lunes, 20 de julio de 2009

Al final, con eso de la integración pasa lo que pasa: que puede que hasta le veas al pueblo las cosas buenas. El mío será pequeño, de acuerdo, pero hay que reconocerle que no tiene piscina, videoclub, gimnasio ni cine. Tanta escasez de oferta educativa tiene algo bueno, y es que no se siente uno culpable si se aburre, que es una situación realmente terrible. Siempre que me pasaba eso a mí -y no eran pocas veces- tenía que venir un adulto a decirte que, la verdad, era increíble que pasara, que él, o ella, de joven no se aburría jamás, porque siempre tenía algo que hacer o se encuentra, de vez en cuando, paseando por el campo. Hay que ir con cuidado con ello porque pasear por el campo los días que salen buenos podría ser bueno para la salud. El otro día -será por eso del aburrimiento- caía yo en la cuenta de que se llama Bill Gates (que significa puertas) el dueño de Windows (que significa ventanas). No sé yo si habrá alguna relación entre el software y la construcción, o es que en el subconsciente de este señor hay genes de concejal de urbanismo. Ya sé que esta reflexión no ayuda a nadie, pero son las cosas que pasan cuando no sabes qué hacer.

domingo, 5 de julio de 2009

A mí también, cuando era pequeño, me pasaba como a los hijos de mi vecina: que me gustaban mucho las películas de piratas. Yo veía las que podía cuando las ponían por la tele, pero ellos -los niños- acaban de darse, por lo visto, una sesión muy intensa de cine en DVD. Lo sospecho porque de un tiempo a esta parte todo es jugar a que el mayor es Jack Sparrow y el sofá es La Perla Negra. Será que mi imaginación no vuela tanto como la suya: el caso es que me lo cuentan y todo lo que se me ocurre es que el sofá no parece un barco, pero -mira- negro sí que lo van a dejar. Y ya no pienso en legendarias travesías por los mares porque hace tiempo que me cuesta ver el lado romántico de la piratería de cualquier clase. Por un lado, porque me parece que no está bien eso de ir por ahí robando a la gente y dándoles palizas -que eso y no otra cosa es lo que hacían-: que en el siglo XVII ellos eran las bandas de albano-kosovares que hoy se dedican a asaltar chalets y dar palizas a sus ocupantes. No es de extrañar que acabaran casi todos en la horca. Por otro lado -por si lo de antes no bastara para perderles la aficción- tampoco me gusta nada esa manía suya de atesorar bienes en forma de oro, moneda y joyas y enterrarlos por ahí. Siempre ha sido esa una actitud -la de restar liquidez al sistema- nefasta para el desarrollo económico. En el siglo XVII ellos serían los concejales de urbanismo y los cofres del tesoro esas bolsas de Mercadona llenas de biletes de quinientos que dicen que algunos de estos personajes entierran en sus casas.

Si es que toda la culpa es de la literatura y del cine. Escribió uno aquello de "Con cien cañones por banda", y quedó inaugurado este gran malentendido. Imaginad que de aquí a doscientos años los poetas escriben sobre concejales de urbanismo -"Con cien cohechos por banda"- y los héroes de los niños son jefes de bandas de asesinos. Ítem más: que juegan a bandas de concejales de urbanismo albano-kosovares.

Poco predicamento, pues, debería quedarle ya a la piratería. Pero los hijos de mi vecina acaban de ver, al parecer, toda la serie de los piratas del Caribe y no puedo evitar que piensen en clave romántica. Si os cuento todo esto es para explicar por qué me he puesto a escribirles un cuento de piratas. Veréis: a veces los niños y yo nos intercambiamos mensajes. Nos dejamos en la puerta de casa, cogidos con un trozo de celo, papeles con mensajes. Una vez, por ejemplo, les dejé uno en que les retaba a completar un cuento inacabado. Y lo hicieron, y no mal del todo. El otro día, al volver a casa al comienzo de mis vacaciones, les dejé uno que decía, más o menos, "Tened cuidado. He vuelto", y les dibujé además -sin saber lo que iba a desencadenar- una calavera con dos tibias cruzadas. Es que yo no lo sabía. Ahora, todas sus respuestas vienen firmadas por un tal Jack Sparrow y sus compinches, que me atormentan con que no me tienen miedo y con que su barco es mejor que el mío: total, porque -nueva imprudencia- les había escrito que mi barco, El calcetín volador, tenía freno, marcha atrás y aire acondicionado en todas las habitaciones.

En fin, que la cosa ha cogido vuelo y les he escrito el primer capítulo de un cuento de piratas. Esta vez, en lugar de cogerlo con celo en la puerta lo he deslizado por debajo. En espera de su contestación, voy preparando el segundo. Y -por esto el presente post- os los voy a enviar a vosotros también: así mato dos pájaros de un tiro.

Felices vacaciones.