Suena un móvil. Un tío, en lugar de apagarlo, lo coge y dice "Diga". Yo, avergonzado de que sea un espannol. Ayer, en el ordenador del barco, tres chicas investigando en la red todos los alojamientos posibles en Suecia. Y les importaba un pimiento que hubiera cola. Eran espannolas. Peor aún para mi: eran de Valencia. Estos son algunos ejemplos de lo que te puedes encontrar. La primera vez hasta te hace ilusión. Luego ya vas escondiéndote de ellos (y en casos como este es cuando mejor viene hacerse el sueco, pero dejemos de lado este chiste malo), y más si son de Murcia, como unos que me he encontrado esta tarde.

Estocolmo se parece a Nueva York en que también tiene un World Trade Center (Nueva York ya no lo tiene, pero dejemos de lado este detalle), sólo que el de Estocolmo es de cinco pisos nada más. Lo cual demuestra que se puede ser rico y hortera a la vez (esto está sobradamente demostrado, pero dejemos de lado este detalle).

Estocolmo se parece a Valencia en que lo más bonito es el cielo. El de Estocolmo, no por el color, sino por las nubes (en Estocolmo todo está por las nubes, pero dejemos de lado este otro chiste malo). Me gusta mucho el cielo de Estocolmo lleno de nubes que son impresionantes y dramáticas, que me recuerdan los cielos de los grabados de Piranesi (pero dejemos de lado este detalle pedante).

Estocolmo se parece a El Saler en que las puestas de sol son muy, muy bonitas, y de los mismos colores. Lo que ocurre es que, por lo que veo, tres de cada dos puestas de sol vienen con lluvia de regalo, como ahora mismo. Lo de la lluvia y lo de las nubes es fácil de entender, porque a estas latitudes del hemisferio norte estamos en pleno dominio de la circulación del oeste, y ahora sí que os ruego que dejéis de lado este detalle meteorológico.

Bueno, pues mannana cojo un ferry que me llevará a una isla del Báltico y espero pasar allí un par de días. Estaremos en contacto.

Carta cuarta.

Hola a todos.

No me extranna que se vayan todos a Espanna a pasar el verano. Está lloviendo otra vez! Tengo que reconocerlo: mi madre tenía razón y debería haberme abrigado más.

Estoy en Visby, capital de la isla de Gotland. Más o menos te la venden como "la isla vikinga", porque está llena de restos arqueológicos de los vikingos, como por ejemplo, mujeres rubias de ojos azules. También hay paisajes que no están mal. Lo interesante es que es una isla a la que vienen de vacaciones las familias suecas, algún que otro crucero por el Báltico y algún que otro turista por libre. Eso me dijeron. Así que esperaba verme libre por fin del "efecto Manhattan", o sea, que oyes hablar espannol por todas partes. Embarcando en el ferry no veía más que nórdicos, así que me relajé. Pero nada más zarpar, oigo hablar en espannol a los que iban sentados detrás de mi. Debían ser recién casados, porque tenían que estar de acuerdo en todo antes de moverse: "Vamos a leer un poco, quieres?", "Vamos a hacer unas fotos, quieres?", y así durante tres horas, y yo que ya no podía más, y creo que el nórdico que iba sentado a mi lado, tampoco, pero es que ellos lo disimulan más. Pero cuando ya llegamos a "Cuánto me gustaría ahora comer unas croquetitas de las que hace tu madre", es que ya no pude más y me pasé el resto de la travesía paseando por cubierta, y eso que hacía una ventolera de tres pares de cojones. Ahora me muevo por la isla con todas las precauciones para no encontrarme con ellos.

Lo más divertido, cuando viajas, es meterte en un supermercado. Ahí es dónde realmente te das cuenta de que todo es diferente. También hay marcas blancas, como Hacendado, pero aquí tienen otros nombres, claro. Un poco raros. Pero hay una que se llama "Eldorado", así, todo seguido. Estoy aprendiendo sueco. Por ejemplo, gratis se dice "gratis", de verdad. Pero es una palabra que no sirve para nada, porque aquí nada es gratis. Ahora mismo estoy en la biblioteca de Visby, porque mi guía dice que el acceso a Internet es gratis (esto lo he dicho en sueco, no sé si lo habéis notado), pero resulta que vale 20 coronas. Bueno, tampoco es para tanto. Por cierto, Manuela, que esta biblioteca es muy bonita, con una gran cafetería en el vestíbulo. Intentaré hacer una foto para que la veas.

Os había dejado en el súper. Pues hay cosas muy extrannas. Por ejemplo, cuando vas a pagar, si pagas con monedas tienes una ranurita para que pagues ahí, como si el súper fuera una máquina de tabaco. La cajera (porque son cajeras, como en los países machistas) se me queda mirando y me dice que meta ahí las monedas. Yo lo hago y me quedo esperando a que me diga algo así como "Su compra, gracias". Pero no lo dijo, la muy antipática. Y si pagas con tarjeta, la cajera no la coge tampoco: tienes delante de ti el aparato para que la pases tú mismo y teclees el número. Total, que las cajeras solamente cogen tu dinero cuando pagas con billetes. Y las bolsas están en una caja junto a las cestas, y las coges tú mismo. Como podeis deducir de todo esto, ser cajera en Suecia es un poquitín menos cansado que en Espanna. Y luego, la variedad de pan que tienen. Entre pan negro, pan blanco y pan marrón, es que no da tiempo a probarlos todos. También mogollón de variedad de té, que lo tienen a granel, y también venden chuches a granel en el súper. Pero lo que me tiene cabreado es que el monopolio de "lo mediterráneo" lo tienen los italianos. No sólo es que por las calles haya pizzerias y trattorias por todos lados, sino que en el súper el aceite de oliva es italiano, y el jamón (será posible?), y todo lo que pueda sonar a sur de Europa es italiano. Un día veo unas cajitas muy monas, muy decoradas, que contenían unos productos italianos con sus típicos nombres larguísimos acabados en "ini". Me acerco a mirarlos bien y resulta que eran rosquilletas, así, sin más. Y los otros eran rosegons. Tal cual. La ola de indignación patriótica me arrastró al punto de que estuve a punto de subirme a la caja y gritar "Santiago y cierra Espanna!", pero me corté porque decir Espanna, así, con dos enes, queda un poco ridículo. Y si os digo que las naranjas son de Sudáfrica? Pero resulta que hay unos pastelitos típicos que se llaman "Catalan", y unas barritas de chocolate de nombre "Tarragona". Yo creo que es cosa de Carod-Rovira. Como no venga la America´s Cup pronto a arreglar esto, nos veo muy mal.

Luego, que aquí el plato nacional no es el salmón, sino las albóndigas, así que si algún día viene Marta es mejor que se traiga el bocadillo de casa (también hay que ser Machancoses para entender esto, lo siento).

Si alguien ve a Paco (de nuevo Machancoses only), le decía que me devuelven sin entregar los correos que le mando.

Me voy a ver más trozos de esta isla. Un abrazo.

P.S. Tampoco hay teclas para poner signos de interrogación y exclamación al inicio de la frase. Les hace falta a estos que venga alguien a limpiar, fijar y dar esplendor.

Carta quinta.

Hola a todos. Hoy hace bueno. No te congelas.

Las pequennas cosas son las que marcan la diferencia. Eso que llamamos eufemísticamente "cerámica sanitaria" no es Roca, sino LFO o Gustavsberger. Yo prefiero esta última porque suena muy marinero, y más con el dibujito de un ancla que lleva en medio. Además, lo de LFO quién sabe qué querrá decir. En los desayunos te ponen una cosa que se llama FIL, que es como leche, pero muy espesa y un poco agria, como si la vaca hubiera estado leyendo a Freud antes de ser ordennada. Y tienen una pasta de pescado para untar en el pan que estaría muy buena si no fuera porque está tan salada que no notas más que la sal. Y aún algo más sobre el súper: cuando tu le das los billetes a la cajera, ella no te devulve el cambio en mano, sino que la da a un botoncito para que el cambio te caiga en una bandejita y lo cojas tu mismo. Les dará asco tocar mi dinero?

No os había dicho aún que estoy en la cárcel. Bueno, en una antigua cárcel convertida en albergue, en Visby. Es tan pequennita que parece un chalet. Pero por dentro es una verdadera cárcel, con sus galerías, sus celdas y sus personajes extrannos. Por ejemplo, en la misma habitación en que estoy yo hay un australiano (lo cual ya es raro de por sí), que me dio la bienvenida y fue muy simpático y me dijo que teníamos que practicar espannol, y todo eso, y cuando vuelvo a la habitación ya no estaba. Vamos, que había recogido sus cosas y se había ido. En fin. Por cierto, que se ve que había estado en Méjico y había aprendido a decir en espannol cosas tan útiles para la vida cotidiana como "Qué pasa?", "desayuno", "cinco minutos" y cosas así.

Hoy no tengo mucho más tiempo, así que os dejo ya. Además, no se me ocurre nada gracioso que poner.

Bueno, si acaso que he decidido cambiar mi itinerario, así que en lugar de ir al sur iré al norte. Me compraré un jersey, porque supongo que hará fresquete. Es que esta gente es muy exagerada: como es verano, dejan todas las puertas y ventanas abiertas, como si estuvieran agobiados por el calor. Si los hay que se bannan en el mar y todo!, y van por ahí de noche en manga corta y chanclas. Yo creo, sinceramente, que lo hacen porque el calendario dice que es verano y hay que vestir así, pero que en el fondo están pelados de frío. Es que esta gente es muy formal.

Tampoco voy muy al norte, no creáis. Voy al centro del país, mejor dicho. A Mora, a ver el museo de Anders Zorn, que es algo así como el Sorolla de aquí. Esta comparación tiene miga, ya os lo contaré.

Bueno, besos, y decidle a Marta que también me devuelven los mensajes que le envío.

Carta sexta.

Hola a todos. Qué ganas tenía de volver a ponerme ante el teclado! Es que he pasado tres días moviéndome mucho de acá para allá y no he tenido tiempo. Pues,qué os voy a decir. Creo que la imagen que tenía de este país está desmoronándose. Imaginaos que el otro día un autobús llegó cinco minutos tarde, y en la misma parada había una botella vacía tirada en el suelo. Ya decía yo.

Volví a ver al australiano en el barco que nos devolvía a Estocolmo. Resulta que si llevaba dos días desaparecido del abergue no era porque se hubiera vuelto a casa: es que estaba de fiesta, el tío. Como dice la canción: "No estaba muerto, que estaba de parranda". Es lo que tienen los albergues, que conoces gente. Por ejemplo, he descubierto que los japoneses no roncan como el resto de la humanidad. Para empezar, lo hacen a traición (raza cruel), porque me aseguraron que tardarían en dormirse. Uno de ellos roncaba de tal modo que no sé cómo describirlo. Cómo describirlo? Roncaba el tío poniendo en ello la concentración del cultivador de bonsais, la determinación del kamikaze, la fuerza de voluntad que hizo posible el milagro económico japonés. Yo intenté combatirlo con uno de mis famosos conciertos de tripas. No hubo nada que hacer: nosotros no somos nadie, decadentes occidentales, frente a estos samurais del ronquido. Nuestra civilización está perdida, y ellos lo saben. Sólo nos quedaba Suecia, y va y el autobús llega cinco minutos tarde.

Luego me fui al interior. Una de esas zonas tan bonitas, con un lago en medio, y bosques de abetos, y casitas rojas y blancas entre los abetos, y barquitos de vela navegando por el lago, y un tren subiendo y bajando entre la falda de las montannas y la orilla del lago, y césped y vaquitas paciendo, y todo tan bonito que parecía la maqueta de un tren eléctrico, tanto que tuve que rascar una montanna para asegurarme de que no era de corcho blanco. Y cuando el jefe de estación bajó el brazo, casi me da un infarto: había llegado a creer que era una figurita de plástico.

Hablando de infarto: hay aquí por todos lados unos cartelitos de dirección en los que pone "INFART". Yo, por si acaso, por ahí no voy. Seguramente no es nada malo, pero qué queréis, luego que no me digan que ya me avisaron. Es que hay cosas muy extrannas en Suecia. Por ejemplo, hay que tener mucho cuidado con las puertas, porque muchas se abren solas. No sólo es el susto que te pegas. Es que si estás en el lado equivocado te pueden quedar las narices un poco dannadas. Y de las que tienen cerradura, la mayoría se abren al revés. Luego, que a la gente le gusta mucho ir descalza. A la que te descuidas, se quitan los zapatos, estén dónde estén. Y el revisor del tren ni les rinne ni nada. Y hay mosquitos de tamanno tropical, que no sé si les pasa como a mí, que están de turismo, o es que son de aquí.

Ahora ya me dirijo a la última etapa del viaje. Ya veremos si me da tiempo a enviar alguna crónica más. Pero antes de despedirme no puedo dejar de responder a las cartas de algunos de mis lectores.

1. Querido N.C.: respecto a lo que me dices de conocer a las amigas de Lisa, te contesto que ya te puedes ir olvidando, y te aconsejo que te concentres en objetivos que estén a tu alcance. Verás cómo eres más feliz.

2. Querido L.B.B.: respecto a lo que pide nuestro desinteresado amigo, le puedes decir que ya había pensado en ello, aunque no se lo merece.

3. A muchos que me habéis dicho lo mismo: escribo "nn" y no "ny" por motivos etimológicos: la letra esa espannola que no puedo escribir es en realidad la abreviatura del latín "nn".

4. Querida H.P.M.: no te pongas a favor de los italianos, por favor. A pesar de eso, no te borraré de la lista de corresponsales.

5. Querida cunnada: no puedo ni escribir correctamente la palabra que define tu status, porque no tengo nn


P.S. A mis queridas restauradoras: teníais que haber visto la exposición que vi en la Biblioteca de la Universidad de Uppsala. Nada menos que el Codex Argenteum, un manuscrito escrito en Ravenna a principios del siglo VI, en tinta de oro y plata sobre vitela tennida de púrpura. Uno de los libros más valiosos del mundo, y seguramente el más valioso de Suecia. Obviamente me queda aún algún rasgo de restaurador, porque lo primero que hice fue ponerme a observar la instalación a ver en qué podía criticarla. Pero estaba bastante bien, con esos famosos 50 lux o menos, y luces que se encendían con un sensor cuando uno se acercaba y todo eso. Por cierto, no os traigo ni siquiera una postal, a ver qué os habíais pensado.

Carta séptima.

(Esta la he perdido, así que si alguien la conserva que sea tan amable de enviármela. Y si se ha perdido para siempre, pues, ¡peor para la Historia de la Literatura!)

Carta octava. Epílogo.

Bueno, pues ya estoy de vuelta. De nuevo en la realidad. Me quedan un montón de cosas que contar, claro. Por ejemplo, lo de los semáforos. Siempre que te pones cerca de un semáforo se oye un ruidito metálico. Es como un golpe dado con un martillo. Pasa en todos los semáforos de Suecia, hasta en los pueblos más pequeños, esos tan pequeños en los que no hay casi tráfico y te preguntas por qué habrán puesto aquí un semáforo. Es como si dentro del semáforo hubiera un chinito golpeando algo metálico con un martillo. No creo que sea así, la verdad, porque estos suecos son muy respetuosos con las minorías étnicas. Lo que pasa es que el ritmo del ruidito cambia según está el semáforo en verde o en rojo, seguramente para que se enteren los ciegos, que no son exactamente una minoría étnica pero también tienen sus derechos, pobrecitos. Lo que no hay en Suecia es cupón de la ONCE, todo hay que decirlo.

Mi experiencia con el retrete ecológico sin agua en la casita del bosque no la puedo contar aquí. Eso es para contarlo en persona.

Y en fin, vuelvo a estar en Valencia y me entero nada más llegar de que ha habido un incendio en El Saler, y pienso en lo mucho que cuidan los suecos la naturaleza y también pienso que aquí vamos de carrera a convertirnos en un desierto y por un momento me dan ganas de volverme. También porque esta semana se preparaba una fiesta en la casita del bosque con los amigos y amigas de Mikael, el hermano de Lisa, y me parece que era la oportunidad para conocer alguna sueca de mi talla. No me he traído ninguna porque viajaba con la mochila y no es bueno ponerse tanto peso a la espalda, que luego se resiente y son lesiones que nunca se curan del todo. Luego quise que me enviaran una o dos por correo, pero salía tan caro en sellos que me lo pensé.

Y además, ya no tenía ganas de volver a viajar, después del estrafalario viaje de vuelta que duró casi 24 horas. Es culpa mía por falta de organización. Terminaba mi viaje en Göteborg, pero el avión de vuelta lo cogía en Estocolmo. Y en Londres tenía casi nueve horas de espera entre un avión y otro. La próxima vez me prepararé mejor el viaje, lo juro. Al menos, entre vuelo y vuelo, pasé unas horas en Cambridge. Está muy cerca del aeropuerto de Stansted, y así me lo dijo Mikael, que es que estos suecos se las saben todas.

Muchas gracias a Dani y a Lisa por todo. Espero volver de visita pronto. Mi última imagen de ellos en Suecia es muy entrañable: los dejé en un bar de futboleros, con unas cervezas en la mano y gritando como si fueran españoles mientras veían un partido del Valencia. Luego me he enterado de que el Valencia perdió, pero me parece que en el fútbol el resultado es lo de menos, que lo bonito es gritar mucho.

Hasta la próxima serie, un abrazo a todos.

P.S.: Querido N.C.: efectivamente, N.C. eres tú.








domingo, 16 de abril de 2006

Hola. El otro día les contaba yo a mis alumnos que el homo sapiens es un animal. Y ellos, por lo tanto, también. No les digo estas cosas por maldad, sino porque se trata de un contenido curricular. El caso es que se levantó una lógica ola de indignación y hasta el Kevin se sintió necesitado de decirme:

- Maestro, yo no soy un animal.

Yo me sentí necesitado de contestarle:

- Pues por la hostia que le has metido al Christian en el recreo no diría yo lo mismo.

Pero, en fin, me contuve y me fui por las ramas de la evolución y la selección natural, absteniéndome, eso sí, de cualquier referencia a la teoría del diseño inteligente, que nada más que les faltaba eso a estas nuevas generaciones de la clase obrera que se están criando la mar de reaccionarias y tal.

Hablando de selección natural, lo que ocurre es que me parece que el que se extingue sin remedio soy yo. Por un lado, porque parece que nadie se anima a seleccionarme para lo que es natural. Por otro, porque me siento cada vez menos adaptado al medio. Lo mío, eso sí, es un caso de inadaptación espacio-temporal. Diréis que cómo es posible eso, precisamente en un licenciado en Geografía e Historia. ¿Habrá alguien más consciente del espacio y del tiempo? Pero, mira. Son cosas que pasan.

Mi mala adaptación la estoy sufriendo especialmente en estos días festivos. La verdad: yo no sé si a todo el mundo le pasa lo mismo que a mí, pero yo es que me doy cuenta de que no sé gestionar el tiempo libre y hay que ver lo que esto me angustia. Se supone que vivimos en la era del ocio y si no sabes manejarte con tu tiempo de ocio resulta que lo tienes más crudo (evolutivamente hablando) que un loro en Groenlandia durante la Edad de Hielo, uno o dos. Esta es mi inadaptación temporal. Vale, sí, ya sé que ese es el menor de vuestros problemas, y que todos estáis la mar de ocupados con la educación de vuestros hijos, pero como yo me voy a extinguir, pues tengo mis propios problemas y esto es lo que hay. Por cierto, que antes de seguir voy a pediros perdón y comprensión a todos. Lo digo porque quiero que sepáis que ahora estoy teniendo esas tan envidiadas vacaciones de profesor, aunque puedo aseguraros que no las estoy disfrutando nada de nada. Este es el problema, precisamente: una especie viva (yo) que no sabe aprovechar las oportunidades (dos semanas de vacaciones) que le ofrece el medio (la Conselleria de Educació), pues está claro que tiene los días contados. Noto ya la indiganción de todos aquellos que habéis vuelto al trabajo, y lo comprendo. Pues esto no es nada: pensad que este jueves me marcho de viaje a Viena, la ciudad en la que se inventó la tarta Sacher (por eso voy) y en la que, además (para mí sólo como atractivo de segundo orden) vivieron Fisher von Erlag, Mozart, Schubert, Beethoven y la anoréxica de la emperatriz Sissi. También el déspota de su marido Francisco José, aunque en la película sólo sale su vertiente de galán y príncipe azul. Para mí, el mejor de la peli era el padre de la novia, que era un noble terrateniente de provincias la mar de campechano, simpático y vividor, que es lo que me gustaría ser a mí.

Interrumpid por un momento vuestras maldiciones y escuchad mi análisis. No es muy darwiniano, precisamente, pero quizá sirva para que me perdonéis. Si no os convence, al final podéis mandarme al blog todos vuestros insultos. Los recibiré con sumo placer, aunque esta sea una actitud evolutivamente inexplicable.

Mire usted: lo peor que hay es compararse con los demás, y yo creo que esa es la primera fuente de mis angustias. A mí es que desde siempre me parece que todo el mundo se lo monta mejor que yo y he ido por ahí obsesionado por saber la gente a qué dedica el tiempo libre. Por ejemplo, llega un puente y aparecen debajo de las piedras los que tienen unos días de reserva en una casa rural. Resulta que la tenían desde hace tres meses. Y yo me quedo en casa diciendo "¿Qué hago aquí encerrado perdiendo la oportunidad de pasar por ahí unos días deliciosos?". El año pasado, al darme cuenta, estuve a punto de coger y marcharme a Córdoba, que dicen que está muy bien y encima ya estoy harto de explicar en clase la mezquita (la que tienen ellos) sin haberla visto nunca. Eso me da cierta sensación de vendeburras que es un poco desagradable. Bueno, pues pasó que no me animé al pensat i fet y me quedé en casa. Todo esto demuestra, por cierto, que
además de ser muy poco de esta época también debo ser muy poco valenciano, porque valenciano de soca parece que es el que lo hace todo sin pensárselo dos veces. O sea, que me encuentro doblemente inadaptado: en el tiempo y en el espacio. Eso me recuerda, por cierto, a esa intervención del guardia civil en la película Airbag que es el mejor momento de todo el filme.

Esa (la torpeza para planificar mi tiempo) es una de las fuentes de mi desazón. Dicen que una de las habilidades sociales que adquiere el funcionario es el control del calendario, o sea, que a comienzos del 2006 te sabes de memoria todos los puentes que hay de aquí al 2015. Yo no llego a tanto. Será que me falta experiencia, pero como me voy a extinguir me pregunto si me dará tiempo a adquirirla. La segunda fuente de problemas es la sensación de que tengo siempre muchas cosas que hacer y no puedo permitirme el tiempo libre. Ahora mismo, y no lo digo por joder, me da la sensación de que no me puedo ir a Viena, de tantas cosas que tengo pendientes.

Y, ¿cómo es que tengo tantas cosas pendientes? Pues, a su vez, por dos razones. Una es que allá por septiembre, cuando los profes nos organizamos el curso que está a punto de comenzar, sufrí un repentino ataque de autoestima y me apunté a tantos cursillos y actividades que ahora no doy abasto. Y esto es culpa de la psicología, que si me hubiera dejado en mi tradicional estado de complejo de inferioridad, en el que me siento tan a gusto (y tan adaptado, por cierto), ahora podría yo irme por ahí al cine, a comer con mi mamá o a tomar el sol a la playa. Pero es que esto de manipular las conciencias es muy peligroso, tanto o más que manipular las células madre, y me pregunto a qué está esperando la conferencia episcopal para lanzar su anatema contra el colegio de psicólogos.

La otra razón que explica mi apretada agenda es que no sé gestionar el tiempo libre. Sí, ya sé que ese es el planteamiento mismo del problema y no puede, en buena lógica, ser también la explicación, pero, a mí ¿qué? Lo único que es cierto es que se me pasan las horas sin que me dé cuenta de qué he estado haciendo. Soy la única persona en el mundo que no utiliza la agenda para anotar qué va a hacer sino para anotar qué ha estado haciendo. Al llegar el fin de semana me gusta pasar un mal rato lamentándome del tiempo perdido. Por eso he dicho tantas veces que yo tendría que haber nacido ocioso aristócrata en tiempos menos acelerados, y quizá esa es la razón última de que me sienta tan poco representativo de mi tiempo y de mi espacio. En lugar de valenciano de clase media de los siglos XX y XXI, maharajá indio en el siglo XIX. Por ejemplo. Lo que está claro es que soy como una reliquia viva de otros tiempos. Por eso
Parque Jurásico es y siempre será mi película favorita y lloro tanto cuando muere el velociraptor.

Por la misma razón mi gran héroe es H.G. Wells, el de la máquna del tiempo, que es el invento que a mí me gustaría probar. Por cierto, que tengo mi propia teoría sobre la máquina del tiempo y las posibilidades de que
pueda existir un invento así, pero ahora no la explico porque, como podréis comprender, no tengo tiempo y no voy a perderme en más explicaciones si no me las pedís.

Así que me despido con un rápido saludo para todos aquellos que volvéis al trabajo. Y no lo digo por joder, lo juro una vez más.


domingo, 9 de abril de 2006

Hola. Esta es una maravillosa mañana de domingo y aquí estoy: llevo levantado desde las siete, que ya es exagerar, y ya he hecho un poquito de deporte (sin exagerar) y me he tomado un desayuno en una terracita muy mona de la playa (pero con unos precios...). La verdad es que da gusto aprovechar una mañana así, y esto me recuerda que una vez un amigo mío dijo que uno se hace mayor cuando se da cuenta de que la señorita Rottenmeier tenía razón y Heidi era una maleducada insoportable. También podría añadirse algo sobre lo que uno imagina que haría Pedro con las cabras, allá por los montes perdido, pero sobre esto último no voy a poner aquí nada porque me parece de mal gusto y, sobre todo, porque no es una ocurrencia graciosa ni original. Se trata del típico chiste grosero que no le va a este blog, que aspira a ser aceptado en la high society y a pasearse por la Côte d'Azur. Esta querencia mía por la nobleza no es clasismo sino glotonería, porque desde pequeño me llamó mucho la atención eso de que la alta sociedad fuera la crème de la crème y, claro, yo me imaginaba la vida de la jet-set así como si fuera un eterno pasar los días en un exquisito salón de té. Mi abuelo me llevaba los domingos a una antigua pastelería en la calle de la Paz y, aunque ya no existen la pastelería ni mi abuelo, a mí se me ha quedado en la cabeza que la decoración barroca y empalagosa de aquella pastelería (necesaria, por otra parte) era la quintaesencia del poder y la elegancia. Por eso me parecen horteras los despachos con muebles de aluminio y cuero negro y barriobajeros los edificios municipales de hormigón y vidrio.

No me va el estilo moderno, ya se sabe, aunque tampoco me vuelve loco lo románico. Mi amigo Javier era capaz, cuando hacíamos el Camino de Santiago, de andar tres kilómetros más para ver una ermita del siglo XI, pero a mí lo que me llamaba de verdad era un baño de pies y un buen colacao. "Pero, ¡si tú eres licenciado en Historia del Arte!", me decía él. Y yo le contestaba: "Pues por eso mismo". Las ermitas románicas, vista una, vistas todas. Es cierto, digáis lo que digáis, y es lo mismo que pasa con las canciones de Presuntos Implicados, que son todas la misma canción. Lo mío es lo barroco, entonces, y no es cuestión de estética ni de gustos artísticos, sino de fascinación por el poder. Lo barroco y lo dulce, todo junto, es lo que me pone a cien, y por eso me voy de vacaciones a Viena, a comer tarta Sacher, si puedo, en la iglesia de San Carlos Borromeo. Es curioso el nombre de este santo, que parece la unión de dos de las acciones que más hago en el instituto: borro y meo.

Perdón. Bueno: a lo que iba es que a mí, lo que me hace sentir mayor, son cosas como esa de la Rottenmeier que decía antes. O lo de madrugar el domingo. Eso sí que es definitivo, porque implica más el cuerpo y exige un cierto planning, algo que no es necesario en absoluto para odiar a Heidi, mofarse de Mazinger Z y cagarse en el mono Amedio. Anoche, a las once, ya tenía el pijama puesto, y si eso no es señal suficiente del paso del tiempo, qué me decís si os cuento que el ejercicio que he hecho ha sido pasear durante un par de horas por la orilla de la playa. Nada de jogging ni nada de eso, ni squash ni paddle ni nada. Andar, como los jubiletas. ¿Y si os cuento que lo que me motiva de verdad al madrugón es el desayuno que me tomo en el chiringuito de la playa? ¡Qué sensación de madurez da eso de levantar la mano y decir al camarero: "Chico: un pincho de tortilla y una caña"! Bueno, caña no pido porque la cerveza me da náuseas y encima es que es muy poco barroca, pero es cierto que mola decirlo. La verdad es que lo único que me falta es comprar el cupón de la ONCE, pero eso, por el momento, prefiero dejarlo para más adelante.

Lo que sigue adelante son las celebraciones por la preñez de mi cuñada. Ayer tarde estuve en su casa en compañía de tíos y primos y me la pasé zampando como un cerdo donuts de chocolate y coca de pasas y nueces. La coca de pasas y nueces, el panquemao y las coques escudellades son para mí la quintaesencia de la gastronomía valenciana, y que se quiten de en medio la paella, el arròs al forn y demás zarandajas. Pero de eso ya hablaremos otro día. Lo importante por el momento es que volví a casa con la barriga hinchada y que quizá eso, ahora que pienso, fue lo que más influyó en la decisión de no salir. Es que con un plato de dulces delante yo pierdo el oremus y eso, a decir verdad, es señal de inmadurez. Así que va a resultar que si madrugo los domingos y me acuesto pronto los sábados es por inmadurez y no por hacerme mayor.

Pero, bueno, eso no se lo cree nadie, aunque como premio de consolación no está mal. Se non é vero é ben trobatto, como dicen en mi pueblo.

Besos.

miércoles, 5 de abril de 2006

Hola a todos. Ya os tengo dicho en más de una ocasión que el abajo firmante es un tipo con clara tendencia a la inactividad física, que es lo mismo que decir que es un vago redomado, y que encima la Madre Naturaleza va y le regala un metabolismo tan cachondo que si no duerme sus nueve horas diarias es que no va cara al aire. Y a ver quién va a dormir nueve horas diarias. Desde luego, no un ciudadano adulto de esta civilización occidental postindustrial. Lo cuento así, en plan científico-descriptivo, porque parece ser que ahora que he vuelto a escribir mi blog empiezan a leerme gentes de alto nivel intelectual y yo, claro, no quiero defraudar. Así que voy a darle a esto un tonito así como cultureta y por eso tengo que pediros perdón a mis lectores de toda la vida, que no es que seáis ignorantes, no, sino que sois más bien como soy yo: enteradillo más que intelectual fetén, de esos que lo que sabemos de Historia es porque de pequeños vimos Érase una vez el hombre. Va por vosotros.

Total, que iba a decir que he leido en algún sitio que dicen que el Paleolítico fue la verdadera Edad de Oro de la Humanidad, que no había diferencias de clases sociales ni necesidad de cumplir con un horario de trabajo. Por lo visto, tú cazabas tu ración de carne para el día y ¡hala!, a dormir la siesta. Y eso de dormir mucho, claro, entonces podría hacerse pero desde entonces ya nunca más ha podido ser, porque es que vamos todos de culo y no tenemos tiempo para ná de ná, unos porque tenemos que trabajar y otros tienen que contar fajos de billetes. Estos últimos han sido en otros tiempos marqueses y nobles, luego industriales y naranjeros y ahora son alcaldes de pueblo y concejales de urbanismo. Y como en la Edad de Oro nadie se hipotecaba para pagar la cueva, pues andaban todos la mar de tranquilos. No es que esté diciendo lo de Zerzan [¡ojo, que esto es un toque cultural!], que nos hagamos todos cazadores-recolectores, sino que a lo mejor es cierto eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, como dijo Jorge Manrique, autor, por cierto, de La vida es sueño [estoy que me salgo de intelectual].

Que la vida es sueño es una gran verdad, y si no que me lo digan a mí, que he llegado a quedarme dormido de pie, y no exagero. Me pasó en un vagón de metro una madrugada durante la Aste Nagusia [y más cultura], o sea, la Semana Grande, o sea, las fiestas de Bilbao, y me desperté porque al quedarme dormido se me doblaron las rodillas y casi me estampo la cara contra el suelo. Mi dignidad no sufrió nada porque los demás ocupantes del vagón estaban también absolutamente empanaos y no me vieron claudicar. No sé porqué será, pero el año pasado estuve otra vez en Bilbao y también me quedé dormido en el metro. Si ya me quedaba sobao visitando el País Vasco antes de la tregua, no quiero ni pensar lo que será cuando todo se pacifique: tendré que viajar en litera, como Julio Cesar en la Via Appia [cultura, cultura y cultura].

A todo esto, con tanto dato y tanta erudición, casi pierdo el hilo y se me va el santo al cielo y no os cuento lo que os iba a contar: que para vagos como yo no hay más que dos soluciones: o ser muy rico, pero rico riquísimo que no sabes ni cuánto dinero tienes, o trabajar mucho y tener tantas obligaciones que no puedes permitirte el lujo de parar. Son caminos incompatibles, porque ya se sabe que uno nunca se hace rico trabajando, que la riqueza como llega es por la herencia o por el PAI. Es que estoy un poco sensibilizado por lo de Marbella, y es que me parece muy mal que los hayan detenido, porque estoy seguro de que ese camino nos lleva de cabeza a la anarquía: como haya que detener a todos los políticos corruptos, ¿quién va a gobernar este país? De verdad que los jueces no han pensado bien las consecuencias de sus acciones. Que lo habrán hecho con buena intención, no lo dudo, pero como sigan así nos llevan de cabeza al desastre.

Y lo que es peor: como venga la anarquía, con el ruido que meten siempre los anarquistas y las revoluciones, ya me puedo despedir de dormir mis nueve horas. Yo siempre he sido más partidario de la no-violencia y de las huelgas de hambre, por lo discretas, que a lo mejor tu vecino está de revolución no violenta y tú es que ni te enteras. Y eso, la verdad, es todo un detalle por su parte. Dicen que nueve de cada diez dentistas recomiendan las huelgas pacíficas, y a ese coro me uno yo y también dentro de poco mi hermano y mi cuñada, que van a ser padres y querrán que su retoño se duerma en paz y tranquilidad, y por fin he llegado a lo que quería deciros: que voy a ser tío otra vez y esa es la gran noticia de la temporada.

Aún no sé si será niño, niña o concejal de urbanismo, pero lo que le deseo es que nazca con un metabolismo un poco menos perezoso que el mío, porque con los tiempos que se avecinan va a estar cada vez más difícil conciliar el sueño. Eso, o nos volvemos todos a la Edad de Oro. Que es, por cierto, un pub bastante majo y cultureta en Ciutat Vella, del estilo de los que me ayudaron a conciliar el sueño durante la Aste Nagusia.

Besos y tened cuidado, que anda Quique por ahí.