miércoles, 28 de diciembre de 2005

Hola. Ya os habréis dado cuenta de que esta entrega, quiero decir, este post, llega con un poco de retraso. Bueno, si es que hay alguien que siga este blog. Y no digo yo que no los haya, que todo puede ser y, como dijo el torero, "hay gente pa tó", y si me hallo tan contento y si me atrevo a presumir de autor con fans es porque me he encontrado con un nuevo mensaje de ya-sabéis-quién, que hacía tiempo que no daba señales de vida. Yo me alegro de que esté bien y hago votos por que no vuelva a desaparecer de nuestras vidas, puesto que le da vidilla a este tinglado. A lo mejor es que se había ido de viaje.

Por cierto, que de viaje me he ido yo también y esa es la razón del retraso. Es curioso: parece que al viaje le haya de acompañar siempre la palabra "retraso", pero hay que reconocer con orgullo que este país ya no es lo que era y los trenes que he cogido no llevaban retrasos ni overbooking. Lo que sí tenían es aire acondicionado. Lo del aire acondicionado es que me ha fastidiado la poesía de los viajes, porque me sienta fatal y donde antes podía mirar extasiado por las ventanillas los paisajes de nuestra España interior, ahora me toca ir al baño a vomitar. Y mira que es difícil vomitar en el retrete de un tren en marcha. Se parece a un deporte aún no inventado que combinara riesgo y precisión: riesgo por el peligro de caer por una sacudida del convoy y precisión para acertar en el lugar. No me extenderé en detalles porque aquí pretendemos cultivar el humor blanco. No veáis racismo en esto, por favor. En lo que hay que fijarse es en el hecho incomprensible de que en el interior del vagón estuviera encendido un aparato que mandaba rachas de aire frío, cuando estábamos en pleno temporal de aire siberiano. Esto sí que es un escándalo, y si yo fuera una persona conflictiva y reivindicativa me iría ahora mismo a liarla a la sede de la Renfe y a exigir que me paguen las couldinas. Pero cómo lo voy a hacer si hoy mismo me han tangao dos euros y no me he atrevido a decir esta boca es mía. Si es que he nacido para ser del pueblo.

Además, no tengo arrestos para quejarme del frío después de la que le organicé a mi prima, que casi la mato de una pulmonía. Resulta que quedé con ella en que nos veríamos en la entrada de una exposición que hay en Madrid sobre los faraones y sus momias, o las momias y sus faraones, y a continuación cojo y llego una hora tarde. Cuando la vi estaba de color azul y temblando de arriba abajo, ella que está acostumbrada a los rigores del clima mediterráneo de matiz continental. Yo me sentí fatal, claro, así que reaccioné como se debe: empecé a buscar el modo de echarle la culpa a otro. La verdad es que lo tenía fácil: decir que había llegado tarde porque la hija pequeña de la amiga que me alojaba y llevaba en coche se había cagado justo antes de salir de casa, y ya se sabe que no se puede hacer planes con niños. Sólo me faltaba encontrar una forma elegante de decirlo. Me entretuve en eso porque es muy importante la forma de decir las cosas. Es mucho más importante el Cómo que el Qué, supongo que ya lo sabíais. Y más cuando un adulto hecho y derecho se propone quitarse las culpas de encima y cargárselas a un bebé de 14 meses. Iba a decir "indefenso bebé", pero es que tendríais que haber olido el pañal.

Entre vómitos y pañales me está saliendo un post un poco cochino, y eso es algo que a nosotros los bloggers no nos gusta nada, porque nuestro mundo digital es pulcro y aséptico, y no hay insectos y ni siquiera los virus dan asco. Además, que lo que yo quería hacer hoy era contaros mi viaje y cómo me había sentido tan lejos de mi CPU y de mi blog. Y ahora ya no me queda mucho tiempo.

Pero voy a intentar acabar con lo del tren, por lo menos, y lo demás el próximo día. Pues que el tren de vuelta lo perdí por salir tarde, y encima tuvo que ser mi prima, la misma de la pulmonía, la que arriesgó la integridad física y emocional de su coche para dejarme a tiempo en la estación. Yo le decía que estuviese tranquila, que si no me iba en ese tren me iba en el siguiente. Y así fue. Lo malo es que el tren que cogí puso en la tele, justo cuando estaba yo cenando, un reportaje sobre momias egipcias de animales, y la verdad es que pocas cosas hay en el mundo que a mí me den más asco que las momias. Me diréis, y con razón, que dónde iba yo, entonces, a ver una exposición de momias. Pues os confieso que por eso fue que cuando mi prima me dijo que me tocaba a mí guardar el sitio en la cola mientras ella iba a tomarse un café calentito, le contesté que yo también iba y que a la cola que le fueran dando, que total, con ese frío, no valía la pena quedarse. Y por eso creo que conducía tan rápido por las inhóspitas calles de la ciudad invernal: para perderme de vista cuanto antes.

Y yo, en el tren, entre las momias, las prisas y el aire acondicionado, ¡hala!, a pasar el viaje en el retrete. Creo que me lo pensaré dos veces antes de volver a alejarme de mi blog.

Pues eso es todo. Otro día sigo. Por cierto: si las fechas del blog no delatan el retraso, es porque las manipulo. Me siento poderoso en mi mundo digital y por eso bajo poco. Feliz Año Nuevo.


miércoles, 21 de diciembre de 2005

Hola a todos. Ya sabéis que no me gusta hablar de fútbol ni de política, porque son cosas de las que no entiendo y además te hacen parecer mayor de lo que eres. No quiero decir con esto que el fútbol y la política engorden o provoquen la caída del cabello sino que, por lo que yo veo en el bar del instituto, los jóvenes de lo que hablan en los bares es de qué van a hacer este fin de semana y de que al Kevin ya no le gusta la Yénifer y de qué cabrón el de lengua que me ha suspendido sin motivo con un tres de nota media. Y a mí, la verdad, me gusta parecer joven. Hombre, el fútbol y la política, por decir la verdad, lo que pueden provocar es algún infarto y repentinos incrementos de la cuenta corriente, pero ya he dicho que no me gusta hablar de estos temas, como tampoco de coches ni de ajedrez. En resumen, que no me gusta hablar de lo que no sé y por eso durante mucho tiempo mucha gente pensó que yo era mudo, cuando en realidad lo que soy es muy ignorante.

Pero si hoy rompo mi silencio y me bajo de la Red de Redes es porque tengo muchísimas ganas de contaros que he estado en una manifestación. Bueno: ¡si hasta he sostenido una pancarta! Esto último me ha costado un poco porque se me cansaban los brazos y porque había fotógrafos cerca y me daba vergüenza que me vieran en el periódico al día siguiente. Lo del cansancio de brazos ha sido porque era una pancarta muy rudimentaria que no tenía armazón ni mango ni nada, y por ese motivo creo yo que me la han pasado a mí, no porque tuviera yo cara de ardor guerrero, sino porque la tengo de pardillo. Todo ha sido porque al manifestante que llevaba la pancarta antes que yo se le han desatado los cordones de los zapatos y ha tenido que agacharse, y antes de que yo pudiera reaccionar me ha puesto en las manos una sábana con mensaje y toda llena de agujeros. Siempre me han llamado la atención esas pancartas hechas con sábanas agujereadas, y me pregunto qué fue primero, si el agujero o el mensaje. Vamos, que si es que escogen la sábana porque está rota o la rompen adrede, después de escribir encima. Se lo podría haber preguntado al de los cordones desatados, porque estoy seguro de que ese se las sabe todas, en lo tocante a manifestaciones. Me he dado cuenta de esto cuando la manifestación ha terminado y el tipo no ha venido a recoger su pancarta, esa que yo le tenía que aguantar "sólo un momentito, por favor, mientras me ato". Atarlos corto, eso es lo que hay que hacer con gente así, hombre, que le quitan
a las manifestaciones todo su encanto y seriedad y cómo quieren que haya contestación social y espíritu crítico si no puedes fiarte ni de tu compañero de manifestación. Y para colmo la sábana no me servía para lo que sirven las sábanas, porque estaba -ya os podéis imaginar- toda manchada de tinta y llena de agujeros.

En realidad el encanto de las manifestaciones es, como dijo aquél, que conoces gente y que se crea un pequeña y provisional comunidad de personas reunidas ad hoc por no se sabe a veces qué, pero que da lugar a un encuentro humano muy reconfortante. Quitando el caso del desertor de la pancarta, la manifestación provoca situaciones de grata camaradería y favorece la ruptura de barreras sociales. Yo, por ejemplo, en la de hoy he ayudado a una ancianita a bajar unas escaleras, porque yo soy muy educado y porque
me ha parecido peligrosa la combinación "escalera resbaladiza" más "ancianita de paso inseguro" y por nada del mundo quería que mi primera experiencia reivindicativa se viera empañada por el derramamiento de sangre. Además de sangre de ancianita, que siempre da más pena y atrae más a los fotógrafos, y era lo que me faltaba después del numerito de la pancarta.

¡Lo que se aprende! Luego me han dicho que la ancianita era del equipo contrario, o sea, lo que en lenguaje del oficio se llama contramanifestante, y ahí se me ha notado una vez más mi pardillez en estos temas. Pero yo, he de confesar, al enterarme lo que he sentido ha sido gran admiración por la viejecilla: tener valor a su edad para salir a contramanifestarse, con el frío que hace y los gritos que dan algunos.
"¿Qué la empujará a vivir tan peligrosamente?", entre mí decía. Quizá es que uno sale a contramanifestarse cuando ya está harto de manifestarse. O sea, algo así como darle la vuelta al marcador. Quizá es que los de su generación eran más duros, y entonces me equivoco al preocuparme tanto por el paso de los años y debería dejar de espiar las conversaciones de los chicos del instituto para ver qué aprendo de ellos. Aunque, la verdad, si llegar a mayor tiene que ser a base de manifestaciones, no sé si me va a valer al pena. Porque lo de hoy, como experiencia ha estado bien, pero como hobbie, la verdad es que los hay más cómodos. Más caros también, pero más cómodos. Además, que yo tenía entendido que para llegar a viejo ya estaban la dieta mediterránea y los yogures búlgaros.

Besos.


miércoles, 14 de diciembre de 2005

De la tarta Sacher de Viena a la napolitana de chocolate del bar del instisusto. Esto no es el título del próximo Premio Planeta, sino el resumen de mis andanzas de estos últimos días. Digo resumen porque debería decir "napolitana de chocolate de cualquier pastelería que me encuentre por las calles de mi pueblo". Dicen que el chocolate crea adicción y también dicen que está feo que en un texto salga la misma palabra tantas veces en tan poco tiempo, pero yo digo que siendo chocolate no es lo mismo y que además a partir del próximo 1 de enero se va a poder seguir comiendo napolitanas de chocolate en recintos cerrados de cualquier tipo, con las únicas excepciones, quizá, de los tanatorios, los museos, las filmotecas y las salas de conciertos, que son lugares un poco muermos a los que no suelo ir y en los que de todos modos se le van a uno las ganas de comer, de tanta naturaleza muerta que contienen. Hombre, a la ópera sí que voy a veces, pero es más por una cuestión de prestigio social que de gustos artísticos. Pero como lo que hay que hacer es destacar, lo que he hecho yo es ir a la ópera de Goteborg, que está en el puerto de esa ciudad, y no a la Scala de Milán, que está en Milán. Obviamente.

La ópera que no creo que pise en mi vida es la de Viena, porque la pobrecita no tiene nada que hacer contra la avasalladora competencia que tiene con la pastelería original de la tarta Sacher. A mí es que Viena, de siempre, me sugiere pan y chocolate, como si fuera una merienda y no la capital de un país, y eso (la sugerencia, no la capitalidad) me pasa porque mi abuelo a la barra de pan le llamaba una viena de pan, y no una pistola, como dicen en Madrid, que es un lugar a mi entender bastante menos elegante que Viena aunque tiene la ventaja de que, vaya, allí me hago entender, que es lo que no me pasa en Viena, aunque lo que importa es que chocolate se dice más o menos chocolate, es una palabra que se dice de forma parecida en Viena y en Madrid, y gracias a esa característica de la palabra (chocolate, no Viena ni Madrid) puedes pedir una Sacher en la pastelería Sacher de Viena, que es una capital (Viena, no la tarta Sacher) lo mismo que Madrid. En Madrid tienen una tienda que vende turrón y se forman colas muy largas en Navidad, y eso que el turrón no es típico de Madrid del mismo modo que la Sacher es típica de Viena. Aunque no sé porqué mi abuelo le llamaba viena a la barra de pan, porque esa forma de modelar el pan yo creía que es lo que los angloparlantes llaman pan francés, a propósito de lo cual comento que París es la capital de Francia del mismo modo que Viena lo es de Austria y Madrid de España, pan, chocolate, Sacher y turrón, y en las tres ciudades hay ópera y tienen en común que los reyes que viven en Madrid han venido siempre de Viena o de París. Los del belén, en cambio, venían de Orente.

Total, que llevo unos días cediendo a todas mis tentaciones, de goloso en el mundo analógico y de curioso en el mundo digital. Ayer, por ejemplo, estuve viendo fotos de Groenlandia y a punto de comprarme una guía turística de esa isla tan snob, porque me entraron tentaciones de irme de viaje allí, que eso es algo que no ha hecho nadie que yo conozca en ninguno de mis dos mundos. Pero cuando le pregunté a mi blog si podía subirle alguna foto me dijo que no, que lo nuestro era demasiado íntimo para poner imágenes de otros, y menos imágenes tan frías, y que cosas como esa han terminado con relaciones más estables y que torres más altas han caido. Y tiene razón, la verdad, porque para qué voy a arriesgar esta situación tan bonita que estamos viviendo, y que a mí me ha aportado tanto prestigio entre mis amistades analógicas y digitales. Tanto prestigio, que ayer fantaseé un rato con la idea de hacerme llamar Héroe de los Dos Mundos, como Garibaldi. Lo único es que el color rojo de los Camisas Rojas de Garibaldi lo encuentro un poco vulgar y así como un nosequé sanferminero, y no me parece nada apropiado para entrar en Sacher, ir a la ópera ni comer chocolate, sea en Madrid, en Viena o en París.

Besitos.

miércoles, 7 de diciembre de 2005

Hola a todos. Estoy tan contento desde que me hice blogger y me parece tan poco interesante la vida sin conexión que me dedico a convencer a todos mis amigos y conocidos de que se blogueen ellos también. Me parece asombroso que la humanidad haya vivido tanto tiempo sin bloguearse y ya no me extraña que a mis alumnos no les guste la historia. Antes pensaba que quizá era que yo explicaba mal o, por no culparme a mí (que es un vicio que me estoy dejando por consejo de mi psiquiatra), que mis alumnos eran imbéciles, pero ya me he dado cuenta de lo que pasa: que a estos chicos del mp3, para los cuales hasta los CD son una antigualla, les parece intolerable un mundo no conectado, y hasta diría que sufren -pobrecillos- de pensar en el pobre Neandertal que no podía bajarse nada de la red de redes y en el pobre faraón que por muy faraón que fuese era tan cibernéticamente pobre como el más mísero de sus esclavos. Y yo les comprendo, la verdad, y me siento cada vez más cercano a ellos y a veces hasta me parece que comprendo su cultura. ¡Con deciros que ahora me encanta el hip-hop, y me aburro con mis discos de Schönberg y de Webern! Estuve a punto de comprarme una gorra y un chándal, pero reconozco que me eché atrás porque con la ropa hay que ser muy mirado y en el último momento pensé que hip-hop vale, pero que una cosa es modernizarse y otra exponerse a que te rebajen el statu quo, y mi barrio para eso es muy tradicional y yo, mira, yo también, lo reconozco. Estos chicos sabrán mucho de ritmo y de rima, pero para la ropa sigo pensando que me gusta más lo pijo. Que aún hay clases.

La verdad es que a mí me hubiera gustado ser un dictador de la moda, como Petronio, pero lo malo es que nunca he tenido el appeal suficiente para eso. Pero con esto del blogueo he encontrado por fin mi forma de dejar huella en este mundo y en el otro. El otro es el digital, claro. O el otro es el analógico y este es el digital. Hay veces que ya no sé lo que me digo y llevo un lío tremendo porque es una responsabilidad muy grande esto de ser el gurú del cibermundo en petit comité. Total, que como la gente me preguntaba tanto he decidido montar pequeñas sesiones informativas en las que cuento cómo ha mejorado mi vida desde que tengo mi blog y animo a los participantas a resetear la suya y así lo pasamos la mar de bien. Es como aquellas reuniones de tupperware, pero en más moderno. Y como cerca de mi casa hay un salón de thé muy elegante y muy apropiado para el caso, pues allí que los reúno y yo me doy el placer de tomarme mi ración de Sacher, que es de lo mejor que hay en este mundo analógico. Y no pasa nada, porque luego con mis sesiones de Pilates y de sauna (finesa fetén) el tipo es que no sufre nada de nada. Es por estas cosas por las que no acabo de entregarme cien por cien al mundo del hip-hop, porque los hip-hoperos, a la hora de la verdad, meriendan galletas del supermercado y carecen del savoir faire necesario para estar en sociedad.

Pero reconozco que el ritmo mola y ese flow que derrochan los buenos MC tendría buena acogida en los salones, si se domesticara un poco. O sea, que igual hasta me compro una gorra y la llevo en el coche para cuando vaya al instituto. Pero lo que yo haría sería ponerla en la bandeja trasera, bien a la vista, igual que hacen los arquitectos con el casco de mezclarse con los obreros. Lo digo porque la arquitectura es una profesión que me vuelve a molar desde que vi la foto del Turning Torso de Calatrava. Porque hay que reconocer que el compromiso social es importante y yo me comprometo como el que más, si es necesario. Y encima tengo la ventaja de que no tengo que ir muy lejos, porque me voy a trabajar cada día a territorio comanche. Menos mal que cerca hay un Carrefour y puedo refugiarme en él cuando la oleada de realidad es demasiado fuerte. Ya sé que un Carrefour no es precisamente Harrod's, pero para gente como yo, con los pies metiditos hasta el fondo en el compromiso social, ya nos vale como recurso.

Así que estoy consiguiendo que mi mundo digital se pueble de lo mejorcito de cada casa, y gracias a ello espero con ansiedad mi primera Navidad digital. Lo que no pienso hacer es enviar digichristmas por correo electrónico. Hay tradiciones que no deberían perderse. Otro día, por cierto, os contaré mi teoría de que ser conservador es lo más revolucionario que hay.

Besos.


jueves, 1 de diciembre de 2005

Hola. Me han dicho algunas personas de buen corazón que mi blog se está poniendo un poco serio y me preguntan si es que me pasa algo. Yo me alegro de que haya amigos que me aprecien y por esa misma alegría que me entra ya me apetece esforzarme en poner algo gracioso. Pero llego a casa y resulta que se me ha estropeado la calefacción y mi casa ya no es un piso en un país de clima templado sino lo más parecido a un igloo que pueda darse en estas latitudes. Con este frío que estoy pasando, ¿cómo queréis que escriba cosas graciosas? Todo empezó el viernes por la mañana, cuando me disponía a ducharme para quitarme de encima, antes de ir a trabajar, olores inadecuados. En mi caso, esto quiere decir olor a sábana que hace tres semanas que no cambio y a pijama que nunca me acuerdo de lavar. Es lo que tiene ser frikie, que usas poco la lavadora. Y no por pereza, sino porque nunca te acuerdas de ella. Nosotros, los frikies, lo que tenemos en la cabeza son cosas extrañas como, por ejemplo, un tebeo malísimo pero que queremos tener por el único hecho de que es una edición rara o un escaparate de una tienda de antigüedades chungas en la que tienen un aparatito de caramelos PEZ con la cabeza de Astérix. Pero la lavadora, lo que se dice pensar en ella, poco, la verdad. Y lo que ahorramos en agua, jabón y electricidad lo gastamos en consumibles chorras.

Bueno, pues que estaba el viernes esperando que saliera el agua caliente, y espera que te espera y el agua que no salía. Y yo temblando de frío, ya os podéis imaginar, a esas horas y con lo que está cayendo. Así que ni corto ni perezoso me voy a la caldera a ver qué pasa y veo en ella una lucecita verde que se enciende y que se apaga, pero me entero al leer un letrerito en la caldera que resulta que no se llama "lucecita" sino "piloto" (a lo mejor porque "lucecita" resulta un poco cursi en lenguaje técnico) y que no se dice "se enciende y se apaga" sino "parpadea". Así lo explicaba el letrero. Y, la verdad, entonces me asusté un poco porque eso de encontrarme en casa, así, sin estar preparado, con un piloto verde que parpadea...qué queréis, le pone los pelos de punta al más pintado. Crees que vas a encontrar una lucecita en la caldera y en lugar de eso te topas con un viejo conductor de aviones un poco salido que te hace con los ojos señas indecentes, y a mí, lógicamente, esa situación me dió un poco de miedo, más cuando estaba en la galería de mi casa, solo, a esas horas y en porreta. Y como además en estos aprietos a los miedosos la imaginación se nos dispara, me pareció que oía claramente a través de la radio, que en ese momento dejó de ser radio y de anunciarme que llovía en La Coruña, algo así como "El comandante Rodríguez" -pongamos por caso- "le saluda y le anuncia que en los próximos veinte minutos tiene pensado hacerle esto y aquello y le aconseja que se relaje y disfrute del vuelo que le va a dar". Y ahí ya no recuerdo si temblaba más de miedo o de frío. Y el agua caliente sin salir.

Ahora, que yo no sé si es peor el frío o el miedo. Para mí, el viejo dilema platónico "¿Susto o muerte?" es más bien "¿Frío o miedo?". No sabría elegir y si me ocurriera como al protagonista de 1984, que lo envían a la famosa celda 101, en la cual a cada preso se le tortura con lo que más miedo le da, seguro que me pasaba un buen rato dudando y al final los guardias se hartarían de mí y decidirían que lo mejor era matarme a sustos en una celda fría. Y sin embargo, el fin de semana pasado, en este combate interior, venció el miedo por goleada. Os lo cuento porque hay confianza. Me fui al cine a ver una peli de miedo, esa del exorcismo de Emily Rose. Como peli es una basura, pero a mí qué más me da. Esas imágenes pensadas para asustar a los adolescentes en las que, por ejemplo, la cara de un compañero de clase de repente se transforma en la cara de un demonio, a mí es que me producen tal impacto que luego creo que voy a entrar en casa y al mirar en el espejo del ascensor me voy a encontrar un demonio que me quiere devorar. Y ya no me atrevo durante días a mirarme en los espejos ni a asomarme a las ventanas. Pues como salí del cine a las tres de la madrugada y era tan de noche y estaba todo tan oscuro, no me atrevía a irme a casa, así que decidí, a pesar del frío, ponerme a dar vueltas por la ciudad hasta que estuviera tan cansado que al llegar a casa no pudiera pensar en nada más que en irme a dormir. Y me dediqué a dar vueltas y descubrí cosas interesantes de mi ciudad, como por ejemplo un bar que no cierra nunca y que a las cinco de la mañana está lleno de putas y borrachos. Y que ese día tuvo como cliente, además, a un frikie cobarde al que le daba asco que las coderas del jersey se le quedaran pegadas a la mesa. Miserias de cada uno, qué le vamos a hacer.

Total, que estoy pasando una semanita deliciosa, temblando de los pies a la cabeza y del mouse a la CPU. A mi blog, antes de irnos a dormir, le pongo una bufandita. Pero sigue empeñado en no tomarse la couldina. ¡Serà cabezota!

jueves, 24 de noviembre de 2005

Hola a todos. Necesito una ley que haga con mis dos personalidades (la digital, que es la verdadera, y la analógica, que es como la sombra que se proyecta en la pared de la cueva) lo mismo que con la vida familiar: que las concilie. Ya sé que en este mundo terrenal todos somos despreciables sombras, a excepción de Cameron Díaz, que como sombra no tiene desperdicio, pero es que, aunque me duela reconocerlo, no sólo de bits vive el hombre y esta triste verdad me ha obligado a tomar medidas que, aunque drásticas y dolorosas, las tomo por mi bien. Esto es lo mismo que les digo a mis alumnos cuando les suspendo, que es por su bien, pero ellos se empeñan en no entenderlo y yo, la verdad, tampoco estoy muy seguro, pero lo hago porque es lo que tengo que hacer. La vida, en el fondo, es como un juego del rol. Bueno, tranquilos, que ya os digo cuál ha sido la drástica medida: he apagado el ordenador durante un periodo no mayor de quince minutos y no menor de diez. Sí. Como lo leéis. Es que me estaba pasando que con el ordenador siempre encendido y al alcance de la mano no había manera de concentrarme en las pequeñas miserias del mundo analógico, tales como el trabajo y sus obligaciones. Así que tras una noche en vela, puesto de rodillas y sudando sangre, rogué y logré apartar de mí esa banda ancha y me la he llevado al otro extremo del cuartito en el que estudio. El esfuerzo muscular que he tenido que hacer para reorganizar mi santuario ha sido traumático, física y espiritualmente hablando. He tenido que mover yo solo un gran archivador, que lo tengo como recuerdo de familia igual que otros tienen como recuerdo de familia unas fotos o un mechón de pelo de una tía abuela desconocida, y he movido también una mesita de esas de cocina desplegables que me encontré en la calle, porque yo a veces recojo cosas y muebles de la calle siempre que no tengan carcoma, que es junto con la hormiga el único insecto que no me da asco tocar, pero que tiene de peligroso que se lo come todo, como se dice en los chistes de vicio y sexo. También he tenido que levantar una alfombra de color azul, y no os voy a decir lo que he encontrado debajo por si acaso los de Echelon me están vigilando.

Eso de vigilar los que otros hacen no me parece un trabajo serio, la verdad, aunque tengo que reconocer que yo a veces me quedo mirando en la calle a la gente que trabaja, y en eso se me nota que tengo ya ganas de prejubilarme, que es algo que dicen que lo van a poner cada vez más difícil, porque parece ser que algo está ocurriendo con las pensiones y con el estado del bienestar, que es lo mismo que en inglés llaman welfare system y que siempre queda bien decirlo en voz alta y clara aunque no venga a cuento en la conversación, porque a uno le hace parecer culto. Dicen también que mi generación es la Generación X porque estamos desencantados y ya no nos va a llegar el system ese que decía antes, aunque yo debo confesaros que hasta que oí la explicación estaba convencido que eso de la X estaba relacionado de alguna manera con el cine porno, y por ese motivo me notaba yo un poco desarraigado, porque el cine porno lo encuentro tremendamente aburrido y además de desarraigarte es que te baja mucho la moral si eres hombre. Es que los hombres somos el sexo débil, ya digo.

Todo esto de mirar cómo trabajan otros y de las andanzas de mi generación me ha recordado una cosa que me pasó una vez que, cual jubilado, dedicaba mi tiempo libre a mirar una mudanza. Pues pasó que el tipo que se mudaba, tipo de apariencia francamente respetable, salió en una de esas del patio de su casa (o de su mujer, no sé: para jubilao perfecto aún me falta una dosis combinada de curiosidad y descaro) con una caja de la cual sacó un libro que tiró al contenedor. Yo lógicamente me indigné porque los bloggers estimamos muchísimo los libros, que son para nuestro clan digital lo que el Hombre de Cromañón para la humanidad analógica, o sea, unos venerables antepasados. No sé qué pensarían los jubilados que me acompañaban de tan deleznable acción, pero yo con mucho asco metí las manos en aquel montón de basura (los contenedores y las cosas que huelen mal me dan tanto asco como los insectos salvo, ya digo, la carcoma y la hormiga) y saqué el libro y resultó que era de una biblioteca pública y aquel cafre no solamente no lo devolvía sino que lo estaba tirando a la basura. Todavía conservaba dentro un papelito con la fecha en la que debía haber sido devuelto y resulta que se trataba del día en que yo nací. Justito el mismo día. Día, mes y año. Así que interpreté que no debía devolver el libro sino quedármelo, porque aquello era sin duda una señal, no sé de quién pero señal seguro que era, y por eso me pasa lo que me pasa, que recojo todo tipo de trastos y luego me toca mover un archivador que pesa una animalada y no tengo ni idea de lo que hay dentro. Lo malo es que el libro es de un aburrimiento mortal, y desde entonces estoy mosqueado por si eso es también una señal.

Os diría lo que piensa mi madre de esta afición a recoger trastos, pero no lo haré porque el otro día me dijo un amigo que en mi blog se menciona tantas veces a mi madre que me lo tendría que hacer mirar, que eso no es bueno y seguramente es la razón por la que no ligo nada. Y no es que este amigo sea precisamente un acreditado playboy, pero sí es mi más fiel seguidor y hay que hacer caso al público y escuchar sus sugerencias. Así, entre nosotros, yo creo que él es el que firma Patafos, porque esa forma de darme en el hígado sólo la pueden conseguir los buenos amigos y los malos alumnos, y alumnos seguro que no son porque hay menos de tres faltas de ortografía por palabra ni me han dicho aún que mi blog es tó chungo. Ahora que, bien mirado, una vez puestos a agradar al público, también podría hacer un blog tipo "Escoge tu propia aventura" y dar opciones al lector: si quieres que Angelet vaya al psiquiatra, pasa al párrafo número cuatro, pero si crees que debería gastarse el dinero del tratamiento en chocolate y tebeos, pasa al párrafo número seis y tómate una cervecita, rey. Ahora, si crees que lo que debe hacer Angelet es cancelar este sitio y dejar espacio en la red para cosas más útiles, tipo I + D, por ejemplo, pasa por aquí que te vas a enterar de lo que vale un peine, listo.

No estaría mal, por otra parte, ya que un blog interactivo parece que va más con lo que piden los tiempos. Pero yo no voy con lo que piden los tiempos, y lo tengo a gala. Y por eso me sigue gustando leer las redacciones de los alumnos cuando las hacen en un papel cuadriculado que han arrancado de la libreta y lleva colgando los restos de la tira esa de papel en la que están los agujeritos por los que pasa el gusanillo, y están escritas con mala letra y con faltas de ortografía. A las faltas de ortografía deberían darles un sillón en la Real Academia porque si no fuera por ellas a ver de qué iban a vivir los académicos y los profes de lengua. Lo suyo sería que les dieran el sillón B y ellas erre que erre a sentarse siempre en el sillón V, y a liarla en todas las reuniones. Bueno, pues ayer me fotocopié una redacción que empezaba así: "En este día no me ha pasado nada nuevo, bueno sí, que se ha muerto mi abuela". Y no sigo copiando.

Sabed que después de un cuarto de hora de desconexión volví a encender y me juré no volver a hacerlo nunca más. Besos.

jueves, 17 de noviembre de 2005

Me dejé la puerta del blog abierta y por ella entró el mundo exterior. Los aires que soplan fuera me alcanzaron y llevo unos días muy afectado. Sabedlo de una vez por todas: un blogger de raza es como un vampiro. Si el más débil rayo del mundo real le toca, puede descomponerse por muy poco que dure el contacto. Y entonces el pobre tiende a tenderse. En un sofá, quiero decir. Por otra parte, el blogger común es frágil y su vivienda virtual es perfectamente estanca, y está equipada con todo lo necesario para no salir. Es el único mamífero que hiberna las cuatro estaciones del año. Se alimenta preferentemente de productos envasados, que almacena en cantidad suficiente para no tener que bajar al súper demasiado a menudo. Se han documentado casos de blogger que en situaciones de carestía extrema ha consumido alimentos caducados con tal de no tener que peinarse. Es difícil de observar en libertad porque sólo se descarga, o sea, sale, cuando las condiciones son las adecuadas y su integridad no peligra. El blogger se mueve con miedo entre los humanos y evita el contacto con ellos en la medida de lo posible. Al igual que el vampiro, se siente atraido por los cuellos largos y hermosos, colorados como chorizos ibéricos, pero, a diferencia del vampiro, suele sacar poca tajada del embutido, si es que saca alguna. En lo que son totalmente diferentes es en que el blogger abomina de la violencia, pero no por motivos éticos sino porque sabe que lleva las de perder. Sin embargo, yo creo que la actitud violenta del vampiro es pura reacción de defensa, porque me parece a mí que ellos tienen mucho miedo de los humanos y por eso son tan violentos, porque podrán chupar sangre, de acuerdo, pero un humano normalito a ellos les puede chupar la sangre y además recalificar el castillo y los terrenos y ponerlos de patitas en la calle. Al final de la novela, cuando matan al Conde Drácula, dice el novelista que sonreía como si estuviera dando las gracias a los que le habían clavado la estaca (al vampiro, no al novelista). No sé si creerme ese detalle, porque que te claven una estaca en el pecho debe de doler lo suyo, y ya tiene que ser uno muy aristócrata y tener muy interiorizadas las buenas maneras para aguantarse el dolor y encima sonreir, dar las gracias y acto seguido descomponerse sin faltar al decoro ni molestar. Y encima sabiendo la mala impresión que da dejar el ataúd todo sucio y lleno de ceniza. Si acaso, digo yo que sonreirá porque con eso de la muerte se ahorra tener que ver su castillo transformado en urbanización, campo de golf o parque temático.

De donde se deduce que Drácula no era tan malo como lo pintaban y, sin embargo, hay que ver lo mal que al final llegaron a caerme los que lo matan, de tan perfectos y tan educados que son. Llegan a dar asco y te encuentras pidiendo al inventor que haga una segunda parte en la que vuelva el hijo de Drácula, o el cuñao, o alguien, y les dé una buena zurra a esas asquerosas Doñas Perfectas. No me da apuro reconocer que lo mío es envidia cochina, porque yo soy perfeccionista pero no perfecto, o sea, soy un quiero y no puedo y me la paso en una frustración constante. El asunto es algo así como pagar la cuota del gimnasio pero nunca llegar a ponerte cachas, lo cual, por cierto, ya me ha pasado varias veces (lo de pagar; lo de no ponerme cachas no es un suceso: es un estado permanente). Es como comer una docena de helados y que en todos los palillos te salga un Sigue jugando. He asumido que nunca llegaré a perfecto porque soy la mar de vago y desorganizado. En momentos de euforia he llegado a pensar que a lo mejor mi destino era llevar la pereza a extremos de perfección absoluta, pero lo triste es que a eso tampoco llego porque siempre me pasa lo mismo, que al final de la jornada me entra la mala conciencia y me pongo a hacer cosas que para lo único que sirven es para que se me hagan las tantas de la noche. O sea, que ya digo que todo es envidia cochina y eso está muy feo, vale, pero una vez renuncias a la perfección es que ya no miras por dónde vas.

Total, que la realidad se ha dado un paseo por mi cuarto, nos ha alcanzado con sus rayos y estamos mi blog y yo un tanto bajos de moral. Es que somos muy sensibles y además estábamos seguros de que nuestros cibermuros nos protegerían de todo lo que pasa por ahí fuera. Pero el mundo está muy malito y además hace mucho frío, de modo que nosotros nos hemos acurrucado juntitos y nos ayudamos a pasar el trago. Observaréis que hablo de él, del blog, como si fuera una persona, y eso es porque lo aprecio mucho, y me gusta pensar que él a mí también. Es que me hace mucha compañía, la verdad, y yo voy tres y cuatro veces diarias a ver cómo está, si necesita algo, y le pregunto cómo va el business de los comments, y hablamos de este tipo de cosas intrascendentes que llenan nuestros ociosos días en la blogosfera. Es por el asunto de los comments a sus posts por lo que me di cuenta de que algo pasaba. Me decía que ya no le escribían como antes, que los analógicos se olvidaban de él, y que agradecería un poco más de atención y que a esas alturas incluso le ilusionaría encontrar un comment agresivo de Patafos.
Hombre, yo no soy psicólogo de blogs, pero veo que mensajitos no le faltan de vez en cuando y es lo que yo le digo, que quién no pasa alguna vez sus ratitos de sentirse solo y que por eso no se le debe caer la conexión encima. Entonces, claro, a mí me da por pensar que seguro que me ha cogido algo raro, y me pongo muy nervioso. Es que no puedo evitarlo, pero a mí enseguida se me va el pensamiento a la gripe aviaria porque es lo último en enfermedades y nosotros, los bloggers, otra cosa no, pero estar a la última es que nos chifla. Además, es lo que yo digo: que un blog con conciencia de clase (de clase alta, claro) no coge nunca la viruela ni la encefalopatía espongiforme, que son enfermedades obsoletas y del vulgo, sino que cuando siente que está a punto de ponerse malito lo que hace es enterarse de cuál es la enfermedad más buscada en Google y ésa es la que coge.

Y mientras tanto me ocupo de sellar bien cualquier rendijita por donde se nos pueda colar otra vez la realidad, y eso lo hago con un poco de música, con tebeos o con alguna película de risa. O con chocolate. De cobertura, obviamente. Al blog le he puesto una couldina, pero no se la quiere tomar. A veces me saca de quicio que sea tan cabezota.

Besos.

jueves, 10 de noviembre de 2005

Hola a todos. Dicen que Marco Polo llevaba siempre con él un saquito con arena sacada de la laguna veneciana, porque así se sentía unido a su patria por muy lejos de ella que estuviera. Digo yo que por qué no se llevaría una cantimplora, que seguro que le recordaba más a su ciudad. Bueno, el caso es que no se separaba nunca de él (del saquito) durante su larguísimo viaje. De igual modo yo, siempre que me bajo de la red, llevo conmigo una de esas memorias que algunos llaman lápiz uesebé porque con ella me siento siempre en contacto con mis raíces y no me pierdo y no olvido que debo volver a subir en cuanto haya terminado lo que sea que me retenga en este analógico valle de lágrimas. Para mí es una imagen tan reconfortante como la chapita de San Cristóbal que llevan algunos en el coche y se he convertido en una imagen de culto y devoción y en eso me recuerda al altarcito portátil de la Virgen que los de la parroquia tenían para hacerla circular por las casas del barrio cuando yo era pequeño. Si un devoto quería alojar a la Virgen en casa se apuntaba a una lista y entraba en la rueda, y cada uno tenía que pasar el altarcito al siguiente de la lista. Mi madre le ponía una vela y la dejaba encendida toda la noche, o eso creía ella, porque a mí, que soy un cobarde (¿os lo había dicho antes?), me daba mucho miedo eso de una llamita encendida y sola mientras todos dormíamos, porque tengo yo para mí que las llamitas son una cosa muy traicionera, y cuando veía que mi madre se había dormido me levantaba e iba a soplarla (a la llama, no a mi madre) y me quedaba fijamente mirando el pábilo hasta que se apagaba por completo, y aún un rato más porque siempre me parecía que al darme la vuelta el muy traicionero se iba a encender él solo otra vez. Por eso yo lo vigilaba de cerca y mientras simulaba que me iba a dormir a veces me daba la vuelta de repente para ver si lo pillaba en el acto de autoencenderse, al muy traidor. Nunca lo pillé, lo cual no significa que yo estuviera equivocado al sospechar de sus intenciones.

Total, que mi madre se encontraría todas las mañanas con la velita apagada y supongo que se diría a sí misma que qué barbaridad, ya ni los cirios Felipo son como los de antes, que es algo, por cierto, que llevo toda la vida oyendo que también le pasa a la fruta, y muy especialmente a los melocotones de secano (no que se apagan por la noche, sino que no son como los de antes). Lo malo es que yo a veces temo que estos actos míos de cobardía hayan sido interpretados por la Virgen como actos de impiedad de toda la familia y resulte que nunca haya hecho caso a las peticiones de mi madre. Lo justo sería que la corte celestial me viera apagar la vela y tomara sus medidas solamente contra mí, pero como lo que yo hacía era precisamente apagar la luz, pues quizá no se hayan dado cuenta del detalle y allá arriba se hayan estado diciendo durante años que qué barbaridad, ni los cirios Felipo son como los de antes ni esta familia tan católica, con lo que ellos han sido (mi familia, no los cirios).

No sería de extrañar, dados los escasos dones que la naturaleza me ha dado. Lo cierto es que las devociones han cambiado mucho y hoy les flaquea la fe no sólo a los cirios Felipo que, por cierto, ya no son como los de antes, sino a muchos de los que viven en el mundo analógico. O cambian de religión. Por ejemplo, sin ir más lejos, mis niños del instituto. Estos creen ciegamente en la ouija y en que si te miras fijamente en el espejo y dices tres veces seguidas tu nombre en voz alta se te aparece el diablo y a veces hasta la hija del diablo, que debe estar ya mayorcita, digo yo, y también creen que se aparece la chica esa que murió en las Cuestas del Ragudo y que dice "aquí me maté yo" y entonces desaparece. Hombre, ¿cómo no van a creer si se le apareció de verdad al tío de uno de mis alumnos, que es camionero (el tío, no el alumno)? De verdad que se le apareció, maestro, pero si no la subes no pasa nada. Y yo me quedo pensando que si no la coges se queda allí toda la noche, la pobre, y lo voy a dejar ya porque yo mismo estoy empezando a acojonarme de pensar en estas cosas, y eso que no creo en ellas, pero es que soy (¿os lo había dicho ya?) bastante cobarde. Decía un profesor mío que de quien hay que tener miedo es de los vivos, no de los muertos, pero a mí me siguen aterrando los sueños con monstruos y fantasmas, que existir no existen, al parecer, pero es lo que yo me digo: nadie ha demostrado su existencia, pero tampoco nadie ha demostrado su inexistencia, y ahora de verdad que lo dejo ya, que vivo solo y no voy a despertar a la vecina para decirle que tengo miedo. Además, que tiene tres chiquillos y seguro que no puede con un cuarto.

Bueno, pues encantado que estoy con mi medallita de San Uesebé que llevo colgada del llavero con la mayor de las devociones, que la venero con toda mi alma y me la miro y remiro y no le pongo perejil porque el tufo a perejil en los pantalones no está bien visto en sociedad. Mis paseos por lo analógico me deparan siempre sorpresas como ésta: que, por ejemplo, "finas hierbas" sean ajo y perejil, y que aunque sean finas resulta que no puedes ir oliendo a ellas. Si fueran tan finas como dicen, estarían en la fórmula del Chanel Número Cinco, digo yo. Y Marilyn hubiera olido, en consecuencia, a ajo y perejil por las noches, pero esto es algo que todos sabemos que no pasó ni pasará, porque una estrella de Hollywood nunca ha olido ni olerá a ajo ni a perejil, todo lo más, todo lo más, a jamón de bellota pata negra, que es lo que dicen que le gustaba comer a Tom Cruise cuando estaba en España por lo del rodaje de Los otros, y ya me he vuelto a meter en historias de fantasmas y ahora sí que voy a pasar mala noche y me estoy planteando seriamente lo de mi vecina. Lo que no sé es qué dirá el marido de todo esto, aunque supongo que si me presento en el dormitorio con el lápiz USB en ristre lo más fácil será que no me deje probar a ver si puedo insertar el hardware con seguridad. Y eso sería cruel por su parte porque todos sabemos que cuando uno está asustado lo mejor es tirar del hardware suavecito. En su defecto, y ante el miedo al rechazo, lo que haré seguramente será volverme a subir a la red a esperar a que se vayan los fantasmas y a rezar a San Uesebé para que entre tanto no haya cortes de corriente y me quede yo con el culo al aire, el hardware chuchurrío y el fantasma a mis espaldas.

Así que me meto en mi tecnoermita, abro mi electrocatecismo y me entrego a mis oraciones, devociones y digitaciones.

Que San Cucufato os ampare, analógicos mortales. Besos.

(Una cosa más: no ha dado el cine bruja más terrorífica que la que sale en El mago de Oz, la peli aquella protagonizada por Judy Garland. Ni león más metrosexual. Comprobadlo y veréis).

jueves, 3 de noviembre de 2005

Hola. A punto he estado de no ponerme hoy con el blog. Os parecerá mentira que yo, que soy funcionario, diga esto: que estoy cansado. "¿Qué ha pasado?", me preguntaréis. "¿Es que en la oficina te has tenido que leer todos los periódicos atrasados del puente?". Pues no, no es eso. La verdad es que casi nunca leo periódicos. Soy de esos que se compran un periódico solamente cuando viene con regalo, y encima ese periódico me dura toda la semana o hasta el siguiente regalo. Lo que ha pasado -ya os lo cuento, no os impacientéis- es que esta tarde me ha dado una especie de subidón de energía y me he puesto a hacer cosas como si me fuera la vida en ello. Quiero decir, como si me fuera la vida en hacer algo. Cuando en realidad a mí la vida se me va en no hacer nada, que es lo que más me gusta hacer. Y eso es porque mi biorritmo es muy, pero que muy tranquilito. Intentaré contaros cómo ha sido. Digo intentaré porque aún estoy un poco aturdido por el esfuerzo y ahora es que no doy dedo con tecla. Pero lo hago porque ya os voy cogiendo cariño y además como vivo solo pues no tengo a nadie a quién contárselo. Es lo que nos pasa a nosotros, los bloggers frikies que vivimos solos: que no tenemos a nadie más que a vosotros, queridos fans y amigos virtuales. Incluso tenemos a los que nos critican, y yo estoy contento de tener además un anti-fan. Perdonadme el chiste malo, pero a ese comentarista hostil que me ha salido, como además se le ve peleón, lo podría llamar, si me atreviera, El guerrero del anti-fan. Pero no me atrevo porque ahora seguro que me pegará más fuerte y yo, como ya sabéis, soy cobarde por antonomasia. Y no, no sé qué significa "por antonomasia".

Pues resulta que nada más volver a casa me he puesto a fregar cacharros que tenía en el fregadero, acumulados desde hacía días y que ya empezaban a oler francamente mal. A su vez, esto se explica porque iban a venir unos amigos y a mí me gusta tener la casa limpia, soy muy ratita presumida para estas cosas. A qué venían ya os lo diré luego. Cuando éstos se han ido me he puesto a ordenar los papeles de mi escritorio y después ha venido mi hermano y he aprovechado su visita para que me ayudara a subir un mueble que encontré el otro día en la calle y aún lo tenía guardado en mi coche. Y cuando se ha ido me he puesto a dar capas de decapante en ese mismo mueble para ver si así lo apañaba un poco, porque lo habían pintado de un gris que si llego a coger al culpable es que lo denuncio. Y entre capa y capa me he puesto a preparar las clases de mañana. Y todo eso en una misma tarde. Podéis comprender, espero, que esté agotado. ¡Alguien como yo, cuyo destino era haber nacido aristócrata, de esos que viven de puta madre y no tienen que hacer nada para merecerlo, no como los medievales que tenían la obligación de ir a la guerra, qué horror! Pero voy y nazco en carne del pueblo pero con alma, ya digo, exquisita, vaga y señorita, y cuando leo el ¡Hola! me siento como un desterrado que lee noticias de su lejana patria. Nacer aristócrata: eso es suerte y no el combo, estaréis de acuerdo, que sólo por nacer estés forrao y encima no tengas nada más que hacer que tumbarte a la bartola y comer pollos asados que sacas de una bandeja que te han puesto al lado y te comes un muslo y tiras el resto del pollo. Ahora, eso de comer uvas sosteniendo el racimo con el brazo levantado y dejándolo caer grano a grano sobre la boca nunca me ha parecido ni aristócrata ni elegante ni nada, sino más bien un invento de Hollywood o de los tebeos. Porque, eso sí, aristócrata y basto no me parece bien, qué queréis que os diga.

Los aristócratas siempre me los imagino ingleses, tipo Winston Churchill, más que franceses o rusos, que han solido tener mala pata con las revoluciones. Tampoco me veo de señorito andaluz, que es algo con muy mala prensa y además no tengo gracia para contar chistes. No es que yo sea muy anglófilo, que no lo soy, pero es que un conde o un duque me parecen más si se pronuncian en inglés. Duke y Count suenan la mar de elegantes, y no digamos Earl, que no sé ni cómo se pronuncia. Todo tiene como mucho más empaque. Es como la música pop, que es más bonita en inglés porque no entiendes la letra y en cambio en español parece que no sea de personas serias subirse a un escenario a decir esas cosas. Además, en Barrio Sésamo salía un conde Drácula que se dedicaba a contar cosas y así nos enseñaba los números, y eso lo hacía precisamente porque era conde, o sea, count, que es lo mismo que contar. Quiero decir con este toque de erudición gratuita que si encima de aristócrata y británico tienes un background literario, pues mucho mejor.

Ya se sabe que un noble, un verdadero noble, lo que no hace jamás es trabajar con sus propias manos, y por eso yo esta tarde me siento más plebeyo que nunca, porque he metido las manos en la masa, en el mueble y en el bote de decapante y ahora me pican las manos y tengo que ir con cuidado de no rascarme en mis partes, lo cual es, a decir verdad, una actitud muy poco aristocrática en la que suelo caer con excesiva frecuencia. Mis sueños de sangre azul se me van con un par de rascones, por mucho que se trate de mis partes nobles, y esta es otra contradicción de las que atormentan mi estancia en el mundo analógico al que debo descender de cuando en cuando. Pero siempre me queda el consuelo de que el mundo digital no entiende de sangres azules ni rojas ni con cebolla, y que aquí a nadie le preguntan si sus antepasados ya eran sires. Ese es otro de los motivos por los que me encuentro tan a gustito en mi bloguito, y ahora mismo voy a cerrar por dentro y nadie verá si me rasco, si me meto el dedo en la nariz, si trabajo con mis propias manos o si me como los granos de uva como a mí me da la gana.

Pues eso, que ya abro de nuevo cualquier día de estos y os contaré a qué habían venido hoy a mi casa esos amigos que os decía antes. Besos.

jueves, 27 de octubre de 2005

Hola a todos. Ayer estuve a punto de no subir la persiana porque, como a todo el mundo, me gusta tener de vez en cuando un día festivo. Ayer fue el Día de Internet y, claro, eso es para mí una fiesta de guardar donde las haya. Cuando sonó el despertador tentado estuve de no ir a trabajar y de quedarme cinco minutos más, todo calentito, arropado entre mis hipertextos, mis bites y mis softwares. Pero como sabía que en el insti no me iban a reconocer la festividad, pues tuve que desconectar, bajarme del hardware y meterme en el forfiesta caminito del colegio. Y como no estaba seguro de ser comprendido y además ya os digo que yo soy de natural muy poco reivindicativo y sindical, pues me hice el ánimo de agachar la cabeza y llevarlo en secreto. Así que estuve todo el día sintiéndome muy marginado y al final hasta se me puso cara de minoría cultural y todo. Eso es algo muy malo y lo demuestra el hecho de que nueve de cada diez dentistas recomienden no pertenecer a ninguna minoría cultural, porque a más de uno se le han caído los dientes por eso. Pero, claro, todas estas precauciones no pudieron evitar que me pasara el día fastidiao y herido en mis más arraigadas creencias y sufriendo por mi identidad cultural reprimida y también porque me apretaba un zapato. Esto último lo digo porque soporto mucho mejor el dolor espiritual que el físico, para seros sincero. A mí el dolor espiritual me lo alivia mucho un buen pastel de chocolate, y sin embargo a ver qué voy a solucionar poniéndome un tigretón entre los dedos de los pies.

La verdad es que es fatal sentirse marginado, así que empecé el día con un regusto amargo, que se me fue, ya digo, con un buen par de bocados a una tableta de chocolate de cuya marca no puedo acordarme, porque este blog me gustaría que fuera sin publicidad, no por ser alternativo ni nada, sino porque la publicidad la hacen cada día más entretenida y me da miedo que os quedéis mirando los anuncios y paséis de mi y de mi blog, que seremos majos, sí, pero hay que reconocer que nosotros sólo somos letra y no tenemos multimedia ni nada. Y es que hoy día no eres nada si no tienes aunque sea un poco de multimedia en alguna parte y no hay pueblo que se precie que no tenga mediateca. Nosotros (mi blog y yo) no tenemos teca, ni media ni entera, ni siquiera una cuarta parte de teca, lo que podría llamarse una cuartoteca, del mismo modo que catorce jabalíes forman una catorcena, y ya sabéis a qué me refiero.

¿Por dónde iba? Sí: que me sentía cantidad de minoría cultural por ser el Día de Internet y no poder celebrarlo como es debido, o sea, con un puente, que es como se celebran estas cosas, y que allá me fui al instisusto a trabajar. Pero, eso sí, dispuesto a dignificar la jornada del mismo modo que honrarás a tu padre y a tu madre y no matarás, así que me puse una camisa que tenía por ahí guardada que lo que tenía de excepcional entre las prendas de mi armario es que la conservaba planchada de la última vez que mi madre vino a plancharme las camisas, porque mi madre no soporta que lleve la ropa arrugada y en cambio yo no soporto planchar la ropa, y todo esto es porque mi madre y yo nos queremos mucho pero hay que reconocer que nuestras escalas de valores difieren en algunos puntos cruciales como, por ejemplo, el valor que le damos a la arruga. Yo me adhiero a eso de que la arruga es bella (por dos razones: porque odio planchar y porque uno ya va teniendo años y conviene congraciarse con el propio aspecto físico) mientras que mi madre piensa que la arruga es indecente y que para qué nos hemos esforzado tanto en dar una educación a nuestros hijos si luego van por ahí con la camisa por fuera y sin planchar. Mi abuelo, sin embargo, con lo que me llevaba frito era con los zapatos. Recuerdo que cada vez que salíamos de casa...

Perdón: ya vuelvo por mis pensamientos. Bueno, pues que me puse la camisa planchada y encima un chalequito de punto de color gris marengo que tuve que comprarme este verano en mi viaje a Suecia, porque resulta que me fui a Suecia con el mismo equipaje que si me hubiera ido a Benidorm en temporada alta, y así, todo digno y bien vestido circulaba por los pasillos de mi centro de trabajo pensando para mis adentros que ojalá pudieran verme todos los bloggers que habitan el país de los bloggers y que estarían orgullososos al comprobar que yo, aunque en plan criptoblogger por precaución, no abdicaba de mis creencias y luchaba por mantener mi identidad cultural. Como era de esperar, los gentiles no captaron el asunto y solamente notaron que yo me había puesto de guapo, quién sabe por qué oscuro motivo. Lo de la camisa les llamaba la atención a los alumnos, porque yo siempre llevo una ti-sert de esas de propaganda, y me decían cosas como "Maestro, hoy vas de pijo", "Maestro, hoy vas de guapo" o -la mejor de todas- "Maestro, hoy vas de camisica".

Pero yo me desquité de tanta incomprensión regalándome una maravillosa fantasía: que en un futuro no muy lejano yo me encontraba celebrando este glorioso día en la capital del reino de Bloguistán. Sentado en la tribuna de autoridades contemplaba con orgullo el desfile de nuestras Fuerzas Conectadas Virtuales de Módem, Cable y DVD. Quisiera que pudiérais verlo como yo lo vi. ¡Con qué marcialidad marchaban nuestras FEAS (Fuerzas Especiales Antivirus)! ¡Qué aplomo, qué gallardía y cuánto espíritu patriótico en nuestro glorioso Cuerpo Voluntario de Firewall! ¡Y qué hermosa promesa de futuro se leía en las tiernas caritas de los pequeños programillas que aquí y allá agitaban emocionados sus banderitas de papel adornadas con el sublime lema "HTTP" (Hoy Tengo Tarifa Plana), que invoca con sus pocas letras más glorias que el famoso "SPQR" de la antigua Roma! ¡Dios mío! ¡Cómo me surcaban el rostro lágrimas de emoción al contemplar el esplendor de mi querida patria virtual!

Pero desperté y el mundo era desalentadoramente analógico. Muchas felicidades y hasta la próxima.

jueves, 20 de octubre de 2005

Hay mañanas en las que uno no debería bajarse del blog. Por ahí fuera, en el mundo analógico, te acechan sorpresas de todo tipo. A veces, si te descuidas, hasta puede ser que te emociones. Pero, ¡perdón!, que aún no os he saludado ni nada, con lo que a mí me gusta recibir como Dios manda a mis visitantes. Pues, eso, hola a todos y ¿cómo están ustedes?, pregunta que inevitablemente me lleva a pensar en el gran Chinarro, que estaba magnífico en la aventura del notario y el testamento de la tía Beva. ¡Perdón!, que me estoy yendo otra vez. Os decía que el mundo analógico tiene todo esto tan extraño de las emociones, que son algo que a nosotros los bloggers, que somos un poco freakies, siempre nos deja off-side. La interacción con nuestro entorno es la asignatura pendiente de los que, como yo, nos refugiamos en estas soledades cibernéticas. Lo hacemos porque aquí podemos vivir en un pequeño mundo totalmente sometido a nuestro control. Por ejemplo, ahora que no se me ocurre nada que poner, pues cojo y paro un poco la máquina, pienso, escribo y falseo luego la fecha y la hora. Total, después parecerá que todos los mensajes los escribo de un tirón y tan puntualmente como si desayunara Special-K. Pero en el mundo que hay al otro lado de mi blog no es posible hacer estas cosas.

Creo que se llamaba Josué el que paró el sol, pero aquello fue un caso excepcional y no creo que se repita fácilmente. Por otra parte, yo nunca pediría algo tan espectacular porque es mejor pasar desapercibido. Eso es algo que aprendes en la mili, y es tan cierto que yo lo sé aunque no la haya hecho. A mí me hubiera bastado en esta vida con detener el tiempo unos segundos, lo mínimo necesario para pensar un réplica brillante antes de que la chica se fuera. Después se hubiera ido igualmente, claro, porque ya se sabe que con una réplica ingeniosa no se va a ningún sitio, y menos a la cama con la chica, pero al menos me hubiera quedado la satisfacción de haber salido del paso con brillantez. Por eso, para alteraciones del mundo analógico me quedo con las del cine. Por ejemplo, que por picarte una araña te pongas increíblemente cachas en una sola noche, con el único coste de un poco de fiebre y el expediente de la picadura, que eso sí que es duro, con el asco que me dan a mí los bichos. Una vez me trepó por un brazo una cucaracha de las rojas y todavía hoy, cuando me acuerdo de aquello, doy gracias a Dios por que aún no había comido. Cuando veo una cucaracha por casa es que le vacío encima todo el frasco de matabichos, pero todo, todo, de manera que mueren ahogadas antes que envenenadas. Ellas no lo saben, pero puedo deciros que si las cucarachas llevaran flotador encontrarían en mi casa el paraíso.

Ya digo que a mí me gusta pasar desapercibido y siempre he pensado que si tuviera que elegir entre ser rey y ser primo del rey preferiría ser el primo. Hago esta comparación porque también soy caprichoso y comodón y supongo que el primo del rey se tiene que pegar una vidorra de aúpa. Porque no me voy a poner a elegir entre ser el esclavo y ser el primo del esclavo. Eso ya me da lo mismo, porque ser esclavo tiene que ser bien poco emocionante. Por cierto, que de emociones analógicas iba yo a hablar y casi se me va el santo al cielo. Pues sí, que resulta que yo me inserto en la realidad gracias al instituto en el que trabajo, y hoy me ha pasado algo que me ha parecido emocionante. A mí, las emociones me desequilibran. De normal los adolescentes son de tal calaña que le entran a uno ganas de encerrarse en su CPU y volverse para siempre un ser cibernético, como Pipo. Como Lara Croft no, que estará buena, de acuerdo, pero tanto ajetreo es que no es vida para mí. Y sin embargo a veces pasan cosas como la de hoy, que tienes una charla con uno de ellos y hasta le coges cariño. Esta mañana, cuando estoy saliendo de allí deseando meterme en mi blogosfera, uno de estos chavales viene y me pregunta que si le llevo a casa porque se va a poner a llover de un momento a otro y yo le digo que sí, que me pilla de camino. El angelito es uno que está casi a punto de que lo encierren en un correccional por varias proezas que tiene aquí firmadas. Yo le digo "Ponte el cinturón" y me responde "Sí, maestro". Y habla que te habla me cuenta cosas que no voy a deciros aquí porque hay puentes entre mi mundo digital y el mundo real del chico que no se deben cruzar. Cuando lo dejo en la puerta de su casa aún hablamos un rato más con el motor parado. Luego se baja del coche y se despide diciéndome "Adiós, maestro" y yo de repente me quedo clavado en la sucia butaca de mi coche porque, mientras lo veo alejarse, el adolescente que prefiero no tener en clase se está convirtiendo ante mis ojos en un pobre niño que con menos de quince ya tiene un futuro muy chungo. Y no es más que un niño que me está pareciendo más pequeño cuanto más se acerca a la puerta de su casa, donde debería haber alguien esperándole con la comida preparada. Y como no estoy seguro de que lo haya, arranco el coche y me vengo a casa deprisa a bajar películas que no pienso ver.

Gracias a Dios por Internet. Besos a todos.

miércoles, 12 de octubre de 2005

Hola a todos. La raza humana es fascinante. Siempre te sorprende. Es que siempre te sale con algo inesperado, no importa lo prevenido que estés. Por ejemplo: yo, con lo que hablo a veces, tengo días que es que no disparo ni una. Hoy tengo uno de esos días: ¡con deciros que no sé ni qué poner en mi blog! Vengo de cenar en casa de unos amigos y es que no he abierto la boca. Bueno, lo justo para comer algo, y tampoco es que la cena fuera gran cosa. Me refiero solamente a las viandas. Pero que estaba yo allí mirándolos a todos y calladito, que no tenía ganas de hablar. Y son amigos que aprecio mucho, ¿eh?, no vayáis a pensar que era por falta de confianza, no. Nada de eso. Que es que soy así: imperfecto, a pesar de lo que diga mi madre. Imprevisible. Es lo que tiene ser un ser (humano): que nunca sabes por dónde vas a salir. En italiano, sin embargo, salire significa subir, mientras que salir se dice uscire. Es curioso, pero imperfecto, ¿verdad? Pues eso es porque los italianos también son seres humanos. Sí.

Con todo esto no quiero decir que yo sea lo más representativo de la raza humana ni que yo sea italiano, ni mucho menos. Yo me considero ciudadano del mundo y sobre todo, sobre todo, detesto los tópicos. Bueno, a lo que iba: que tengo asumido que a mí un vendedor de seres humanos no me pondría en el muestrario. Quiero decir que yo no sería la portada del catálogo, la verdad. Seguramente yo sería el que dan de regalo en el primer fascículo junto con el DVD que sirve de gancho. No me siento mal por eso, no os preocupéis. Ya os dije el primer día que me siento muy a gusto siendo como todo el mundo: normalito, del montón. En realidad, es una posición muy cómoda. Y cuando encuentras una posición cómoda lo mejor es no moverte. Ser ambicioso en la vida es como no encontrar la posición en la cama, que entonces te pasas la noche en vela y el colchón, que cuando te conformas es un lugar maravilloso, se parece a un potro de tortura. Y eso que yo no conozco el verdadero potro de tortura, pero el que había en el gimnasio de mi colegio y que teníamos que saltar un par de veces por curso debe de parecerse bastante. Yo tenía miedo de dejarme la rabadilla prendida en el final del aparato en cuestión.

Lo que a mí me indignaba del potro del colegio es que nunca me habían enseñado a saltarlo. Simplemente llegaba el profesor de gimnasia y me decía "Salta", y a mi se me quedaban dentro, por cobarde, las ganas de decirle: "Salte usted primero, que vea yo cómo se hace". Pero ya digo que siempre fui un cobarde de los buenos, de los que tienen carnet de cobarde. Y que el profe de gimnasia era un carcamal, y no es que tenga nada contra la tercera edad, pero de verdad que aquél, para profesor de gimnasia, estaba ya un poco pasadito de fecha. Dicen que te puedes comer un yogur aunque lleve un par de días caducado, que no pasa nada porque las fechas las ponen cortas para curarse en salud y eso lo hacen porque todo el mundo sabe que es mejor prevenir que curar, pero es que a aquel profesor un día lo echaron del INSERSO por viejo. De verdad. Vamos, que a aquel profesor no me lo hubiera podido comer ni pasado de fecha ni en su punto, de tan atragantao que lo tenía. Es que solamente le gustaba el fútbol y yo el fútbol, ya os lo dije, es que no..., no...

Bien mirado, es cierto que la raza humana es imprevisible. Os estaba contando que no tengo hoy ganas de hablar, que tengo el día cabizbundo y meditabajo, y va y os largo un rollo sobre el profe de gimnasia de cuando mi pubertad, que es otra de esas palabras cursis y también una realidad horrible. Vamos, que para no querer hablar, casi os hago una confesión íntima de tomo y lomo, que es, por cierto, una expresión muy propia de don Pantuflo Zapatilla.

Por cierto, que se me queda en el tintero deciros lo que pienso sobre escribir yogur o yoghourt, y sobre decir curasán o croissant, pero de verdad que no tengo ganas de hablar más, oye. A ver si respetáis mi intimidad y mi cosa, que no por escribir un blog voy a tener que dejaros pasear por mi vida como Pedro por su casa.

Hala, va. Besos.

miércoles, 5 de octubre de 2005

Hola. Hoy me siento muy feliz y acompañado porque he recibido cuatro o cinco comentarios sobre mi blog. Lo agradezco horrores, de verdad, porque este mundo digital y tal a veces para un poquito solitario y un comentario, aunque sea uno chiquitín, siempre es compañía. Ya estaba empezando a ponerme triste y a creer que nadie quería comentar conmigo todas esas cosas que os estoy electrocontando, así que de verdad que estoy muy contento y no me importa que algunos comentarios vengan con su identidad enmascarada, como El Zorro, que es la personalidad secreta de Clark Kent, me parece.

Lo que no deja de asombrarme es el mundo terrenal, que aunque es menos redondo y tiene el defecto congénito de no dejarse configurar también tiene cosas chulas, como por ejemplo el Taj-Mahal o el chocolate 70 % cacao. En él puedes hacer cosas como coger un avión e irte a Beijing, que es la manera correcta de escribir Pekín, del mismo modo que Bombay se escribe Mumbai, no sé si lo sabíais, porque creo que desde China, que se sigue escribiendo China, le han llamado la atención a la Academia. Lo digo (lo del viaje, no lo de la ortografía) porque mi hermano está ahora allí (en Pekín, no en la Academia), y eso que él no tiene blog ni nada, pero eso no le impide viajar y pasarlo bien. Lo más interesante de todo es que me han dicho que la comida china de China no es la misma comida china de aquí, que dicen que se parece a la comida china de verdad como una paella a una llave inglesa, y que es mucho más sofisticada, tanto, que los rollitos los puedes pedir de primavera, verano, otoño o invierno, a elegir.

Yo a mis alumnos les explico que si el eje de la Tierra no estuviera inclinado no habría estaciones, pero a ellos eso no les importa, porque lo suyo es que si a la Seila le gusta el Kevin, pero que al Kevin quien le gusta en realidad es la Yénifer. Y yo, la verdad, no los entiendo, porque aunque el amor es un misterio muy bonito, de verdad que lo digo en serio, y más si eres adolescente, me parece que es mucho más misterioso con qué rebozan los chinos el helado frito. A mí siempre me ha parecido muy raro eso de freír los helados. Llamadme retrógado si queréis, pero lo encuentro contra natura y además no me extrañaría que la Iglesia Católica lo viera con malos ojos. Total, que a mí no me hace mucho eso de ir a China. Además, si me permitís el chiste, ellos tendrán la Ciudad Prohibida, pero nosotros tenemos las Ciudades Prohibitivas, al precio que se han puesto los pisos. Yo ahora quiero reformar el mío pero no acabo de lanzarme, por la pasta y por las molestias. Ya os contaré la experiencia.

Pero, en fin, que volviendo a China con mi hermano, él erre que erre que se iba de todos modos, así que yo, al final, como hermano mayor que soy le di mi beneplácito, que es algo que no sirve para nada pero que queda muy bien y muy tradicional, y además en una maleta casi no ocupa sitio y su peso es despreciable, como yo. Al decir "como yo" quiero decir que yo también ocupo poco sitio, no que sea despreciable, a ver si nos entendemos. Lo digo porque hoy me he pesado. Hacía años que no lo hacía y me ha dado que peso 65.5 kilogramos. También me han medido y resulta que doy 1.79 metros. Esto último me ha deprimido un poco, porque hoy día no eres nadie si mides menos de 1.80, ahora que la media de altura de los españoles está subiendo. Ya os dije que soy un poco presumido, así que cuando me pregunten diré que mido unos buenos 1.80. Aunque lo mejor será que no me lo preguntéis, porque mentir siempre crea un cierto desasosiego, y esta es una palabra que no me gusta nada, del mismo modo que tampoco me gustan nada las palabras "apetito" y "obeso", que son palabras cursis y es mucho más sano decir "hambre" y "gordo".

Lo de las medidas es porque acabo de empezar en un gimnasio que hace eso del Método Pilates, y esto sí que es estar a la última. Pero como me estoy enrollando mucho ya os lo contaré otro día. Besos.

miércoles, 28 de septiembre de 2005

Hola a todos. Me encuentro de maravilla en el mundo digital y desde que soy blogger todo me va mejor: la comida me sabe mucho más rica, tengo mejores digestiones y las mujeres se interesan más por mí. Ahora todo lo analógico me parece antiguo y demodé, e incluso me da un poquito de asco. Es que la alta velocidad ha revolucionado mi vida. Yo siempre le había tenido mucho miedo a la velocidad, y con el Ford Fiesta es que no paso de 110 en las autopistas, aunque sean de peaje y en ellas se pueda correr más por el mismo dinero. Yo, a mi marcha voy tan a gusto y me da igual que me adelanten. Pero con la velocidad ésta que tengo ahora es que no doy abasto. Baja todo en un santiamén y, claro, te haces a la mala vida. Dicen que uno se acostumbra enseguida a lo bueno, y es cierto. Yo, por ejemplo, he descubierto lo de bajar cosas de la red en vez de comprarlas. Hay que ver cómo disfruto bajándome cosas de la red. Es que estoy todo el día bajando cosas de la red. Y aunque no sé que hacer con ellas, me las bajo igual, porque total es gratis, y encima no ocupa sitio. Lo digital no ocupa lugar.

La red es como una ferretería. A mí es que me gustan mucho las ferreterías. Me encanta que estén llenas de trastitos de esos que todos parece que sirvan para algo, y me entran ganas de comprarlos e irme a casa con ellos a atornillar algo, o a bricolear cualquier artilugio con dos abrazaderas metálicas y una rosca de mariposa. Luego no hago nada, claro, porque todo lo que pueda inventar resultará que ya existe y encima estará mejor hecho y será más barato que la suma de las abrazaderas, la rosca y el tiempo perdido. Las ferreterías, ya digo, son fascinantes. Pasa lo mismo con las papelerías, que cada vez que entras en una te entran deseos de poner toda tu vida por orden alfabético en carpetas de anillas gordas con funda de cartón. Pues eso, más o menos, es lo que pasa en la red: que te vuelves loco por que hay de todo, y vas y picas, y luego no te sirve para nada, pero mientras tanto has disfrutado pensando en el chollo que te llevabas gratis. Ahora que pienso, es también como la lotería primitiva, que nunca toca, pero te imaginas lo que harías si tocara.

Lo que tiene de malo es que te obsesionas un poco. Yo, por ejemplo, que soy muy perezoso y me cuesta una barbaridad arrancarme de la cama, pues ya un par de veces me he despertado como una hora antes de que me matara el despertador porque no me he aguantado las ganas de saber si habría bajado ya lo que me había pedido, y me he levantado a ver cómo iba todo, y me he llevado unas alegrías y unas desilusiones tremendas al mirar lo que el emule me había dejado, tan grandes, ya digo, que no vivía esta excitación desde que era pequeño y no me podía aguantar en la cama para ver lo que me habían traído los Reyes Magos. Yo, particularmente, se lo pedía a Baltasar, que siempre ha sido el favorito de los niños.

¡Cómo cambian las cosas! Cuando yo era niño, el Baltasar de la cabalgata siempre era un blanco pintado, porque entonces el negro era un elemento exótico que sólo se veía en las películas de exploradores y en las de piratas, en cuyas tripulaciones nunca faltaba el pirata negro, como toque exótico. Yo, para piratas negros, el que prefiero es el que sale en Astérix. Pero, ya digo, ninguno ha sido nunca como Baltasar.

Besos.





miércoles, 21 de septiembre de 2005

Como no tengo personalidad de ninguna clase y hago lo que veo hacer, pues hoy mismo me doy de alta en un enlace de esos de banda ancha y tarifa plana y, a renglón seguido, me marco un blog. Porque blog hay que tener si quieres ser alguien. Parece contradictorio, ¿verdad?, que quiera ser alguien y a la vez me conforme con no tener ninguna personalidad. Me da lo mismo y además es que yo soy así, que disfruto de mis contradicciones, como dice el anuncio de tabaco. Y eso que yo no fumo, pero los anuncios es que los ves aunque no te interesen, porque están por todas partes y acabas por sabértelos de memoria. Es lo mismo que me pasa con el fútbol, que da lo mismo que no me interese: igualmente acabo por saberme las alineaciones de los equipos, y cómo se llaman los entrenadores, y ya últimamente hasta los nombres del presidente y del consejo de redacción. Yo tengo mis propios gustos, qué caramba, y no voy por ahí obligando a nadie a que se sepa de memoria cuál es mi plato favorito o los nombres de las actrices con las que sueño cuando me apetece soñar con actrices. Cada uno es como es, y yo ya me estoy haciendo un lío, porque he empezado diciendo que no tengo personalidad y aquí estoy defendiendo mis especificidades. Pero yo disfruto de mis contradicciones, como dice el anuncio de tabaco, y lo dejo ya porque veo que otra vez me estoy metiendo en un bucle dialéctico y no voy a poder salir.

Pues viene el técnico de internet y me pone la conexión, y yo le ofrezco una cervecita o una cocacola, que siempre tengo en casa por si viene alguien (normalmente por si viene un amigo, como todo el mundo), pero a veces a los técnicos también les ofrezco, que a esos hay que mimarlos, porque estoy seguro de que tienen el poder de hacerte la vida más fácil o más difícil, según les dé. La mayoría no lo aceptan, y yo sinceramente se lo agradezco, porque la verdad es que me duele gastar dinero comprando alimentos que yo no voy a consumir. Me diréis que está muy feo esto que digo, pero, ¿qué queréis?, yo soy sincero siempre que puedo, y a mí la cerveza es que no me gusta y la cocacola, aunque sí me gusta, la tomo menos desde que ví Super Size Me. En esa peli dicen que los refrescos estos engordan por el azúcar, y a mí estas cosas de la estética personal me preocupan mucho. También he visto los documentales de Michael Moore, que son cosas que en su momento había que verlas.

Bueno, que ya me estoy liando otra vez. Pues os estaba diciendo que el técnico sin cerveza me explica cómo va esto y me dice que ellos (vino solo, pero es que se refería a su empresa) me ponen la línea pero no me configuran el ordenador, y yo le digo que muchas gracias y que ya lo haré otro rato, que ahora estoy leyendo. Así que se va y me quedo mirando la máquina, y me entran ganas de configurarla para conectarme inmediatamente. También es que el libro no lo estaba leyendo de verdad, que lo llevaba de atrezzo. En estos casos suelo ponerme uno en la mano porque tengo la impresión de que los peones de la rama técnica sienten gran respeto por los intelectuales. Bueno, pues resulta que estaba a punto de dejarme llevar por ese impulso cuando un pensamiento me viene a la cabeza y me dice: "Seguro que ese tío está pensando que yo, como todos, en cuanto me he quedado solo, me he lanzado a configurar y conectarme". Y me digo: "Pues no, que se joda. Ahora no me conecto". Pero me he conectado enseguida, y es que, como os decía al principio, no tengo personalidad y a veces casi ni dignidad.


Pero bueno, para esto están los blogs, ¿verdad?: para proclamar a los cuatro vientos las miserias de cada uno. Porque lo que ponemos los bloggers a veces da pena. Pero nos vamos mirando las vergüenzas unos a otros y así lo pasamos bien los que no tenemos otra cosa que hacer.


Bueno, pues ya basta por hoy.