miércoles, 11 de enero de 2006

Ya sé que mi PC me va a matar cuando se entere de que yo lo he dicho, pero es que no quiero que os vayáis y se me quede la idea en el teclado. Es cierto que esto del mundo virtual es el último grito y que es de lo más juvenil pasearse por este cibermundo con toda naturalidad y como si tal y sin darle importancia, lo admito, y no seré yo, blogger adictísimo, quien lo niegue, pero la verdad es que hay que reconocer que nada como trabajar en un instisusto para rejuvenecer el espíritu. Tiene la ventaja de que, así como quien no quiere la cosa, te vas enterando a cada momento y sin esfuerzo de lo último en moda, música y tecnología. Vamos, que un instisusto es como una tarifa plana de lo que se cuece por el mundo de las tendencias culturales y está más actualizado que el ABC Cultural y el Babelia. Hoy, por ejemplo, mis corresponsales me han enseñado cómo desencajarle la rodilla al prójimo con un movimiento de pierna tan simple que es que ni te despeinas, he sabido que hay unos aparatos que se llaman mp4 (para vergüenza de mi orgullo de ciberempollón) y me enterado de la existencia de un "compositor" llamado Chivi que tiene canciones con títulos tan edificantes como Me cago en esos putos rumanos y Negros de mierda. O sea, que llegas por la mañana y de la impresión se te quitan las legañas y se te limpian las orejas. El desodorante te abandona, la gomina se reblandece, el cuerpo se te pone alerta y ya estás todo el día hecho un chaval. La verdad es que trabajar en un instisusto rejuvenece más que hacer un régimen a base de Font Vella y ampollas de Revital.

Mirad si es esto cierto que el lunes por la mañana, cuando el despertador me llamó, yo le respondí con esos clásicos infantiles que dicen "cinco minutos más, por favor, mamá" y "yo no quiero ir al cole". No lloré porque llorar en una cama en la que has dormido solo resulta un poco patético y no vas a empezar el día dándote pena a ti mismo. Tampoco me servía de nada (por eso mismo, porque no había nadie cerca) simular que tenía fiebre, pero os prometo que lo pensé. Es que ir al cole siempre ha sido un trauma, hay que reconocerlo, y eso está impreso en la huella genética de la humanidad lo mismo que la ley del más fuerte y el sabor de la nocilla blanca. Aunque, a decir verdad, al empollón que yo era lo que en el fondo le molestaba era tener que madrugar. Yo, si el cole hubiera empezado a las diez, hubiera ido tan a gusto. Una vez allí, como era el más listo y encima les caía bien a los chicos malos, pues me sentía como en casa. A mí los brutos del cole me protegían. Siempre había uno cerca de mí para advertir a posibles agresores: "A este ni lo toquéis". Pero no como Al Capone con sus guardaespaldas, sino como si yo fuera un objeto delicado de Casa Tifus, entiéndaseme bien. O sea, que ya desde pequeño tuve la experiencia de sentirme hombre-objeto. Pero yo sigo siendo humilde y buena persona porque en el momento crucial de la pubertad (¡qué palabra tan fea!) empecé a sentirme hombre-objeto-feo y eso es algo que siempre le ha venido mal a la soberbia. Pero luego vi en la tele un reportaje sobre el kitsch y descubrí que podía intelectualizar los traumas y darle a lo mío un toque snob la mar de resultón.

Total, que se han terminado las fiestas de Navidad y Año Nuevo, se han ido los Reyes Magos, no me he repuesto del empacho de turrón y resulta que ya estoy obligado a bajarme de mi blog a horas fijas para insertarme en la implacable realidad.
¡Cómo pasa el tiempo! ¡Si ni siquiera he terminado de contaros mi viaje a Madrid!: los niños, los faraones, mis amigos, el frío, mi prima (que ya no me habla), mi otro primo, que es artista...¡qué de cosas! Es que no hay nada como ir de vez en cuando a la capital.

Aunque, bien mirado, ahora que tengo un software que ves el planeta entero a vista de pájaro, no sé yo si volveré a irme tan lejos. A partir de ahora me propongo salir poco, todo lo más a la panadería. Y eso, porque aún no se puede descargar la barra de pan, que si no...El día que inventen el GoogleSandwich, me sé de muchos como yo que tendrán tentaciones de retirarse definitivamente de este mundo analógico y cruel.

Hala, un beso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El otro día oí hablar al Chivi ése en la radio (mi cultura la actualiza la radio de madrugada). Lo entrevistaban en un programa de ésos que sólo oímos los seguratas y los insomnes. Resulta que es ex-alumno de los salesianos. Y jura que él no ha escrito esas canciones jamás; que él escribe canciones medio sarcásticas medio porno, y nada más; pero luego, como ha tenido tanto éxito y todo el mundo quiere descargarse sus canciones, otros le adjudican sus propias animaladas racistas para difundirlas más. Estaba como resignado el tipo...

Es que la red en el fondo tiene un poco de clónica. Las cosas se repiten unas a partir de otras y se expanden como ecos hasta el infinito. Me acuerdo de otra vez que los seguratas y yo escuchábamos a Andrés Aberasturi contar que, desde que a alguien se le ocurrió escribir que él había sido director del diario 'Pueblo', este error se había multiplicado por mil, y ahora el ochenta por cien de las reseñas biográficas de Aberasturi que circulan por la red le hacen ex-director de 'Pueblo'. Y Aberasturi meditaba que, el día que él se muriera y dejara de poder asegurar de vez en cuando que eso era erróneo, la verdad pasaría a ser la de la red...

Anónimo dijo...

El profe aprende cosas de sus alumnos. ¿Pero aprenden los alumnos cosas de su profe?. Igual tendrian que pagarles a ellos el sueldo. O al menos repartirlo.
En cuanto al sandwich, no hace falta bajarlo en Google, desde internet te pueden traer cualquier cosa a casa (incluso comida). Tu fantasia de blogger a horario completo lo tienes al alcance de la mano. Adios al mundo analogico.