jueves, 4 de octubre de 2012

Sèrie SENSE NATI! (¡Ahora en castellano!) Primera época: Ya tenemos coche, 1

Acabamos de comprar un coche, y no es noticia de poca monta. El área metropolitana que llaman Greater Cincinnati, o Cincinnati Metropolitan Statistical Area, o Cincinnati-Northern Kentucky metropolitan area es más grande que la provincia de Valencia, y tiene unos pocos habitantes menos. Así que se podría pensar que cuando estás en el centro de Cincinnati es como si estuvieras en la Plaza de la Virgen, y el colegio de la Jose estaría entonces en Moncada. La casa en la que vivimos estaría en Burjassot. De manera que ir de casa al trabajo sería como ir de Burjassot a Moncada, lo cual, en coche, se hace relativamente rápido, mientras que en transporte público ya cuesta un poquito más. Ya os he dado bastante la lata con los autobuses, así que voy a pasar rápidamente por el tema, aunque no sin dejar de recordaros aquella aventura mía de presentarme en Ikea en transporte público: si estuviéramos delante de la basílica donde se aloja la Geperudeta, el Ikea de Cincinnati estaría en Liria. Ahí queda eso. Y se piden disculpas a los que no entiendan las referencias geográficas tan radicalmente locales que hemos empleado aquí. Si tenéis tiempo y humor, haced un traslado de las cifras a Berango, a Faleria, a Alcorcón, a Madrid, a La Canyada...

Se comprende, espero, la importancia del coche. Y no solamente por las distancias, sino porque aquí la vida está diseñada para el coche. También, porque me repito más que el ajoaceite -eso es algo que siempre me ha pasado, ya sabéis- os he contado antes que todo está pensado para que nadie dé un paso: los carritos motorizados en el súper para hacer la compra, la ausencia de aceras en muchas calles, los cajeros automáticos drive-in y todas esas cosas que hacen que en la puerta de los Estados Unidos se pudiera poner, y sería cierto, el letrero "país drive-in". También encajaría algo como "Abandone toda esperanza quien aquí entra (de ir andando a algún sitio)".

Los coches se compran igual que unos zapatos: escoges unos, te los pruebas y, si te gustan, te los llevas y punto. Pues el coche es lo mismo. El coche usado, claro, que no sé los nuevos. Es que no hay  ni que ir a las oficinas de Tráfico, que el señor que te lo vende te hace todos los papeles y te da la matrícula provisional. Sin más historias. Igualito, igualito, si no fuera porque el coche no te lo envuelven, claro, sino que te lo llevas puesto. Además, que envolver un coche es una gran tontería, puesto que si te regalan uno envuelto en papel de colores, o de hellokittis, por mucho que quieran darte una sorpresa, de lejos se nota, por la forma, que lo que hay dentro es un coche. ¡Hombre! ¡Un jamón serrano no va a ser! ¡Con ese tamaño! Y la cantidad de papel que haría falta. Lo que hacen es borrar la pintura del parabrisas, con la que habían escrito el precio, y ya. Te pone el hombre la matrícula de cartón, que él mismo ha rellenado con un rotulador, y, ¡hala!, a la carretera.

[Como se me está haciendo largo, sigue en YA TENEMOS COCHE (2)]

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