miércoles, 28 de diciembre de 2005

Hola. Ya os habréis dado cuenta de que esta entrega, quiero decir, este post, llega con un poco de retraso. Bueno, si es que hay alguien que siga este blog. Y no digo yo que no los haya, que todo puede ser y, como dijo el torero, "hay gente pa tó", y si me hallo tan contento y si me atrevo a presumir de autor con fans es porque me he encontrado con un nuevo mensaje de ya-sabéis-quién, que hacía tiempo que no daba señales de vida. Yo me alegro de que esté bien y hago votos por que no vuelva a desaparecer de nuestras vidas, puesto que le da vidilla a este tinglado. A lo mejor es que se había ido de viaje.

Por cierto, que de viaje me he ido yo también y esa es la razón del retraso. Es curioso: parece que al viaje le haya de acompañar siempre la palabra "retraso", pero hay que reconocer con orgullo que este país ya no es lo que era y los trenes que he cogido no llevaban retrasos ni overbooking. Lo que sí tenían es aire acondicionado. Lo del aire acondicionado es que me ha fastidiado la poesía de los viajes, porque me sienta fatal y donde antes podía mirar extasiado por las ventanillas los paisajes de nuestra España interior, ahora me toca ir al baño a vomitar. Y mira que es difícil vomitar en el retrete de un tren en marcha. Se parece a un deporte aún no inventado que combinara riesgo y precisión: riesgo por el peligro de caer por una sacudida del convoy y precisión para acertar en el lugar. No me extenderé en detalles porque aquí pretendemos cultivar el humor blanco. No veáis racismo en esto, por favor. En lo que hay que fijarse es en el hecho incomprensible de que en el interior del vagón estuviera encendido un aparato que mandaba rachas de aire frío, cuando estábamos en pleno temporal de aire siberiano. Esto sí que es un escándalo, y si yo fuera una persona conflictiva y reivindicativa me iría ahora mismo a liarla a la sede de la Renfe y a exigir que me paguen las couldinas. Pero cómo lo voy a hacer si hoy mismo me han tangao dos euros y no me he atrevido a decir esta boca es mía. Si es que he nacido para ser del pueblo.

Además, no tengo arrestos para quejarme del frío después de la que le organicé a mi prima, que casi la mato de una pulmonía. Resulta que quedé con ella en que nos veríamos en la entrada de una exposición que hay en Madrid sobre los faraones y sus momias, o las momias y sus faraones, y a continuación cojo y llego una hora tarde. Cuando la vi estaba de color azul y temblando de arriba abajo, ella que está acostumbrada a los rigores del clima mediterráneo de matiz continental. Yo me sentí fatal, claro, así que reaccioné como se debe: empecé a buscar el modo de echarle la culpa a otro. La verdad es que lo tenía fácil: decir que había llegado tarde porque la hija pequeña de la amiga que me alojaba y llevaba en coche se había cagado justo antes de salir de casa, y ya se sabe que no se puede hacer planes con niños. Sólo me faltaba encontrar una forma elegante de decirlo. Me entretuve en eso porque es muy importante la forma de decir las cosas. Es mucho más importante el Cómo que el Qué, supongo que ya lo sabíais. Y más cuando un adulto hecho y derecho se propone quitarse las culpas de encima y cargárselas a un bebé de 14 meses. Iba a decir "indefenso bebé", pero es que tendríais que haber olido el pañal.

Entre vómitos y pañales me está saliendo un post un poco cochino, y eso es algo que a nosotros los bloggers no nos gusta nada, porque nuestro mundo digital es pulcro y aséptico, y no hay insectos y ni siquiera los virus dan asco. Además, que lo que yo quería hacer hoy era contaros mi viaje y cómo me había sentido tan lejos de mi CPU y de mi blog. Y ahora ya no me queda mucho tiempo.

Pero voy a intentar acabar con lo del tren, por lo menos, y lo demás el próximo día. Pues que el tren de vuelta lo perdí por salir tarde, y encima tuvo que ser mi prima, la misma de la pulmonía, la que arriesgó la integridad física y emocional de su coche para dejarme a tiempo en la estación. Yo le decía que estuviese tranquila, que si no me iba en ese tren me iba en el siguiente. Y así fue. Lo malo es que el tren que cogí puso en la tele, justo cuando estaba yo cenando, un reportaje sobre momias egipcias de animales, y la verdad es que pocas cosas hay en el mundo que a mí me den más asco que las momias. Me diréis, y con razón, que dónde iba yo, entonces, a ver una exposición de momias. Pues os confieso que por eso fue que cuando mi prima me dijo que me tocaba a mí guardar el sitio en la cola mientras ella iba a tomarse un café calentito, le contesté que yo también iba y que a la cola que le fueran dando, que total, con ese frío, no valía la pena quedarse. Y por eso creo que conducía tan rápido por las inhóspitas calles de la ciudad invernal: para perderme de vista cuanto antes.

Y yo, en el tren, entre las momias, las prisas y el aire acondicionado, ¡hala!, a pasar el viaje en el retrete. Creo que me lo pensaré dos veces antes de volver a alejarme de mi blog.

Pues eso es todo. Otro día sigo. Por cierto: si las fechas del blog no delatan el retraso, es porque las manipulo. Me siento poderoso en mi mundo digital y por eso bajo poco. Feliz Año Nuevo.


3 comentarios:

MsNice dijo...

Pregunta, pregunta!
Es la misma exposición que hicieron aqui hace dos años?
Lo que faltaba por ver; un historiador que no ama la cultura egipcia con sus cositas.
Ahora me dirás que no has leido el Código daVinci o algo.

Anónimo dijo...

No es que no ame la cultura egipcia, pues sólo se refiere a las momias. ¡Es que es de un escrupuloso de la leche! ¡Si no conociera yo a este Angelet!!!

Anónimo dijo...

Por cierto que este "blog" te ha salido vomitivo. Es mejor no cumplir con el calendario estipulado que escribir por escribir. Es lo que les pasa a los columnistas de los periódicos y revistas que no tienen nada interesante que decir. Lo peor del caso es que a tí no te paga nadie por hacerlo. ¡Y es que eres un Angelet!