lunes, 14 de abril de 2008

Últimas noticias.
Sí:” -me veo obligado a reconocer- “ando metido, como dicen los rumores, en amores hace tiempo”. Uno se hace cargo, también, del impacto emocional de la noticia, pues son muchos los años dedicados al cultivo del arte delicado y tenaz de la soltería. No añadiré que vocacional, pues a esto de la soltería se llega, las más de las veces, igual que se llega a ser subsecretario técnico o auditor: por las vueltas que da la vida. Claro que es algo que resulta menos gravoso para tus semejantes y hasta se puede llevar con dignidad. Pero un día vas y te dejas querer -así de simple- y, oye, descubres sorprendido que los resultados son la mar de buenos. Ahí está el truco, tan a la vista el tío que uno no lo ve. Y eso era todo. Pero si no lo ves, entonces ocurre que la soltería se te pone delante tan inevitablemente como Roma a los Tom-Tom de la Antigüedad, cuando todos los caminos llevaban a ella y entonces para qué iba nadie a comprarse el aparatito. Y es que no es bueno adelantarse uno a su tiempo, por mucho que los críticos de arte vengan dándole tanta importancia. Uno -decíamos- no lo ve y por eso toma caminos inadecuados como, por ejemplo, comprarse calzoncillos de Spiderman y coleccionar figuritas de Star Wars, lo cual conduce derechito a Roma y de por vida. O no se peina, no hace deporte ni se tiñe las canas, y estas cosas -lo juro- también llevan.

Los mismos que dijeron en su día que era un montaje lo de los americanos en la Luna, y que Hitler sigue vivo en el Brasil, dirán ahora que todo esto me lo invento. Ya digo que comprendo lo fuerte del impacto emocional, pues hay noticias que al más pintado le hielan la sangre y dejan marcado de por vida, como a mí, por ejemplo, la de aquel telediario en que dijeron que el gran Goscinny había muerto. No fue la de Franco ni la de Chanquete, sino ésta, la muerte que dividió mi infancia en un antes y un después y hasta creo que me puso en el camino hacia la ciudad eterna de los frikis del tebeo. Nunca lo olvidaré: me pilló con los cubiertos en la mano y el mundo se detuvo el tiempo justo para que se me enfriaran los fideos. Una vez me quedé sin ir al cine por no comerme una tortilla de gambas, pero no tiene nada que ver con esto.

Ya veis que no lo desmiento. No voy a meterme ahora, a estas alturas de la vida, en una guerra de comunicados. Las cosas, como son. Tentaciones he tenido, lo confieso, de venderme la exclusiva; y tanta más cuanto más sube el crudo de referencia, que esta vida que ahora llevo me tiene aborrecido ya del coche. Es que, en el campo, no se puede vivir sin él. Las Bucólicas son ahora una marca de aceite de motor y los perros pastores conducen furgonetas. Me mandaron de joven a Inglaterra y allí veía con asombro a las viejas conduciendo Vespas, viejas como mi abuela que hablaban en inglés y en lugar de hacer paellas hacían caballitos con la moto. Esto último es, como podréis comprender, exagerado; pero era cierto mi asombro al verlas pasar, veloces, con el pelo recogido en el pañuelo. Entonces pensaba que lo de ellas era británica extravagancia y lo de mi abuela puro valencianismo, y ahora sé que no hay valencianismo puro y que era, lo de ellas, nada más que necesidad: que en el campo -ya digo- no eres nadie sin vehículo. Tanto es así que el agujero en la capa de ozono -lo tengo claro- es ante todo un subproducto rural, lo mismo que las pastas de almendra y la fabada litoral. Y con esto, y sin querer, ya estoy dando algunas pistas sobre mi nueva situación.

Sí, señor: me integro poco a poco en el mundo rural porque lo son también los amores arriba mencionados, lo cual no significa que me vaya revolcando por el heno ni que haya de acompañarla por las tardes a poner las ovejas en su corral. No: que estamos muy equivocados, los de la ciudad, y nos creemos que aún es como en La ciudad no es para mí. Los tontos somos nosotros y es ella la que viene a buscarme con su coche, que es mejor que el mío. Digo esto porque hay que andarse con pies de plomo, que aquí, quien más, quien menos, guarda su escopeta de perdigones debajo de la almohada y a ver quién es el guapo que se burla de mi pueblo. Por eso, por precaución, lo dejo para la próxima.

Campestres besos y abrazos para todos.

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