viernes, 12 de octubre de 2012

Sèrie SENSE NATI! Primera època (¡Ahora en castellano!): Cosas del cole, 1

La Jose lleva unos días acostándose muy tarde, por culpa del trabajo. Yo hago lo que puedo por parecer solidario, e intento aguantar, pero como no tengo nada que hacer, se me hace difícil. Una vez le tengo preparado el bocadillo para el día siguiente, y los cacharros de la cena fregados, poco hay ya que pueda entretenerme. Leer, no, porque me quedo dormido. Llevo unos días con Matar a un ruiseñor, una novela cargada de emoción. Pero se ve que no tanta como para mantenerme despierto, y eso en parte porque se me escapa en los esfuerzos por entender, que es de un inglés complicadillo y me parece a mí que muy local. Quiero decir que está tan lleno de expresiones y contracciones, que lo hacen tan difícil de entender como el castellano a uno que venga de estudiarlo por correspondencia en Liverpool y se deje caer, de repente, en Murcia. No digo más. Menos mal que he visto la película y gracias a eso no me pierdo.

Pero el tema es el cole de Jose, y no yo. Lo de acostarse tarde es porque los coles americanos -al menos, éste de Cincinnati en el que estamos- exigen muchas horas de trabajo a los profes. Esto ya lo sabíamos: lo decían las guías del Ministerio, que a los profes americanos se les supone la entrada en el cole bastante antes de que lleguen los alumnos y la salida bastante después de que se vayan -los alumnos, claro, puesto que nadie puede irse de un sitio después de haberse ido. Esta última cosa que he dicho no debería haberla puesto aquí, pues solamente demuestra que a veces se me va la olla, que se dice, y es algo que me hace quedar mal con vosotros, queridos lectores. En el caso de la Jose, esto significa que si los alumnos entran entre las nueve y las nueve y cuarto -que para eso no hay hora fija-, ella está allí a las siete y media, más o menos, dependiendo de lo copioso del desayuno o de la hora en que se haya dormido la noche antes, cosa que suele pillarle en el sofá y a mitad de un capítulo atrasado de La que se avecina. Sí: ya sé que los trapos sucios se lavan en casa. Y la salida nunca es antes de las cinco: salir a esa hora es todo un logro.



Lo cual pone la jornada laboral de la Jose en unas diez horas: in situ, que luego siempre hay cosas que corregir en casa. Esto es lo que se supone, decía, de los profesores americanos. La verdad, que siempre es otra cosa diferente de lo que decimos, es que los hay que no exprimen tanto la jornada y la dejan en unas ocho horitas de nada: son los que llegan a las ocho y media y se van a las cuatro. Estos, que son la envidia silenciosa de todos los demás, es que están a punto de jubilarse y se ve que ya les da lo mismo el qué dirán.



¿A santo de qué tantas horas? Pues eso habría que preguntárselo a ella -a la Jose-, porque yo, que a veces también se lo pregunto, no acabo de hacerme idea de las razones. Ella dice que hay mucho papeleo, y eso me parece a mí que es que se espera que un profe envíe notas a casa todas las semanas; que ponga ejercicios y los corrija todos los días antes de salir; que tenga reuniones con sus compañeros día sí, día no; que tenga las sesiones de clase tan preparadas, tan al detalle como tendría un actor una función; que entregue semanalmente sus lesson plans; que rellene informes sobre los alumnos; y otras cosas que seguro que la Jose añadiría aquí y a mí no me las ha contado. Porque si después de las diez horas del cole se presenta en casa con dos cajas llenas de ejercicios para corregir, será porque no ha tenido tiempo de hacerlo en clase. ¡Pues buena es ella, para llevárselo a casa! A mí me convenció, nada más conocerla, con su idea de que hay que hacer el trabajo en el trabajo, y dejar la casa a salvo. Pero aquí no hemos venido a buscar la fama, sino a trabajar, y bien que se lo hacen pagar: con sudor. Es que esa frase también la decían en un cole americano.

No hay comentarios: