jueves, 24 de abril de 2014

Serie SENSE NATI!. Segunda época. AMTRAK-TRAK-TRAK

AMTRAK-TRAK-TRAK

Es que me he venido a Washington pasar unos días. Una excursioncilla de nada: total, ¿qué son catorce horas (y media) de tren? Eso es lo que tarda entre Cincinnati y el DC, que es así como se dice Washington en inglés, siempre que pronunciéis "di-sí", que no es que te pidan tu aprobación -que les importa un bledo- sino que el inglés, de suyo, se pronuncia raro.

Tenía yo ciertos temores con el tren, por las malas referencias tomadas de un cómic de Peter Bagge en el que cuenta su experiencia viajando en AMTRAK. Pues, hombre, Peter, ¿qué quieres que te diga? vale que no son los trenes de Noruega -obsérvese el "farol"-, pero tampoco están tan mal. No les falta de nada: sus ruedecitas, sus butaquitas, su aire acondicionado en posición "no-frost"... Lo peor, la puntualidad; lo malo a secas, el horario. Todo junto, el acabóse. El de Cincinnati al DC sale a las 3:27, pero no "pm" -que sentaría como se indica-, sino "am", lo cual en cristiano son las tres y veintisiete de la noche, que es hora que no da para decir "de madrugada". Será porque este es un país que decidió en su momento darle la espalda al tren: recuerdan algunos que por Cincinnati pasaban antaño cerca de doscientos trenes diarios, mientras que ahora pasan seis por semana, que digo yo que el jefe de estación debe de estar estresao.

También, por cierto, decidieron deshacerse de la estación,y ya tenían media derribada cuando alguien cayó en la cuenta de que se trata de un edificio imponente y que -oye- tampoco estaría mal conservarlo. Ya me imagino algún ultraliberal protestando porque le estaban quitando su freedom de tirar monumentos históricos. ¡Qué país!

Y, claro, al abandonar el tren parece que han abandonado también todo interés por la actualización. Lo digo porque pasan cosas tan curiosas como que el número de tu butaca te lo comunican escrito con un rotulador en un papelito arrancado de cualquier sitio y que aprovechan para escribir por detrás. Lo mismo que tú te guardas el papel impreso por una cara para hacer un dibujo o una suma por la otra, AMTRAK se lo guarda para asignar butaca a los señores pasajeros. Tú tienes tu billete de tren impreso en casa, donde no dice a qué vagón te has de subir ni en qué butaca -menos aún- te vas a sentar. Si lo preguntas en la estación te dicen que tranquilo, que al subir al tren a te enterarás. Y tú imaginas que eso será que en el país de Silicon Valley tiene que haber por lo menos un robot que te acompañe al sitio y te arrope con la manta.

Pues no. Claro: con lo que llevo dicho ya os lo imaginabais. No, digo: que cuando llega el tren a la estación, el revisor baja y -con el tono de quien grita "¡Ay, que me lo quitan de las manos!"- va y dice: "A ver, ¿quiénes van en grupo de cinco? Porque tengo cinco asientos juntos. ¿Nadie?" Y entonces empieza a pujar a la baja: "¡Cuatro! ¿Grupos de cuatro?". Si sale un grupo de cuatro, les dice "Pónganse aquí, en fila", y sigue: "¡Tres! ¿Tengo tres?" ("tres y media de la noche -pienso- es lo que yo tengo en el reloj, y un frío que pela"). Salen los tres y..¡a la fila! "¡Dos! ¿Parejas?". Ahí ya estoy pensando en pedirle a la de al lado que se case conmigo, a ver si con ese matrimonio de conveniencia aceleramos el embarque. Pero no me decido, no sea que nos pidan los papeles. "Pedir papeles" es pedirte la "ai-dí", que es como se pronuncia "ID". Son muy aficionados a las siglas, ya lo dije alguna vez, y a otras cosas curiosas como contar en cientos. ¿Que qué es eso? Pues que la cifra "3600" no se dice "tres mil seiscientos" sino "treinta y seis cientos". Y yo con problemas para contar en inglés más allá de once, que doce se dice de una manera que no se puede decir.

Bueno: pues no me atrevo a declararme a nadie en el andén -que no era tal andén, por cierto, sino el suelo pelao-, pero con eso ha llegado ya el final de la lista y, los que vamos solos...¡también a la fila! Y ahí es donde nos reparten, a cada uno, el famoso trocito de papel cortado a tiras con un número escrito a rotulador. A mí, por cierto, me toca el doce. Menos mal que en cifra. Y con eso te sientas y por fin sale el tren, y el sueño que tenías y con el que contabas para dormirte de inmediato, porque ya se han hecho las cuatro y no son horas (más las catorce que te esperan), pues con el frío se te ha pasado, y te encuentras que sales con retraso, y que un compatriota de Steve Jobs te ha dado un papelito que ni en la rifa del pueblo, despierto y sentado junto a un dentista jubilado que debe de ser el único de cada diez que no recomienda ir de Cincinnati al DC mejor en avión, oye, que se tarda menos.

¿Será posible? ¡Mandar una nave a la luna y no saber mandar un tren al pueblo de al lado! 

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