jueves, 10 de noviembre de 2005

Hola a todos. Dicen que Marco Polo llevaba siempre con él un saquito con arena sacada de la laguna veneciana, porque así se sentía unido a su patria por muy lejos de ella que estuviera. Digo yo que por qué no se llevaría una cantimplora, que seguro que le recordaba más a su ciudad. Bueno, el caso es que no se separaba nunca de él (del saquito) durante su larguísimo viaje. De igual modo yo, siempre que me bajo de la red, llevo conmigo una de esas memorias que algunos llaman lápiz uesebé porque con ella me siento siempre en contacto con mis raíces y no me pierdo y no olvido que debo volver a subir en cuanto haya terminado lo que sea que me retenga en este analógico valle de lágrimas. Para mí es una imagen tan reconfortante como la chapita de San Cristóbal que llevan algunos en el coche y se he convertido en una imagen de culto y devoción y en eso me recuerda al altarcito portátil de la Virgen que los de la parroquia tenían para hacerla circular por las casas del barrio cuando yo era pequeño. Si un devoto quería alojar a la Virgen en casa se apuntaba a una lista y entraba en la rueda, y cada uno tenía que pasar el altarcito al siguiente de la lista. Mi madre le ponía una vela y la dejaba encendida toda la noche, o eso creía ella, porque a mí, que soy un cobarde (¿os lo había dicho antes?), me daba mucho miedo eso de una llamita encendida y sola mientras todos dormíamos, porque tengo yo para mí que las llamitas son una cosa muy traicionera, y cuando veía que mi madre se había dormido me levantaba e iba a soplarla (a la llama, no a mi madre) y me quedaba fijamente mirando el pábilo hasta que se apagaba por completo, y aún un rato más porque siempre me parecía que al darme la vuelta el muy traicionero se iba a encender él solo otra vez. Por eso yo lo vigilaba de cerca y mientras simulaba que me iba a dormir a veces me daba la vuelta de repente para ver si lo pillaba en el acto de autoencenderse, al muy traidor. Nunca lo pillé, lo cual no significa que yo estuviera equivocado al sospechar de sus intenciones.

Total, que mi madre se encontraría todas las mañanas con la velita apagada y supongo que se diría a sí misma que qué barbaridad, ya ni los cirios Felipo son como los de antes, que es algo, por cierto, que llevo toda la vida oyendo que también le pasa a la fruta, y muy especialmente a los melocotones de secano (no que se apagan por la noche, sino que no son como los de antes). Lo malo es que yo a veces temo que estos actos míos de cobardía hayan sido interpretados por la Virgen como actos de impiedad de toda la familia y resulte que nunca haya hecho caso a las peticiones de mi madre. Lo justo sería que la corte celestial me viera apagar la vela y tomara sus medidas solamente contra mí, pero como lo que yo hacía era precisamente apagar la luz, pues quizá no se hayan dado cuenta del detalle y allá arriba se hayan estado diciendo durante años que qué barbaridad, ni los cirios Felipo son como los de antes ni esta familia tan católica, con lo que ellos han sido (mi familia, no los cirios).

No sería de extrañar, dados los escasos dones que la naturaleza me ha dado. Lo cierto es que las devociones han cambiado mucho y hoy les flaquea la fe no sólo a los cirios Felipo que, por cierto, ya no son como los de antes, sino a muchos de los que viven en el mundo analógico. O cambian de religión. Por ejemplo, sin ir más lejos, mis niños del instituto. Estos creen ciegamente en la ouija y en que si te miras fijamente en el espejo y dices tres veces seguidas tu nombre en voz alta se te aparece el diablo y a veces hasta la hija del diablo, que debe estar ya mayorcita, digo yo, y también creen que se aparece la chica esa que murió en las Cuestas del Ragudo y que dice "aquí me maté yo" y entonces desaparece. Hombre, ¿cómo no van a creer si se le apareció de verdad al tío de uno de mis alumnos, que es camionero (el tío, no el alumno)? De verdad que se le apareció, maestro, pero si no la subes no pasa nada. Y yo me quedo pensando que si no la coges se queda allí toda la noche, la pobre, y lo voy a dejar ya porque yo mismo estoy empezando a acojonarme de pensar en estas cosas, y eso que no creo en ellas, pero es que soy (¿os lo había dicho ya?) bastante cobarde. Decía un profesor mío que de quien hay que tener miedo es de los vivos, no de los muertos, pero a mí me siguen aterrando los sueños con monstruos y fantasmas, que existir no existen, al parecer, pero es lo que yo me digo: nadie ha demostrado su existencia, pero tampoco nadie ha demostrado su inexistencia, y ahora de verdad que lo dejo ya, que vivo solo y no voy a despertar a la vecina para decirle que tengo miedo. Además, que tiene tres chiquillos y seguro que no puede con un cuarto.

Bueno, pues encantado que estoy con mi medallita de San Uesebé que llevo colgada del llavero con la mayor de las devociones, que la venero con toda mi alma y me la miro y remiro y no le pongo perejil porque el tufo a perejil en los pantalones no está bien visto en sociedad. Mis paseos por lo analógico me deparan siempre sorpresas como ésta: que, por ejemplo, "finas hierbas" sean ajo y perejil, y que aunque sean finas resulta que no puedes ir oliendo a ellas. Si fueran tan finas como dicen, estarían en la fórmula del Chanel Número Cinco, digo yo. Y Marilyn hubiera olido, en consecuencia, a ajo y perejil por las noches, pero esto es algo que todos sabemos que no pasó ni pasará, porque una estrella de Hollywood nunca ha olido ni olerá a ajo ni a perejil, todo lo más, todo lo más, a jamón de bellota pata negra, que es lo que dicen que le gustaba comer a Tom Cruise cuando estaba en España por lo del rodaje de Los otros, y ya me he vuelto a meter en historias de fantasmas y ahora sí que voy a pasar mala noche y me estoy planteando seriamente lo de mi vecina. Lo que no sé es qué dirá el marido de todo esto, aunque supongo que si me presento en el dormitorio con el lápiz USB en ristre lo más fácil será que no me deje probar a ver si puedo insertar el hardware con seguridad. Y eso sería cruel por su parte porque todos sabemos que cuando uno está asustado lo mejor es tirar del hardware suavecito. En su defecto, y ante el miedo al rechazo, lo que haré seguramente será volverme a subir a la red a esperar a que se vayan los fantasmas y a rezar a San Uesebé para que entre tanto no haya cortes de corriente y me quede yo con el culo al aire, el hardware chuchurrío y el fantasma a mis espaldas.

Así que me meto en mi tecnoermita, abro mi electrocatecismo y me entrego a mis oraciones, devociones y digitaciones.

Que San Cucufato os ampare, analógicos mortales. Besos.

(Una cosa más: no ha dado el cine bruja más terrorífica que la que sale en El mago de Oz, la peli aquella protagonizada por Judy Garland. Ni león más metrosexual. Comprobadlo y veréis).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que leer jilipolleces no es mi trabajo. O te crees que no tengo nada mas que hacer? Por cierto, todos tus amigos son expertos en tebeos? A ver si me estoy leyendo el blog de una guardería.

MsNice dijo...

Si pronuncias tres veces su nombre delante del espejo con las luces apagadas se te aaaaahaparece!