sábado, 29 de septiembre de 2012

Sèrie SENSE NATI! Primera època (¡Ahora en castellano!): El blues del autobús

Sombrero con cinta de seda negra, y donde la cinta hace un lacito, prendida una pluma corta y ocre. Anudado a la cabeza un pañuelo de seda verde. Debajo del pañuelo verde, otro, de color negro. Esto se sabe porque los pañuelos van anudados a lo pirata, pero también tienen uno de esos faldones que cubren la nuca, como los que llevaban los legionarios en el desierto. Así que asoman los dos, el verde y el negro, por debajo del sombrero. Lleva un traje negro a rayas blancas, y unas zapatillas deportivas también de color negro. Y unas gafas negras de patillas anchas, y un anillo dorado, muy grande, con el que va dando golpecitos en el mostrador del banco, mientras espera que la chica le resuelva no sé qué gestión. Él todo es también negro, tocho y no muy alto. Pero muy chulo en la postura, y rítmico con el anillo. Esto es lo primero que me he encontrado hoy, en la cola del banco. Que, por cierto, se llama Fifth Third Bank, y aquí os pido ayuda porque no sé cómo se traduce eso: ¿es "Quinto Tercio" o es "Cinco Tercios"? En cualquier caso, me parece un nombre muy poco tranquilizador para un banco, con eso de los números quebrados. En cuestión de bancos y dineros, cualquier relación con lo quebrado parece de mal agüero.

Allí estaba yo porque vamos a comprarnos un coche, por fin. Yo, a todos estos que han pillado, están pillando y pillarán haciendo travesuras con el dinero público los ponía yo, ¡qué a hacer carreteras ni qué niño muerto!, ¡qué a picar piedra!: a esos los condenaba yo a vivir en una de estas ciudades americanas, pero sin coche. ¡Y ojito con que los vea yo subiendo a un taxi! La penitencia más penitencial que se me ocurre es depender del transporte público es sitios como este. En los intervalos de espera se puede sacar uno una carrera. Y no lo digo yo, no: lo dice la publicidad de la compañía de autobuses. Hay unos carteles para animar al uso (¡animar al uso con esos argumentos!: ¿y este es el país de la publicidad?) que muestran cómo una señorita joven y de buen ver nos cuenta que ella va en transporte público a recoger a su hijo al cole, ¡porque así el nene tiene tiempo de leer! ¡Toma! ¡De leer el Quijote del derecho y del revés! ¡Y de traducirlo al arameo también! En otro de ellos una simpática jubilada nos cuenta que -y esto lo juraré ante notario si es preciso- le gusta ir en autobús porque se entretiene tejiendo calcetines para los niños pobres. Para los niños pobres de todo el continente asiático, será. Con la producción que saca, seguro que esta señora es ella sola toda una ONG. Calcetines sin Fronteras.

Un coche, decía. Sí: ya estaba bien de dedicar entre dos y dos horas y media diarias para ir y volver del cole, cuando en coche se necesitan quince minutos en cada trayecto. Nos tenía agotados, la verdad. Pero yo pienso seguir utilizándolo, el autobús, el tiempo que me queda por aquí. Por dos razones: una, porque así se conoce la ciudad. ¿Qué mejor manera que patearla por todos sus rincones? Porque ir en autobús en Cincinnati también es andar, y no poco. Ayer tuve que ir a hacer los papeles del seguro del coche, y decidí ir a una oficina que me habían recomendado, donde un señor peruano me podía atender en castellano. Ya hablaremos otro rato de mis sufrimientos cada vez que hay que hablar por teléfono en inglés.

Pues, a lo que iba: cada trayecto (de casa a la oficina, de la oficina a casa) venía a durar, según la mejor ruta propuesta por la compañía, hora y tres cuartos, que incluían entre veinte y veinticinco minutos de caminata. Luego dicen de Amundsen, pero él iba en trineo tirado por perros. Me hubiera gustado verlo llegar al polo sur en autobús público de Cincinnati. Ahora que pienso, por cierto, quizá lo que le pasó a Scott es que murió esperándolo en la parada. Que la web de la compañía no se anda con chiquitas: "De Londres al polo sur, coja el 26, haga un transbordo (tiempo de espera, 55 minutos), suba al 72, baje en Saint Paul's Cathedral y camine en dirección sur tres meses, dos semanas y seis días. Llegue a su destino el día tal a tal hora de la tarde. Que tenga un buen día". Y se quedan tan anchos.

La otra razón por la que pienso seguir siendo fiel al autobús este que me mata es...es otra historia.

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