martes, 9 de octubre de 2012

Sèrie SENSE NATI! Primera època (¡Ahora en castellano!): LA MOCADORÀ EN LA OTRA PUNTA DEL MUNDO

El 26 de marzo de 1244, el rei Jaume I y su yerno -el futuro Alfonso X el sabio, que representaba los intereses del reino de Castilla- firmaron el tratado de Almizra. Por el mismo, quedaba acordada la frontera sur entre ambos reinos -que pasaba, por cierto, tan cerca de La Canyada que no sé si la taza del váter de casa quedaba del lado valenciano o del castellano. Pero, como suele ocurrir, luego se pasaron el tratado por la piedra, Jaume tiró hacia el sur un poco más de lo previsto y las fronteras volvieron a moverse. Aún más tarde, a los reyes de la Corona de Aragón les dio el punto de irse más al este, más al Mediterráneo: que si Nápoles, que si Atenas... Pero nunca más hacia el oeste -como pedía Tornasol-, que ya era territorio castellano. Por eso, porque al oeste ya no se podía ir, porque ni Jaume ni ninguno de sus sucesores miraron ya en esa dirección, hoy no es festivo en Cincinnati ni los niños de los colegios hacen redacciones sobre el Conquistador. Está el Columbus Day, sí, pero ésa es otra historia. Y otro día.

No espérabamos, por lo tanto, que el de hoy fuera especial. De hecho, lo hemos comenzado con mal pie, quedándonos dormidos y saliendo de casa a todo correr y sin desayunar. El día se presentaba mal, ya digo, y por si faltara poco nos sale el GPS, del que dependemos más que del comer, con un trayecto diferente al de todos los días. Espantados y todo -"¡Que dice que tires por Dana Avenue!"-, no hemos podido dejar de hacerle caso, pues, ¿y si nos perdemos? Pensad que esto es como un laberinto. Iba la Jose al volante y yo, a lo mío, preguntándome el por qué de los cambios. El recorrido que cada día nos recomienda nuestro GPS, ¿depende de cómo tenga él el día? ¿Acaso él también esperaba que fuera festivo y le jode tener que trabajar? ¿Nos hace pagar a nosotros su frustración? Es lo que tiene la tecnología: que te molesta tener que admitir la superioridad técnica de la máquina, pero te tienes que aguantar. Yo lo afronto con un recurso muy propio de nosotros, la gente de letras: me río de la ignorancia del que está más preparado que yo. En el caso que nos ocupa, me río de su pronunciación. Algo de esto ya se ha dicho en post anteriores, pero da igual: Schumacher Avenue es, para él, no ese indeterminado "sumáquer" que decimos los hispanohablantes, sino un rotundo e indisimulado "es-chu-ma-chér" del que me he estado riendo todo el día. "A media milla, gire a la derecha por Es-chu-ma-chér Avenue".



Hay que decir, por otra parte, que el recorrido de hoy es mucho más rápido y sencillo, lo cual no ha servido sino para mosquearme aún más: ¿por qué nos lo tenía escondido hasta hoy? En cualquier caso, puede que ahora la Jose se anime a irse sola al cole, lo cual a mí me dejaría algo más de tiempo libre. Hasta ahora, entre acompañarla por la mañana y volver a recogerla después de comer, el día se me quedaba en nada.



El de hoy, por ejemplo, ha sido cortísimo para la titánica faena de buscar una mocadorà en Cincinnati. Ya imaginaba que iba a ser difícil encontrar verduritas de mazapán, pero no que fuera absolutamente imposible. En el fondo, tampoco me extraña: ¿qué se puede esperar de un país que no celebra el Nou d'octubre y encima no publica libros de Astérix? Bueno, al final sí que ha habido una solución, y ha sido gracias a la locura de Halloween. Aquí, es como la Navidad en El Corte Inglés: comienza un mes antes. No es que sea la noche del 31, no: es que dura todo el mes de octubre. Ya hace dos semanas que las casas están adornadas -mucho- con calabazas y cualquier motivo de color naranja. También se encuentran esqueletos de plástico, telarañas de hilo pegadas a las ventanas, fantasmas de trapo, lápidas hincadas en los jardines... todo componiendo una especie de túnel del terror de chicha y nabo, una especie de tren de la bruja que se extiende por avenidas enteras. En los super e hipermercados -que tiendas casi no hay-, los artículos de Halloween se comen parte del espacio de exposición. Las bolsas de dulces para los niños se venden ya preparadas, y las hay de todas las marcas. Nosotros, por cierto, no hemos comprado. No es que queramos ser los vecinos antipáticos del barrio, sino que me parece a mí que esta no tiene que ser zona de trick or treat. Nuestros apartamentos son, se diría, zona de estudiantes universitarios. Lo supongo, mejor dicho, porque difícilmente se topa uno con ellos. Estarán todos estudiando.




Por volver al tema: que como todo es Halloween por aquí y Halloween por allá, al final he encontrado unas galletas con forma de calabaza -y color- que me han venido muy al pelo. Parecidas a las frutitas, ¿verdad? He comprado una caja, y la he completado con cualquier pastelito que de alguna manera me recordara una fruta o una verdura. Unos, porque llevaban una flor de azúcar; otros, porque eran de muchos colores, y todo así. Al final del día, la Jose ha tenido su mocadorà y yo he salvado dos veces mi orgullo -de valenciano y de homenot. Y eso que estamos tan lejos que ni Jaume ni Columbus sospecharon jamás de la existencia del río Ohio. "Oío", que dice el burro de nuestro GPS.

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