miércoles, 22 de octubre de 2008


Antes de tener yo mi propia novia, solía observar con mezcla de envidia y equilibrio la relación que mantenían mis amigos con las suyas y -lo confieso- cierto aderezo de superioridad, pues me veía incapaz de cometer los mismos errores -aunque algunos de ellos gruesos, ahora llamémosles torpezas, por no herir- que les veía cometer a ellos y que ellas venían después a confirmarme, enamoradas, indignadas y siempre alegres de encontrar, rara avis, un hombre -yo- que aún inequívocamente siéndolo prefería tomarse con ellas un café a pasar la tarde leyendo el Marca; un hombre que, por el contrario, sabría llevarles una flor, soltarles un piropo y ponerse guapo para salir con ellas; que les dejaría conducir, que las acompañaría a ver películas de amor y que nunca les obligaría -como uno que yo sé- a ponerse al día en capítulos de Los Simpson, cine iraní y españolas de los ochenta. Imaginaba en mí virtudes noviazguiles y tesoros de comportamiento cuya magnitud -de haberse sabido, de no haber tenido yo la delicadeza de disimular- hubiera hecho temblar parejas y puesto en entredicho relaciones.

“¡Cómo nos desconocemos!”, que dijo el otro. Porque es hacerse con una novia y -como si fueran hombres pancarta que tropiezan contigo en las aceras, expuestos sobre sí cada uno en letras grandes, como si fueran el cobrador del frac que a tu espalda va anunciándolos en voz alta- tus defectos, oye, como agentes de la Guardia Civil que te dan el alto en el camino, van restando cada día puntos de tu recién estrenado carné de novio. Y no es lo más humillante descubrir que los tienes, sino que son los mismos que los de todo el mundo, que el diamante en bruto que creías ser tenía más de bruto que de diamante; que yo también olvido aniversarios y salgo de casa sin peinar; que tampoco digo piropos, me afeito los pelos de la nariz ni me gusta ir a comprar ropa; que no abandono raudo y veloz cuanto esté haciendo si ella me llama y me dice que -cariño- estoy malita. ¿Queréis más? Que nunca digo claramente lo que quiero -ni lo que pienso, y ella lo debe adivinar-, que no me implico en sus proyectos, que me enfado por detalles sin importancia, que a veces añoro los tiempos en que, lo confieso, también yo iba al cine a ver películas iraníes. Y ahora -ya veréis cuando se entere- estoy escribiendo esto en vez de poemas de amor. Pero es que yo no sé escribir poemas de amor ni de ninguna otra cuestión, ni nunca -este es el defecto, quizá- pensé que fuera a hacerme falta. No acierto con los regalos, detesto ir a las bodas, en las fiestas nunca bailo, y hablo despacio y encima me repito. Así pues, ¿con qué cara me presento ahora ante ellos -mis amigos- y les digo “Muchachos: perdonadme. Erais personas estupendas, no teníais tantos defectos ni yo tantas virtudes. Haced el favor de acogerme de nuevo en vuestras vidas”?

4 comentarios:

Manuela dijo...

Enhorabuena por tus nuevos descubrimientos, ahora solo te queda abandonar el tono sexista y descubrir que hay muchas mujeres a las que no nos gusta ir de compras, olvidamos los aniversarios y salimos de casa sin peinar, que no salimos raudas y veloces a la llamada del maromo, sea cual sea su requerimiento, y hace años que detestamos las bodas ... y nos repetimos ... juas!!! Amor Humor y Respeto ... y lo demás que fluya como quiera ...

Angelet dijo...

Joé, Manoli, que me has puesto a caldo. Si la mitad de las cosas que digo aquí son mentira. Ché.

Anónimo dijo...

No me puedo creer que se te haya olvidado el aniversario, y lo que es peor, con la cuñada que tienes, hayas fallado con el regalo. ¡¡¡Por Dios!!!
L´arroset.

Anónimo dijo...

novia "propia", "hacerme" con una novia... cuidado con los posesivos...