domingo, 14 de mayo de 2006

Hola. Me dicen muchas veces que por qué no pongo mi foto en este blog, y yo respondo que para qué la queréis si con mis palabras cada semana me retrato. No he hecho la cuenta, pero seguro que llevo puestas ya más de mil palabras y eso, todo el mundo lo sabe, vale más que una imagen. Además, lo que cuenta es el interior, como siempre hemos defendido los feos. Y yo siempre os hablo de mis providencias interiores. El otro día, de mis dudas y, hoy, de mis arrepentimientos. Porque hay que ver lo culpable que me siento por haberos dejado solos la semana pasada. Eso pasa porque yo soy de esos que siempre que pueden lo dejan todo para más tarde y así, a base de "mañana lo escribo, mañana lo escribo", se me han pasado los días. Esto que os cuento es tan íntimo y tan personal que no sé si aún pensáis que necesitáis una foto mía. Mis asesores de imagen y yo pensamos que no. Mi asesor de imagen exterior es mi peluquera, que se llama Sandra y como de ella no sé qué decir, si queréis puedo poner una foto suya. Mi asesor de imagen interior es mi psicólogo, que tiene toda la razón cuando me dice que me deje de hablar de remordimientos, arrepentimientos y de sentimientos de culpabilidad, porque esas son cosas que crecen solas y que como les des cancha es que se te apoderan. A mí, cuando iba a empezar con lo de dar clase, un labriego aragonés me dio un consejo. Me dijo: "Que no se te apoderen los mochichos", y anda que el buen señor tenía razón, porque lo peor que te puede pasar es que algo se te apodere. Los toreros, por ejemplo, siempre han tenido apoderao y será por eso que les veo esa cara de tristeza y de bacalao seco.

De todos estos efectos mentales de los que no debería hablar más, mi favorito es el arrepentimiento. Yo la gozo mucho arrepintiéndome. Lo bueno que tiene el arrepentimiento es que no necesitas haber hecho algo malo de lo que arrepentirte. Y ahí está el punto y esa es la fineza de mi negocio, como dijo don Quijote. Porque la cosa está montada de tal modo que todo aquello de lo que tenemos que arrepentirnos son cosas divertidas y buenas. Por ejemplo, acabo de arrepentirme de haberos dicho esta frase, porque es un maldito topicazo. Otro ejemplo es que esta mañana mi tía me ha dado un paquetito con dos cocas cristinas, una para mi madre y otra para mí, pero la de mi madre no va a llegar a destino porque ambas acabo de cagarlas no hace ni media hora. Y, claro, luego llega el arrepentimiento. Porque mañana, en el instituto, la profe de gimnasia volverá a darme la lata con la alimentación sana y el ejercicio y la salud y esas cosas. Será por eso que, como primera penitencia, ya me he preparado un túper con una manzana peladita y cortadita para el almuerzo de mañana.

Es que los profes de gimnasia ya no son lo que eran. Para empezar, no fuman. Y para seguir, en lugar del fútbol se preocupan por la vida sana y la alimentación. Cada vez que la profe de gimnasia del instituto me ve, coge y me pregunta por mi dieta y yo, casi siempre, estoy sosteniendo una napolitana de chocolate con una mano y un donut con la otra. La viva imagen de "que te han pillao / que te han pillao / con el carrito del helao". Es una emboscada en toda regla y me siento como si yo fuera una Heidi bulímica y ella una señorita Rottenmeier ecologista y vegetariana. O ella Sitting Bull y yo el malogrado general Custer en Little Big Horn, y os hago notar que horn significa cuerno, y que el cuerno puede estar a veces relleno de chocolate. Lo digo porque no es mala alternativa cuando no quedan napolitanas. Pero, bueno, lo importante del asunto es que entonces -jamás lo hubiera creído- incluso añoro al tipo aquel -Dios lo tenga en su Gloria- que era el profesor de gimnasia de mi cole. Con él no había lugar a engaño: ¿que juegas al fútbol? Aprobado. ¿Que no? Suspendido. Y ahí terminaba toda su preocupación didáctica y jódete si no te interesa el balompié. Qué palabra, por cierto, que tanto me recuerda a don Pantuflo Zapatilla. La otra tarde pasé por una librería en la que había libros de Zipi y Zape a un euro, pero no compré ninguno porque a mí ese tebeo nunca me ha gustado demasiado. También porque yo, la fantasía que siempre he tenido ha sido robar algo de esa librería, que estoy seguro de que tiene que ser muy fácil porque está muy mal vigilada. Lo malo es que soy un poco cobardica y me da no sé qué que me pillen. Claro que, por otro lado, si lo consigo voy a tener una magnífica excusa para arrepentirme después.

Así que foto, si queréis, os puedo poner alguna de las profes de gimnasia. En general, es mejor eso que una de un profe de historia o de lengua. Dicen que los dueños de los perros acaban pareciéndose a sus mascotas y yo digo -afirmo- que cosas veredes en la sala de profesores, pues ellos acaban mimetizándose con su asignatura. Así, los de historia acaban pareciéndose a Tutankamón, los de valencià se parecen a Jaume Primer y a los de lengua se les pone cara de complemento circunstancial.

Pero uno es como es y la procesión va por dentro y ya estoy sintiendo la llamada ancestral que me pide que me arrepienta de no haber escrito la semana pasada, porque ahora ya no viene a cuento hablaros del éxito sin precedentes que tuvo la obrita de teatro en la que salía. Con que os diga que hasta se desmayó una espectadora... Era, todo hay que decirlo, una de estas jovencitas anoréxicas muy monas pero con muy poco coeficiente de resistencia a la bajada de tensión. ¡La profe de gimnasia tenía que haberla recogido! La iba a poner en forma. La otra posibilidad de recuperación es que hubiéramos compartido ella y yo el donut o la napolitana. No digo el cuerno porque me parece que tenía novio y no quiero dar lugar a malentendidos. Y que yo no seré anoréxico, pero mi coeficiente de resistencia al puñetazo es más bien bajo.

Es lo que tiene ser cobarde: que vives más, pero te aburres.

Besos.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho este último y también el de las cucarachas!!
Daniel el Sueco