lunes, 3 de julio de 2006

1/ Lo bueno en lo malo. Ya sabéis que este blog nunca hablo de cosas serias y que eso es porque me da terror que alguien pueda confundirlo con una creación cultural o cualquier atrocidad por el estilo. Por eso, como lo cultural es algo muy serio, no sé qué hacer cuando pasan cosas serias de verdad, como hoy en mi ciudad en la que han muerto más de cuarenta personas en el metro. Y también por eso, aunque parezca irrespetuoso, me he puesto a buscar algo bueno entre tanto escombro y me vais a perdonar que lo haya encontrado. En realidad, no lo he encontrado, sino que me ha llamado. Literalmente: a mediodía, mientras me comía un gazpacho en un bar de esos de menú a siete euros, ha sonado el teléfono y era mi madre que quería saber de mí, porque no podía estar tranquila si antes no me localizaba y comprobaba que estaba bien.

2/ La madre de cada uno. Eso me ha recordado un día, no hace mucho, en que yo intentaba irme de su casa y no podía porque se había empeñado en que me llevara algo de comer. Yo decía que no, gracias, que no me llevo una ración de paella, gracias, ni esas albóndigas que quedan de la cena, gracias, ni algo de fruta, gracias, ni nada de nada, de verdad, gracias, no me hace falta. Pero ella erre que erre y así, con tanto atacar ella y yo resisitir entré de repente como en trance y tuve la sensación de que veía la escena desde fuera, como si estuviera teniendo uno de esos viajes astrales en los que dicen que ves tu cuerpo desde fuera y tú te elevas, te elevas y viajas por el universo y llegas a Saturno, pegas una meadita y vuelves. A mí, una de esas experiencias me las contaba un día un tipo que yo creo que lo que le pasaba es que había abusado de las drogas, porque su viaje era de este calibre que os cuento. El mío, más modestamente, no llegó a salir de casa de mi madre. A decir verdad, no salió ni de la cocina, y por esa razón, porque en lugar de irme a visitar la galaxia ni siquiera salí de la propiedad inmobiliaria de mi madre, se podría hacer el chiste de que mi viaje, más que astral, fue un viaje catastral. Con perdón.

Y, mientras viajaba ese poquito, me di cuenta de que allí lo de menos era si yo necesitaba o no esas albóndigas, sino que ahí estaba ella para ofrecérmelo todo y que nunca pararía de ofrecérmelo todo, y que en todo ese universo que no necesito recorrer no hay ni nunca habrá nadie para quien yo valga tanto. Así que bendito ese día en que salí de su cocina con un paquete empezado de galletas maría y este día en que me ha buscado por toda la ciudad y no ha parado hasta interrumpirme un gazpacho que -todo hay que decirlo- estaba bastante bueno.

Supongo que a todos nos ha pasado esto alguna vez. No me refiero al viaje astral, sino a salir de casa de nuestra madre con un túper de comida. Y eso es lo grande: que siento que es ella quien me da un lugar en el mundo, que es de ella de quien nace mi dignidad fundamental, porque probablemente es ella la única persona en este mundo que me va a querer siempre porque sí, porque soy quien soy y sin pedir jamás explicaciones. En fin. He puesto una tela negra en mi balcón. E
n estos días de guerra de mensajes en los balcones de la ciudad, aún estaba virgen de declaraciones de principios.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues sí, efectivamente. A mi me ha pasado lo mismo. Estaba yo en mi trabajo, que como sabes, está justo al lado de la parada de Plaza España y todavía estábamos todos los de la consulta preguntándonos qué era lo que pasaba (en menos de 10 minutos todas las calles de alrededor estaban cortadas y había miles de ambulancias a toda pastilla y otros tantos policías corriendo por las aceras de la calle San Vicente) cuando me ha sonado el móvil y era mi madre preguntándome si estaba bien. La noticia me la ha contado ella. Me he quedado helada. Pero creo que he tenido la misma sensación que tú. Ahora ya puedo decir; "No sin mi madre".
Bessets.
Tu "cuñá".

Anónimo dijo...

Pues a mí ya sabes que mi madre no me llamó porque no tengo móvil.

Por cierto, hay un libro muy divertido de psicología de la comunicación que se llama 'Lo malo de lo bueno'... del mismo autor que otro que se llama 'El arte de amargarse la vida'. Espléndidos ambos, y el que sean divertidos no debería confundir sobre su rigor. Buen material de lectura de playa.