martes, 8 de abril de 2014

Serie SENSE NATI!, segunda época. San Francisco.

El verano del 67, que yo me pasé en la barriga de mi madre, resulta que donde había que pasarlo era en San Francisco, California. Acabo de estar por allí y me he hecho algunas fotos, una de ellas ante un mural que recordaba aquel "verano del amor", que en inglés se dice de otra manera pero que, a mí, y en aquellos momentos, me lo podrían haber dicho en arameo y me hubiera dado lo mismo. Lo mismo me daba, ya puestos, verano que primavera, que en el útero, ya se sabe, la temperatura es estable y se está, dicen, la mar de a gusto. Hablando de dar: lo que me dieron mucho entonces fue calabaza, que cuenta mi madre que en eso -asada- consistió el antojo que tuvo ella. Y debe de ser cierto que lo que te pasa en el útero te condiciona la vida, pues eso es lo que las mujeres me han estado dando desde entonces, aunque más veces cruda que asada.

O sea, que acabo de pasar por el barrio de Haight, el de los hippies, aunque con cuarenta y siete años de retraso. Dicen que más vale tarde que nunca, pero es que tan, tan tarde, a lo mejor es equivalente a nunca. No sé. Igual es cosa que debería responder algún Einstein de esos que hay por ahí. Lo cierto es que me distingo -siempre lo he hecho- por no estar nunca donde toca, cuando toca. Será también cosa de nacimiento. Aunque tampoco me va mucho, a mí, el rollo hippy. Esto lo digo después de haberme tomado un café en el local que presume de epicentro histórico del hippismo, de Sala del Juego de la Pelota de la revolución, y me lo han cobrado más caro que si fuera un hotel del centro. Y el baño estaba más mostoso, de donde fácilemente se deduce que Mr. Proper nunca fue hippy, aunque eso, con verle la calva, ya se deducía solo.

Es que lo hippy es muy piloso, y eso ya le dio mucho juego a Ibáńez -el de Mortadelo- y ha sido por eso, quizá, que me han venido a la cabeza muchas cosas de cómics y tebeos, la primera un buen ejemplo de saber estar, como yo, en el peor lugar en el peor momento. Esta les pasó a los Dalton, que vinieron también a San Francisco, donde tuvo que ser, una vez más, Lucky Luke quien les salvara la cabeza -literalmente. Es que se habían metido, disfrazados de chino, en el Chinatown, y se conoce que los de entonces eran pelín hostiles a los blancos. Lo mismo que en la actualidad, me parece, solo que en lugar de cortarte la cabeza te atacan con unas raciones de pato con fideos que déjalas correr y que no se enfríen y cómetelas con palillos. Eso, si es que hablamos del mismo Chinatown por el que paseaba yo ayer, por cierto y por la tarde. Al final, ocurre que Averell se hace amigo del líder de los chinos, y se pasa comiendo el resto del libro.

Pero los libros de cómics, San Francisco y el verano del amor tienen algo en común que yo -si se me permite decirlo-, ya sabía; y es que en ese barrio y en esos años vivía y dibujaba el bueno de Robert Crumb, a quien admiro porque, como yo, sería incapaz de sobrevivir en la Prehistoria. Lo que no sabía -volviendo al tema- era la calle, pero ahora ya lo sé porque viene en algunas guías. Una de ellas la leía esta mañana en una librería, y en eso se me ha ocurrido que sería bonifo llevarle a mi hermano, de recuerdo, un libro de Crumb comprado en ese mismo barrio. Perdona, Pablo, pero es que todos los que tenían eran muy tochos y no sé qué me ha pesado más, si el precio del libro o el recargo que me temo me habrían hecho pagar al facturar la maleta.

¿He dicho "facturar" o "fracturar"? Habrá sido un desliz, cosa que, por otra parte, no hago más que temer desde que llegué a Frisco, que no ha hecho más que llover y eso que decía la prensa, en España, que a causa de la sequía se teme por la cosecha de almendra de California. Será la de almendra, que la de castaña abunda en las aceras de San Francisco y yo no sé si mi seguro me cubre estas cosas. Ya sé que suena muy poco hippy, lo del seguro de viaje, pero es que hay que ver cómo se las gastan -mejor dicho, no se las gastan- aquí con el tema de la sanidad. No es por hablar ahora de Obama, sino de que a ver si me rompo una pierna y por no poder pagar hay que salir de aquí por las mismas, teniéndola rota un servidor. Que lo de las calles de aquí es la mar de curioso, de tanta cuesta que hay por todas partes. Os dejo ya en paz, pero os aconsejo que busquéis alguna imagen de Lombard street, y veréis lo que os digo. Por cierto, que street es "calle", por si no lo sabíais, que ahora es que hay que ser trilingüe. Vamos, que ni las víboras.
Ya sigo contando. Au.

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