sábado, 20 de febrero de 2010

Os contaba el otro día mi primera experiencia de tai chi. Pues eso no es nada comparado con las dos clases de taekwondo que llevo ya en el cuerpo -y nunca mejor dicho, a juzgar por los morados y chichones que se le observan-. Es curioso cómo puede usarse para luchar, y no para barrer -que es lo que yo hubiera hecho, motu proprio, con él- un palo que al principio me pareció de escoba. Más de un ama de casa, piensa uno viendo las noticias, debería saber cómo convertirla en arma, la verdad. Quizá sería cuestión de elaborar un "taekwondo del hogar" como método de defensa personal. Será cosa de pensarlo, aunque también es cierto que, armas, no es algo que escasee en las cocinas.



Bueno. Los que no tienen aspecto pacífico en absoluto son esos artilugios que son como dos tubos, de ésos en los que se enrolla el papel higiénico, unidos por una cadenita, que verlos y pensar en Chuck Norris es todo uno. Los del maestro, diría que por prudencia, no vienen unidos por una cadenita sino por unas bonitas cuerdas de colores. Lo malo es que no se trata de tubos de cartón sino de madera de la buena, tan buena como buenos son los golpes que me he dado en la cabeza intentando darles vueltas en el aire y pasármelos por debajo del sobaco y por detrás de la cabeza. Y eso que ya me tiene avisado, el maestro, que se pasa la clase mirándome y diciendo "¡Cuidado cabeza!", frase que no sabe uno si se dice como aviso o, dado el volumen de la mía, como burla. Pero no voy a ser yo quien le plante cara al buen señor, que ya he visto cómo maneja el artilugio, el palo de la escoba y la catana. A buenas horas.


Me desahogo, en fin, imaginando que los golpes se los doy a alguien, y aquí es donde quería yo llegar: al miedo que me entra al considerar el gustirrinín que se siente al dar a uno una paliza, aunque sea imaginaria. Me pongo frente al espejo, calculo a qué altura debo poner la mano para atestar el golpe en la cabeza, y descargo con cierta sospechosa furia el cachivache de los tubos de madera. Es cierto que el rebote me lo como yo -mi cuerpo lo atestigua-, pero, ya digo, ¡qué gusto dar el golpe! ¡Qué sensación de poderío y de aquí estoy yo para haceros tragar toda la chulería que lleváis encima! Y me vienen a la cabeza algunas humillaciones recibidas de las que -recuerdo- alguna cosa os dije en uno de esos post que tenemos a medias por ahí. Total, que ya alguna vez me he dicho: "A ver si esto va a sacar lo peor de mí, que violentos, en el fondo, todos lo somos". Yo, la verdad, si no me he metido en pelea alguna es porque siempre he tenido muy claro que la peor parte me la llevaba yo. Por eso, como dice una amiga mía, la respuesta valiente y digna que más de uno se ha merecido, yo lo que hago es "pensársela a la cara". Pues eso, que animales, en el fondo, es lo que somos, y a Linneo hay que agradecer que nos clasificara y así nos lo dejara bien clarito. Lo que no sé yo es si esto del taekwondo me lo va a potenciar. Por el momento, ya digo, todos mis golpes me los estoy llevando yo y, más que guerrero, voy camino de parecer un penitente.




No hay comentarios: