miércoles, 21 de diciembre de 2005

Hola a todos. Ya sabéis que no me gusta hablar de fútbol ni de política, porque son cosas de las que no entiendo y además te hacen parecer mayor de lo que eres. No quiero decir con esto que el fútbol y la política engorden o provoquen la caída del cabello sino que, por lo que yo veo en el bar del instituto, los jóvenes de lo que hablan en los bares es de qué van a hacer este fin de semana y de que al Kevin ya no le gusta la Yénifer y de qué cabrón el de lengua que me ha suspendido sin motivo con un tres de nota media. Y a mí, la verdad, me gusta parecer joven. Hombre, el fútbol y la política, por decir la verdad, lo que pueden provocar es algún infarto y repentinos incrementos de la cuenta corriente, pero ya he dicho que no me gusta hablar de estos temas, como tampoco de coches ni de ajedrez. En resumen, que no me gusta hablar de lo que no sé y por eso durante mucho tiempo mucha gente pensó que yo era mudo, cuando en realidad lo que soy es muy ignorante.

Pero si hoy rompo mi silencio y me bajo de la Red de Redes es porque tengo muchísimas ganas de contaros que he estado en una manifestación. Bueno: ¡si hasta he sostenido una pancarta! Esto último me ha costado un poco porque se me cansaban los brazos y porque había fotógrafos cerca y me daba vergüenza que me vieran en el periódico al día siguiente. Lo del cansancio de brazos ha sido porque era una pancarta muy rudimentaria que no tenía armazón ni mango ni nada, y por ese motivo creo yo que me la han pasado a mí, no porque tuviera yo cara de ardor guerrero, sino porque la tengo de pardillo. Todo ha sido porque al manifestante que llevaba la pancarta antes que yo se le han desatado los cordones de los zapatos y ha tenido que agacharse, y antes de que yo pudiera reaccionar me ha puesto en las manos una sábana con mensaje y toda llena de agujeros. Siempre me han llamado la atención esas pancartas hechas con sábanas agujereadas, y me pregunto qué fue primero, si el agujero o el mensaje. Vamos, que si es que escogen la sábana porque está rota o la rompen adrede, después de escribir encima. Se lo podría haber preguntado al de los cordones desatados, porque estoy seguro de que ese se las sabe todas, en lo tocante a manifestaciones. Me he dado cuenta de esto cuando la manifestación ha terminado y el tipo no ha venido a recoger su pancarta, esa que yo le tenía que aguantar "sólo un momentito, por favor, mientras me ato". Atarlos corto, eso es lo que hay que hacer con gente así, hombre, que le quitan
a las manifestaciones todo su encanto y seriedad y cómo quieren que haya contestación social y espíritu crítico si no puedes fiarte ni de tu compañero de manifestación. Y para colmo la sábana no me servía para lo que sirven las sábanas, porque estaba -ya os podéis imaginar- toda manchada de tinta y llena de agujeros.

En realidad el encanto de las manifestaciones es, como dijo aquél, que conoces gente y que se crea un pequeña y provisional comunidad de personas reunidas ad hoc por no se sabe a veces qué, pero que da lugar a un encuentro humano muy reconfortante. Quitando el caso del desertor de la pancarta, la manifestación provoca situaciones de grata camaradería y favorece la ruptura de barreras sociales. Yo, por ejemplo, en la de hoy he ayudado a una ancianita a bajar unas escaleras, porque yo soy muy educado y porque
me ha parecido peligrosa la combinación "escalera resbaladiza" más "ancianita de paso inseguro" y por nada del mundo quería que mi primera experiencia reivindicativa se viera empañada por el derramamiento de sangre. Además de sangre de ancianita, que siempre da más pena y atrae más a los fotógrafos, y era lo que me faltaba después del numerito de la pancarta.

¡Lo que se aprende! Luego me han dicho que la ancianita era del equipo contrario, o sea, lo que en lenguaje del oficio se llama contramanifestante, y ahí se me ha notado una vez más mi pardillez en estos temas. Pero yo, he de confesar, al enterarme lo que he sentido ha sido gran admiración por la viejecilla: tener valor a su edad para salir a contramanifestarse, con el frío que hace y los gritos que dan algunos.
"¿Qué la empujará a vivir tan peligrosamente?", entre mí decía. Quizá es que uno sale a contramanifestarse cuando ya está harto de manifestarse. O sea, algo así como darle la vuelta al marcador. Quizá es que los de su generación eran más duros, y entonces me equivoco al preocuparme tanto por el paso de los años y debería dejar de espiar las conversaciones de los chicos del instituto para ver qué aprendo de ellos. Aunque, la verdad, si llegar a mayor tiene que ser a base de manifestaciones, no sé si me va a valer al pena. Porque lo de hoy, como experiencia ha estado bien, pero como hobbie, la verdad es que los hay más cómodos. Más caros también, pero más cómodos. Además, que yo tenía entendido que para llegar a viejo ya estaban la dieta mediterránea y los yogures búlgaros.

Besos.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre lo mismo. Ya aburres. Recuerdos a todos mis fans.

Anónimo dijo...

pues yo te animo a seguir escribiendo