sábado, 17 de noviembre de 2007

Bucólicas S.A.
Lo que ahora se lleva es el negocio de la vida retirada y yo, que nunca dejo pasar el tren de la moda, ya tengo una casita de pueblo a la que no le falta de nada: sus ventanucos, sus vigas en el techo y sus casi treinta escalones que me van a dejar las piernas la mar de robustas. Decía el anuncio que quien mueve las piernas mueve el corazón, así que el mío está que no para desde hace una semana. ¿Que me llaman al teléfono? Hala, a mover el corazón. ¿Que me he olvidado el lápiz? Pues, hala. Y si no recuerdas en qué piso lo dejaste, pues a moverlo todavía más. Así que espero -Dios me oiga- que, además de las piernas, también salga mi memoria reforzada. Este de las piernas, que pude observar el primer día, es ya un notable beneficio de la vida campestre, de modo que estoy la mar de ilusionado con esta incursión en el universo de lo rural. Hombre: he tenido que pagar, es cierto, pero, ¡qué diantre!, ¿no es mayor el beneficio de la salud que el del dinero? Espero descubrir beneficios nuevos cada día y me pregunto por qué hacemos terras míticas y ports aventuras cuando lo mejor es el parque temático de los pueblos de interior con castillo medieval y calles empinadas. ¡Qué rural es todo! ¡Qué bonito que te despierten las campanas de la iglesia y que los gatos rajen las bolsas de basura y esparzan su contenido por las calles! ¡Qué maravilla que haya doscientos escalones entre la panadería y la puerta de mi casa! ¡Qué diseño! ¡Qué voluntad de estilo demuestran estas sencillas gentes del campo español!
No voy a deciros que todo sea perfecto. La verdad -por poner un ejemplo- es que es una pena que los ascensores peguen tan poco con el estilo rural. Se agradecería, al menos, un pequeño montacargas para subir la ropa mojada desde la lavadora (en planta baja) al tendedero (en la segunda), pero hay que ser coherentes y, como decían los más concienciados concursantes del Un, dos, tres, hemos venido a jugar, Mayra, y a jugar vamos hasta el final: a rendir nuestros caprichos de urbanita a las delicias del estilo rural. Lo cual no quita que desde el primer día vaya buscando el buzón de sugerencias que los administradores del parque deben haber puesto a disposición de los clientes.
Uno va, ya digo, descubriendo cosas y lo cierto es que yo pensaba que, como pasa con el pan, las cosas de pueblo eran como las normales pero con un poco de harinita por encima. Pero resulta que la gente que es de pueblo de verdad se deja las casas éstas y se va a vivir a los pisos de la parte baja, que se calientan con menos gasto y además tienen ascensor. Si es que se las saben todas, los tíos, y resulta que viven la mar de a gusto en sus casas con molduras de escayola para que las vigas del techo no se vean y un par de coches en el garaje para no tener que ir andando a ningún sitio.
Pero a mí nada de eso me importa, porque soy cliente satisfecho que vino aquí para disfrutar de la paz y la tranquilidad. Alargando el brazo, sin levantarme de la cama, abro la ventana -el ventanuco- y ante mí se muestran los tejados de todo el pueblo, la torre de la iglesia y el polígono industrial. Por la mañana se oye el trinar de los pajaritos y el despertar es delicioso, pero hay que darse prisa en disfrutarlo antes de que empiece el trabajo en el solar de enfrente, que los albañiles de pueblo son como los normales, sin harinita pero con el transistor siempre a punto de reventar, y los coches corren más y pasan más cerca de las puertas. Siempre nos queda la noche y sus cielos estrellados, pero empieza a hacer tanto frío que lo mejor es meterse en casa. Una vez dentro, podría encender el fuego en el hogar y ponerme a contar viejas leyendas medievales pero, por lo que oigo en el café, si quiero hablar con mis vecinos más me vale ver House y Hospital Central. Tenemos un bar y sociedad de cazadores que es más pueblerino que rural -que no es lo mismo-, en el que los güelos juegan al chamelo y es tan denso el ambiente que se podría untar en una tostada. Que si el ambiente fuese de mermelada y no de humo podríamos, al menos, haberlo untado en un jabalí en vez de en una tostada; pero eso es otro tema y estos cazadores yo no sé si cazan mucho o compran el embutido en mercadona. Jabalíes, pa mí que no hay, y para averiguarlo me acerqué dando un paseo hasta la ermita. No esperaba aprender gran cosa sobre flora y fauna, entre otras cosas porque estoy más hecho a distinguir códigos de barras que especies vegetales: es lo que tiene no ser rural de nacimiento. Lo único reconocible en los alrededores de la ermita son las decenas de condones usados que se pueden ver a simple vista y con poco esfuerzo escrutador. Imagino que se trata del lugar de esparcimiento de los empleados del parque y que la ermita, en realidad, no alberga las imágenes de Abdón y Senén sino el computer central. De modo que quizá ya no se encuentre en el mundo rural esa piedad popular, nativa e inocente, que antaño iban a buscar, gramófono en ristre, los folcloristas que bajaban al pueblo los domingos.
Es lo que nos pasa a los románticos que venimos a vivir por estos pagos: que damos mucho el cante. A los de Barcelona los llaman camacus en los pueblos catalanes, porque cuando van de visita no paran de mirarlo todo y exclamar “Què maco!”. Al final resultará que lo del estilo rústico es un invento de camacus con estudio de diseño en la Gran Vía y los de pueblo de verdad viven en pisos y tienen todos varios coches. El tío Matíes mira con un ojo a las ovejas y con el otro las cotizaciones en Bolsa, y aunque tiene, sí, aceite y vino de su cosecha, sólo lo saca para los amigos.
Algunas de estas perplejidades son las que pienso dejar en el buzón de sugerencias, a ver si los gestores del asunto logran algunas mejoras para la campaña 2008-09. Mientras tanto, abrazos campesinos de Angelet a todos vosotros en vuestras vulgares casas de ciudad. Hala.

6 comentarios:

MsNice dijo...

¿y las campanas de las iglesias no te despiertan cuando tocan a misa de a siete a.m.? curiosidad malsana, se entiende.

Angelet dijo...

Sí, me despiertan y además las puedo ver desde la cama. Pero la verdad es que siempre me vuelvo a quedar dormido. Gracias, msnice, por la curiosidad malsana. Un abrazo.

Anónimo dijo...

És curiosa la visió que un habitant de la capital del regne té de la vida de poble.Per a informar-te sí hi ha porcs senglars a aquesta zona, però com tu comprendràs no estan esperant que vaja un urbanita alternatiu que viu a una casa que atenta contra tota estètica del bon gust. De tota manera si vols pots folrar el teu pis de València amb mobles que la gent de ciutat diu rústics i aconseguiràs una casa de poble a ritalandia.
MANTE CONTROLA LA IRONIA.

Anónimo dijo...

Pues allí dónde fueres haz lo que vieres.
Por tu relato te imagino como Paco Martínez Soria en "La ciudad no es para mí" pero al revés.
A mí también me ha pasado alguna vez y eso que tengo experiencia de largas estancias en el pueblo.
Tú, si ves que se compran camisetas Damart para el invierno, tú también. Si ves que la barra rústica no la compra nadie, pues tú tampoco. Si van a comprar en coche, pues tú también. Si nadie sale de paseo más tarde de las 7, no salgas que te constiparás.
La gente de los pueblos es muy sabia.

Anónimo dijo...

Pues aunque yo vivo en la ciudad también veo desde mi cuarto un campanario que da las horas, las medias y los cuartos, pero como el cuerpo se acostumbra a todo, por la noche ni las oigo. Y jabalíes por el barrio no habrá, pero algún que otro cerdo de los que van dejando por las aceras las cositas que hacen sus perros, de eso sí que tenemos.

Anónimo dijo...

querido jl: fijese ustè que m´avia puesto mu contenta al leer el presente relato. De verdad pense que usté había entendío la esensia del pueblo, el tañido de las campanas, la estética de las construcciones en la montaña, el aire con aroma a tierra..y otras cosas... Pero mire por donde se lo he enseñado a una amiga, y me dice que lo de usted es irónico, y que no me haga ilusiones.Así que si es asi y no le gusta EL PUEBLO DE TODA LA PUÑETERA VIDA, en mi pueblo decimos ajo y agua. viva el pueblo y su gente, abajo los del "abuela estas judias están de muerte" (el anuncio de la fabada por si no se entiende).