miércoles, 28 de septiembre de 2005

Hola a todos. Me encuentro de maravilla en el mundo digital y desde que soy blogger todo me va mejor: la comida me sabe mucho más rica, tengo mejores digestiones y las mujeres se interesan más por mí. Ahora todo lo analógico me parece antiguo y demodé, e incluso me da un poquito de asco. Es que la alta velocidad ha revolucionado mi vida. Yo siempre le había tenido mucho miedo a la velocidad, y con el Ford Fiesta es que no paso de 110 en las autopistas, aunque sean de peaje y en ellas se pueda correr más por el mismo dinero. Yo, a mi marcha voy tan a gusto y me da igual que me adelanten. Pero con la velocidad ésta que tengo ahora es que no doy abasto. Baja todo en un santiamén y, claro, te haces a la mala vida. Dicen que uno se acostumbra enseguida a lo bueno, y es cierto. Yo, por ejemplo, he descubierto lo de bajar cosas de la red en vez de comprarlas. Hay que ver cómo disfruto bajándome cosas de la red. Es que estoy todo el día bajando cosas de la red. Y aunque no sé que hacer con ellas, me las bajo igual, porque total es gratis, y encima no ocupa sitio. Lo digital no ocupa lugar.

La red es como una ferretería. A mí es que me gustan mucho las ferreterías. Me encanta que estén llenas de trastitos de esos que todos parece que sirvan para algo, y me entran ganas de comprarlos e irme a casa con ellos a atornillar algo, o a bricolear cualquier artilugio con dos abrazaderas metálicas y una rosca de mariposa. Luego no hago nada, claro, porque todo lo que pueda inventar resultará que ya existe y encima estará mejor hecho y será más barato que la suma de las abrazaderas, la rosca y el tiempo perdido. Las ferreterías, ya digo, son fascinantes. Pasa lo mismo con las papelerías, que cada vez que entras en una te entran deseos de poner toda tu vida por orden alfabético en carpetas de anillas gordas con funda de cartón. Pues eso, más o menos, es lo que pasa en la red: que te vuelves loco por que hay de todo, y vas y picas, y luego no te sirve para nada, pero mientras tanto has disfrutado pensando en el chollo que te llevabas gratis. Ahora que pienso, es también como la lotería primitiva, que nunca toca, pero te imaginas lo que harías si tocara.

Lo que tiene de malo es que te obsesionas un poco. Yo, por ejemplo, que soy muy perezoso y me cuesta una barbaridad arrancarme de la cama, pues ya un par de veces me he despertado como una hora antes de que me matara el despertador porque no me he aguantado las ganas de saber si habría bajado ya lo que me había pedido, y me he levantado a ver cómo iba todo, y me he llevado unas alegrías y unas desilusiones tremendas al mirar lo que el emule me había dejado, tan grandes, ya digo, que no vivía esta excitación desde que era pequeño y no me podía aguantar en la cama para ver lo que me habían traído los Reyes Magos. Yo, particularmente, se lo pedía a Baltasar, que siempre ha sido el favorito de los niños.

¡Cómo cambian las cosas! Cuando yo era niño, el Baltasar de la cabalgata siempre era un blanco pintado, porque entonces el negro era un elemento exótico que sólo se veía en las películas de exploradores y en las de piratas, en cuyas tripulaciones nunca faltaba el pirata negro, como toque exótico. Yo, para piratas negros, el que prefiero es el que sale en Astérix. Pero, ya digo, ninguno ha sido nunca como Baltasar.

Besos.





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