miércoles, 12 de octubre de 2005

Hola a todos. La raza humana es fascinante. Siempre te sorprende. Es que siempre te sale con algo inesperado, no importa lo prevenido que estés. Por ejemplo: yo, con lo que hablo a veces, tengo días que es que no disparo ni una. Hoy tengo uno de esos días: ¡con deciros que no sé ni qué poner en mi blog! Vengo de cenar en casa de unos amigos y es que no he abierto la boca. Bueno, lo justo para comer algo, y tampoco es que la cena fuera gran cosa. Me refiero solamente a las viandas. Pero que estaba yo allí mirándolos a todos y calladito, que no tenía ganas de hablar. Y son amigos que aprecio mucho, ¿eh?, no vayáis a pensar que era por falta de confianza, no. Nada de eso. Que es que soy así: imperfecto, a pesar de lo que diga mi madre. Imprevisible. Es lo que tiene ser un ser (humano): que nunca sabes por dónde vas a salir. En italiano, sin embargo, salire significa subir, mientras que salir se dice uscire. Es curioso, pero imperfecto, ¿verdad? Pues eso es porque los italianos también son seres humanos. Sí.

Con todo esto no quiero decir que yo sea lo más representativo de la raza humana ni que yo sea italiano, ni mucho menos. Yo me considero ciudadano del mundo y sobre todo, sobre todo, detesto los tópicos. Bueno, a lo que iba: que tengo asumido que a mí un vendedor de seres humanos no me pondría en el muestrario. Quiero decir que yo no sería la portada del catálogo, la verdad. Seguramente yo sería el que dan de regalo en el primer fascículo junto con el DVD que sirve de gancho. No me siento mal por eso, no os preocupéis. Ya os dije el primer día que me siento muy a gusto siendo como todo el mundo: normalito, del montón. En realidad, es una posición muy cómoda. Y cuando encuentras una posición cómoda lo mejor es no moverte. Ser ambicioso en la vida es como no encontrar la posición en la cama, que entonces te pasas la noche en vela y el colchón, que cuando te conformas es un lugar maravilloso, se parece a un potro de tortura. Y eso que yo no conozco el verdadero potro de tortura, pero el que había en el gimnasio de mi colegio y que teníamos que saltar un par de veces por curso debe de parecerse bastante. Yo tenía miedo de dejarme la rabadilla prendida en el final del aparato en cuestión.

Lo que a mí me indignaba del potro del colegio es que nunca me habían enseñado a saltarlo. Simplemente llegaba el profesor de gimnasia y me decía "Salta", y a mi se me quedaban dentro, por cobarde, las ganas de decirle: "Salte usted primero, que vea yo cómo se hace". Pero ya digo que siempre fui un cobarde de los buenos, de los que tienen carnet de cobarde. Y que el profe de gimnasia era un carcamal, y no es que tenga nada contra la tercera edad, pero de verdad que aquél, para profesor de gimnasia, estaba ya un poco pasadito de fecha. Dicen que te puedes comer un yogur aunque lleve un par de días caducado, que no pasa nada porque las fechas las ponen cortas para curarse en salud y eso lo hacen porque todo el mundo sabe que es mejor prevenir que curar, pero es que a aquel profesor un día lo echaron del INSERSO por viejo. De verdad. Vamos, que a aquel profesor no me lo hubiera podido comer ni pasado de fecha ni en su punto, de tan atragantao que lo tenía. Es que solamente le gustaba el fútbol y yo el fútbol, ya os lo dije, es que no..., no...

Bien mirado, es cierto que la raza humana es imprevisible. Os estaba contando que no tengo hoy ganas de hablar, que tengo el día cabizbundo y meditabajo, y va y os largo un rollo sobre el profe de gimnasia de cuando mi pubertad, que es otra de esas palabras cursis y también una realidad horrible. Vamos, que para no querer hablar, casi os hago una confesión íntima de tomo y lomo, que es, por cierto, una expresión muy propia de don Pantuflo Zapatilla.

Por cierto, que se me queda en el tintero deciros lo que pienso sobre escribir yogur o yoghourt, y sobre decir curasán o croissant, pero de verdad que no tengo ganas de hablar más, oye. A ver si respetáis mi intimidad y mi cosa, que no por escribir un blog voy a tener que dejaros pasear por mi vida como Pedro por su casa.

Hala, va. Besos.

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