lunes, 18 de diciembre de 2006

All you need is blog

Tengo fama de buena memoria porque soy de los que felicitan todos los santos, cumpleaños y aniversarios. También recuerdo las muertes, pero en estos casos no felicito. Sobre todo porque el destinatario no se iba a enterar mucho, y ya se sabe: si hay que felicitar, se felicita; pero felicitar pa’ ná es tontería. Últimamente me he dejado muchas felicitaciones en el tintero -o en el teclado-, y eso es síntoma de bajón anímico. Lo mejor, cuando estás de bajón anímico, es darle vueltas y más vueltas para asegurarte de no salir del paso. Esta práctica de mirarse uno el ombligo está muy extendida en todas las culturas y ha dado mucho fruto artístico. Yo no soy malo en eso (en mirarme el ombligo, no en el fruto artístico), y si fuera persona metódica y ambiciosa me plantearía ascender en el escalafón miraombliguil hasta alcanzar el grado de maestro porque aptitudes, a decir verdad, tengo. Para ganar campeonatos del mundo de Fórmula 1 no, pero para esto sí. Pero me dedico a ello de forma amateur, y esa es una forma de hacer las cosas que impone ciertas limitaciones. Mirad, sino, a Gaugin, que era pintor dominguero hasta que lo dejó todo por la pintura y para dolor de los estudiantes de historia del arte. El mejor libro sobre esto (no sobre Gaugin, sino sobre las autovistas ombligoneras) me lo recomendó una amiga psicóloga. Yo, a los psicólogos les hago caso según, porque a los expertos hay que hacerles caso sólo si lo que dicen te conviene. Total, el resultado va a ser el mismo. Pero en este caso valió la pena porque el libro es la mar de divertido y hasta puede que me haya servido de algo. No doy aquí los datos porque no sé si la SGAE estará detrás de todo esto. Bueno, sí lo digo: se llama El arte de amargarse la vida, de un autor cuyo apellido no voy a escribir aquí porque no lo recuerdo y ahora no quiero levantarme de la silla. De nombre se llama Paul, que de eso sí me acuerdo y además significa Pablo.

Todo esto de las felicitaciones lo hago porque me da pena que se pierdan las buenas costumbres pero, sobre todo, porque a mí me hace mucha ilusión que me feliciten. Lo malo es que luego poca gente se acuerda, y eso que mi santo es muy fácil de recordar si vives en Valencia, porque aquí por mi santo se montan unos festivales y unos ruidos que si no me quejo es por no parecer desagradecido. Lo que nunca he entendido es de dónde se habrán sacado que a mí me gusta celebrar mi santo de ese modo. Menos gente se acuerda de mi cumpleaños, y tampoco lo entiendo porque coincide con el día de Santa Eduvigis, patrona del pan sin sal. Mis hermanos, mi madre, y alguien más. Quien no falla nunca es mi amiga Laura, porque cumple justo una semana antes: si el suyo cae en jueves (pongamos por caso), el mío es el jueves siguiente. El día que ella nació fue el mismo día que mataron al Ché y también en Valencia se hacen grandes fiestas, pero no es por Laura (que se podría: motivos hay) ni por el Ché (que ya me extrañaría), sino por un santo al cual le ha venido muy bien el estado de las autonomías. A ver quién se iba a acordar de Sant Donís si ni fuera por el puente y por lo de las frutitas, que a mí -por cierto- siempre me han recordado mucho a las tonterías de Caramacum. Se acuerda mi madre de que, cuando ella era pequeña, su padre se la llevaba a la procesión del día de Sant Donís, y que en aquellos años no era fiesta ni nada y que a los pocos que acompañaban a la bandera desde l’ajuntament hasta la estatua del gran jaumeprimer (y viceversa) la gente les preguntaba por la calle: “Y esto, ¿por qué es?”.

Lo importante, en resumen, es que se acuerden de uno y que todos tenemos derecho a nuestro cuarto de hora de fama y a nuestras dos generaciones de memoria. Uno espera que de él se acuerden por lo menos sus hijos y sus nietos, y no entiende por qué hay que acordarse de Sant Donís durante más de seiscientos años: unos tanto y otros tan poco. ¿Qué tiene él que no tenga yo? Porque si es por lo de las frutitas, yo también podría instituir que el día de mi cumpleaños las parejas, por ejemplo, se embadurnasen el uno al otro con Nocilla y…Vale, sí, pero seguro que sería más entretenido que forrarse a mazapán. A lo que voy es que la memoria para el que se la trabaja, caramba, y que se reparta por igual. Pero como yo no tengo hijos ni por imperativo legal, lo que me queda es esperar que de mi cumple se acuerden mis sobrinos y si no es mucho pedir también los hijos de Laura si es que se les queda el aquel de asociar el cumpleaños de su madre con el mío.

Creo que, en el fondo, este bajón anímico tiene que ver con todas estas elucubraciones sobre el futuro. Es curioso: llevo unas semanas dándoos la matraca con mis antepasados justo cuando a mí los me preocupan son mis descendientes. Yo tenía pensado hacerme millonario, pero me contengo porque no sé a quién dejárselo. Podría encargar misas por mí durante los próximos quinientos años, pero esta idea esconde una dificultad lógica irresoluble o aporía: quien invierte en cosas tan tontas no se hace nunca millonario. Si eso diera dinero, los concejales de urbanismo se meterían todos a párroco. Yo creo que estos desórdenes -que me tienen el blog un tanto abandonao- son los primeros avisos de eso que se llama Síndrome de Hauser-DuFay, vulgo Crisis de los Cuarenta. Normalmente, cuando me dan estos bajones -que los noto en que voy dejando los calzoncillos sucios tirados por todos los rincones de la casa: en relación directa, o sea, a más calzoncillos, más bajón- me los arreglo, digo, comiendo chocolate de forma compulsiva. Pero esta vez, siguiendo los consejos del amigo Paul citado supra, me dedicaré a hurgar en la llaga con entusiasmo y dedicación. Ya os contaré los resultados. O no, si son buenos.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé si lo que describes, se debe realmente a la crisis de los cuarenta o directamente, a lo que se viene llamando, "instinto paternal", cuya aparición es directamente proporcional al grado de madurez alcanzado por la persona. Y me explico. Cuando te entran estas dudas es que eres algo más maduro y tengo que decir que como ves en los hombres llega bastante más tarde que en las mujeres. Y fíjate, a ti se te ha juntado con la crisis de los cuarenta. Hijos - Madurez - Cuarenta. Da mucho que pensar...Y no quiero ser borde.

MsNice dijo...

sin ánimo de hacer publicidad, es Paul Watzlawick el autor del libro que citas, Chico, a mi ver es de lo más normal no acordarse del apellido, y lo otro, la crisis, también es de lo más normal, nos hablamos!

Anónimo dijo...

Aunque parece que no seas consciente del todo, yo también soy de las que te felicitan TODOS los años. (Has herido un poco mi corazoncito). Y por cierto, también tengo una relación curiosa con Laura en cuanto a las fechas: el día de mi cumpleaños era el aniversario de boda de sus padres y el día de su cumpleaños es el aniversario de los míos. De paso le envío un beso desde aquí.

Angelet dijo...

Le pido a Anónimo mil perdones, y me tiene en ascuas cruzando datos a ver si sé quién es. Pero a salmahayek le digo que eso no me lo dice en la calle. ¡Hasta ahí podríamos llegar!

Anónimo dijo...

Me parece que lo de ir dejando los calzoncillos sucios por la casa no ayuda mucho a superar al crisis de los 40: sobre todo porque si encuentras a alguna con quien superarla y le llevas a tu casa... pues, en fin, ya te puedes imaginar.
Y eso no se corresponde con la imagen de blogger culto y con glamour que me ido formando de tí.

Anónimo dijo...

De tantas pajas te vas a quedar jilipollas.

Mr. Delaney dijo...

Los comentarios del bueno de patafos han ido perdiendo nivel. Yo creía que ya no quedaban dinosaurios mentales que pensaran que las pajas tenían consecuencias fisiológicas o mentales. A lo mejor él necesita hacerse alguna más para "el amargor" ese que le caracteriza.
En cuanto a la crisis de los cuarente, tienes dos opciones, déjate tripa y cómprate una Harley (y a correr), o embadúrnate tú mismo con nocilla -puede ser por dentro-. Por cierto, adoro las tonterías de Caramacum.

Anónimo dijo...

ahora resulta que para poner cosas en un blog hay que tener estudios. desde luego, tu peña no puede ser mas culta, clasista y beata.

Anónimo dijo...

sí que es verdad, sí... aquí se respira un clasismo nauseabundo que tira de espaldas... Del peor además, del yo soy tan ocurrente, culto y estupendo que no sé cómo te atreves a no besar el suelo por donde pisamos esta secta tan progresista y elitista, con la repugnancia que conlleva la interacción de estos dos términos, porque como nosotros, claro, solo hay unos pocos elegidos, puta piltrafa...

Anónimo dijo...

Para que sepas quién soy te daré una pista: "tengo una cultura muy vasta...". Y la próxima vez que escriba lo haré con una nueva identidad para que no me confundas con el otro "anónimo", que parece que ya se ha leído el libro de Watzlawick. Pelín amargado suena, ¿no?

Anónimo dijo...

Queridos amigos, todos:
Noto cierto "tufillo" a mal rollito que espanta.
Estamos llegando a un extremo que no me podía imaginar yo en este blog.
A insultaros y decir barbaridades os podías ir a otro blog más apropiado, creedme hay muchos.
No hace falta que ensucies este, que es un blog de familiares y amigos.
Por cierto, yo de beata, culta y clasista tengo poco. Y me hace falta también poco para soltar tacos allá por donde voy.
Pero una cosa es eso y otra lo que leo hoy aquí.
En fin... No más comentarios.
Hablaré personalmente con Angelet para ver de que va esto, porque creo que me he perdido algo...

Anónimo dijo...

Con poner una opción de 'moderación de comentarios', desaparece en tres segundos tanto comentarista anónimo. Claro que igual a angelet le mola el acertijo...

Happy Christmas, by the way.

Anónimo dijo...

Hoy, día de los inocentes, no podía dejar de felicitarte,"angelet".
Soy el anónimo del otro día, (el de las fechas) y para que no haya confusiones con otros, ya me he puesto un nombre.